viernes, 6 de marzo de 2015

Cuento: El pescado de patio



El pescado de patio

 
 
Cuento: Luis Landriscina
Y les voy a contar un cuento digno de un paisano de Buenos Aires a los que he visto en las jinetadas, en las fiestas patrias, y que con tanto orgullo lleva su prenda y con qué gusto sale a usarla. Hay unos que visten de gauchos de tanto en tanto, pero hay otros que viven las tareas rurales. El protagonista de este cuento es un verdadero gaucho.
“Y la conversación sale de cualquier cosa y dice que estaba aburrido”: Y el otro le dice, ¿y qué pasa?, entonces el otro ya encontró punta para empezar su relato:
 Y yo estaba aburrido che, y que hago, dije para mí; voy a pescar dije, y busque la cosa y me fui. Busque un recodo en el rio que tuviera sombra, y me fui, y me senté allí, y revolee la línea allí.
Y había pasado unos 15 o 16minutos, y sentí un tirón, ni muy fuerte ni muy tirón. Y yo  deje que tirara el primero y el segundo, y cuando vino el tercero, tire para enganchar, y enganche y traje.
Y recojo un pescado chiquitito, y me dio lastima de verlo tan pequeño; y dije lo voy a devolver al agua para que se haga hombre, porque así no sirve para nada. Y lo desenganche con cuidado para no lastimarlo, porque el pobrecito podría quedar mal de la boca, le saco el anzuelo, y así nomas con la zurda lo largo para el agua. Sabe que en el aire el pescado hace una pirueta y se vuelve para afuera por su propia voluntad. Y cae al lado mío y me queda mirando como diciendo: ¿Qué me hace mi amigo? Como diciendo: ¡! Si me saco, me saco che!!
Como herido en su orgullo de pescado, como diciendo: ¿Que hago ahora si vuelvo abajo, me van a decir que no sirvo para pescado? Y me dio como vergüenza para mi che, y me puse colorado, y lo agarre casi sin mirarlo y lo puse en un  balde con agua que yo suelo llevar para que no se le sequen las agallas de los pescados, y los pongo allí
Y ya estaba pescando sin pescar che, porque estaba intrigado con la actitud del pescado.
Y sabes que a él también le pasa lo mismo porque me ojeaba del balde.
Y llego el momento de irse, porque ya había matado el tiempo como quería, porque estaba pescando por pescar, para  matar el tiempo. Y pensé que hago con este pescado. Al rio no quiere volver, matar, no lo voy a matar, es un crimen con este pescado tan chico; y lo lleve para la casa.
Y lo entre a criar en la casa; a ratos en el cuentón con la palangana, y lo iba cambiando de acuerdo al tamaño. Y ahora ya lo criaba en el bebedero. Porque lo crie con poca cosa, no era delicado, con galletas; y usted sabe que en el campo, tenemos una costumbre; cuando usted tiene un animal, le da de comer y le dice su nombre, y eso es como una campana para ellos; porque usted sabe que con la comida, ese sabe que es el. Y yo le puse Pancho.
Y le decía ¡Pancho! Desde la cocina, y el sacaba la cabeza, y yo le largaba la galleta, y él la barajaba en el aire. Y ya estaba tremendo el pescado  y estaba en el bebedero porque no entraba en otro lado. Y un día estaba yo tomando mate sentado en una silla y siento un revuelo en el patio, salgo a ver, ‘el. Pescado corriéndome los pollos’. Y fui y le dije:”No Pancho hermano, usted es pescado hermano, hágame el favor, y lo largue para el agua de un mal modo, porque me miro como diciendo: Ufa; porque le mentiría si le diría que no tenía carácter, porque tenía su carácter el pescado. Me vuelvo a la cocina para tomar más mate, me abre tomado tres mates más, cuando siento otra vez revuelo en el patio. Salgo otra vez, el pescado peleando con el perro; porque se tenían inquina .Y allí le dije: Vamos Pancho que hacemos, usted es del agua hermano, no me ande por el patio. Y vos sabes que lo metía en el agua y se me saltaba para el otro lado, como diciendo: ¡! Acá estoy yo!! Y se me desacostumbro che de estar en el agua y estaba afuera y se me convirtió en pescado de patio. Pero a tal forma che amigo, que a veces yo volvía del pueblo, y sentía el galope de mi caballo, y salía a la tranquera a recibirme, a saludarme ,a hacerme fiesta y es que el caballo quedaba desorientado porque nunca había visto “perro sin patas”.
Y el perro le tenía una envidia, porque para el colmo, cuando el pescado se aquerencio estar afuera; cuando yo me sentaba tranqueado a tomar mate, el así se arrimaba y jugueteaba con la alpargata y se ponía cariñoso y yo le pasaba la mano como si fuera un perro huachito.
Y el Sultán le tenía una bronca al Pancho.
Un día me cuerdo, como si fuera hoy, un calor bárbaro, y yo le dije al pescado: Che Pancho esta calientito el día con sol, que le parece si nos vamos al arroyo y nos pegamos una remojada.
Y él me miro con una cara de agradecido que me conmovió y nos fuimos los dos.
El Sultán nos seguía de lejos a 50 metros atrás, con una bronca el perro.
Y llegamos a la orilla del arroyo en la parte honda, y me quedo mirando como diciéndome: no se va a tirar con ropa; y me saque la ropa y le dije al Pancho: Bueno ya estamos iguales mijo, a las tres de zambullida, y dije una, dos y tres y nos largamos los dos juntos.
¿No me va a creer que se me ahogo che?

Con afecto,
Rubén



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