Fabulas de Jean de la Fontaine 2
EL COLEGIAL, EL PEDANTE Y EL Dueño DE UN Jardín
Un muchacho que trascendía, a colegio, hasta el punto de
apestar, pícaro a la vez y necio, por los pocos años y por la pedantería
adquirida en las aulas, merodeaba en el huerto de un vecino suyo. Tenía este
vecino los más exquisitos dones que ofrece Pomona al hombre. Cada estación le
ofrecía su tributo, pues, así como exquisitas frutas en otoño, lograba en
primavera las flores más preciosas.
Fue un día a este jardín nuestro escolar, y encaramándose sin miramientos a un
árbol frutal, maltrataba y destruía hasta los tiernos capullos, dulce esperanza
y promesa de la futura cosecha. Hasta desgajó algunas ramas, y tal destrozo
hizo, que el dueño del jardín se quejó al profesor. Vino éste con largo séquito
de chicuelos, y se llenó el jardín de multitud de arrapiezos, peores que el
primero.
El Dómine pedante aumentó sin necesidad el mal llevando aquella chiquillería
mal educada, con el propósito, según dijo de hacer un escarmiento que fuese
ejemplar, sirviendo de inolvidable lección a todos sus alumnos. Extendiose
sobre este tema, citando a Virgilio y Cicerón, y alegando razones muy científicas.
La perorata fue larga, tan larga que la maldita ralea tuvo tiempo para devastar
el jardín por todas partes.
Lección / Moraleja:
No conozco bicho más temible que el colegial, como no sea el pedante. No quisiera por vecino ni al uno, ni al otro.
EL CUERVO Y EL ZORRO
Estaba un cuervo posado en un
árbol, y tenía en el pico un queso. Atraído por el aroma, un zorro que pasaba
por ahí le dijo:
-¡Buenos días, señor Cuervo! ¡qué bello plumaje tienes! Si el canto corresponde
a la pluma, tú tienes que ser el Ave Fénix.”
Al oír esto el cuervo, se sintió muy alagado y lleno de gozo, y para hacer
alarde de su magnífica voz, abrió el pico para cantar, y así dejo caer el
queso.
El zorro rápidamente lo tomo en el aire, y le dijo:
“Aprenda, señor cuervo, que el adulador vive siempre a costas del que lo
escucha y presta atención a sus dichos; la lección es provechosa; bien vale un
queso.”
No se debe dar crédito a palabras aduladoras, que se hacen por interés.
EL Dragón DE MUCHAS CABEZAS Y EL DE MUCHAS COLAS
Un mensajero
del Gran Turco se vanagloriaba, en el palacio del Emperador de Alemania, de que
las fuerzas de su soberano eran mayores que las de este imperio.
Un alemán le dijo:
“Nuestro Príncipe tiene vasallos tan poderosos que por sí pueden mantener un
ejército.”
El mensajero, que era varón sesudo, le contestó:
“Conozco las fuerzas que puede armar cada uno de los Electores, y esto me trae
a las mientes una aventura, algo extraña, pero muy verídica. Hallábame en lugar
seguro, cuando ví pasar a través de un seto las cien cabezas de una hidra. La
sangre se me helaba, y no había para menos. Pero todo quedó en susto: el
monstruo no pudo sacar el cuerpo adelante. En esto, otro dragón, que no tenía
más que una cabeza, pero muchas colas, asoma por el seto. ¡No fue menor mi
sorpresa, ni tampoco mi espanto! Pasó la cabeza, pasó el cuerpo, pasaron las
colas sin tropiezo: esta es la diferencia que hay entre vuestro Emperador y el
nuestro.”
EL ESCULTOR Y LA ESTATUA DE Júpiter
Gústale tanto a un escultor un
magnifico bloque de mármol, que al punto lo compró "¿En qué convertirá
este mármol mi cincel? Se preguntó. ¿Haré de el un Dios, una mesa o una cubeta?
Dios será, y ha de esgrimir con la diestra el rayo: ¡Temblad mortales y dirigidle
vuestras súplicas! ¡Ahí tenéis al señor del universo!"
Supo dar tan propia expresión al ídolo, que la gente no echaba de menos en
aquella imagen de Júpiter más que el habla, y hasta se cuenta que el artífice,
cuando la vio terminada, fue el primero que tembló, asustado de su misma obra.
No fue menor en otros tiempos la flaqueza de los poetas, que temieron la ira, y
la cólera de divinidades por ellos mismos inventadas. Hacían en esto como los
niños, a quienes preocupa continuamente el miedo de que se irriten y disgusten
sus muñecos.
Sigue fácilmente el sentimiento a la imaginación, y de esta fuente brotó el
error del paganismo, extendido en tantas naciones. Sedúcenos las propias
quimeras: Pigmalión convirtiese en amante de la imagen que el mismo fabricara.
Convierte el hombre en realidad, hasta donde le es posible, sus imaginarios
sueños; su alma es de hielo para la verdad y de fuego para la mentira.
Lección / Moraleja:
Convierte el hombre en realidad, hasta donde le es posible, sus imaginarios sueños;
su alma es de hielo para la verdad y de fuego para la mentira.
EL ESTOMAGO
Debí comenzar mi obra por la
monarquía. Bajo cierto aspecto considerado, es imagen suya el estómago; cuando
éste sufre algo, todo el cuerpo se resiente.
Cansados una vez de trabajar por él los diversos miembros del cuerpo humano,
resolvieron vivir en la holganza, siguiendo su ejemplo.
"Que se mantenga de aire" decían; "trabajamos y sudamos como
bestias de carga, y ¿para quién? Tan solo para el. De nada nos sirven nuestros
afanes, mientras él vive a nuestras expensas. Hagamos como él hace;
holguemos."
Dicho y hecho; las manos dejaron de asir, los brazos de moverse y las piernas
de caminar. Todos dijeron al estómago que se buscase la vida; pero ¡cuán pronto
se arrepintieron! A poco, los desdichados miembros quedaron enteramente
debilitados. Faltos de nueva sangre; languidecieron todos; y los revoltosos se convencieron
de que aquel a quien llamaban ocioso y holgazán contribuía tanto o más que
ellos al bien común.
¡Qué bien se aplica esto a la majestad real! Mucho recibe, pero también da
mucho, y el resultado es igual. Todos trabajan para ella, y de ella todos
viven. Mantiene al artesano, enriquece al mercader, da sueldo al magistrado,
hace vivir al labrador, paga al militar, distribuye por todas partes sus
mercedes, y sostiene todo el peso del Estado.
Bien lo explico Menenio Agrippa; el pueblo romano quería separarse del senado;
alegaban los descontentos que éste monopolizaba el mando, el poder, las
riquezas y los honores, dejándole todos los males: los tributos, los impuestos
las fatigas de la guerra. Ya habían salido los plebeyos de la ciudad y muchos de
ellos iban en busca de otra patria, cuando Menenio les hizo ver que Pueblo y
senado eran dos miembros de un solo cuerpo, y con este apólogo famoso desde
entonces, los redujo a su deber.
EL GALLO Y LA PERLA
Un día cierto Gallo, escarbando
el suelo, encontró una perla, y se la dio al primer lapidario que halló a mano.
“Fina me parece, le dijo, al dársela; pero para mí vale más cualquier grano de
mijo o avena.”
Un ignorantón heredó un manuscrito, y lo llevó en el acto a la librería vecina.
“Paréceme cosa de mérito, le dijo al librero; pero, para mí, vale más cualquier
florín o ducado.”
Lección / Moraleja:
Piérdase a veces un negocio por sobra de expedientes y recursos; se
malgasta el tiempo buscando cuál es el mejor, probando esto, lo otro, y lo de
más allá.
Mejor es tener una sola salida; pero buena.
EL GALLO, EL GATO Y EL RATONCILLO
Un ratoncillo inexperto, que
apenas había visto el mundo por un agujero, se halló muy comprometido. Ahora
veréis lo que le pasó, tal como le contó a su madre, la señora Rata.
"Había franqueado los montes que limitan este reino, y trotaba alegre y
satisfecho, cuando ví aparecer dos animales: de aspecto benigno y apacible el
uno, el otro de aire fiero y turbulento. Tenía éste la voz áspera y vibrante,
en la cabeza una excrecencia carnosa, una especie de brazos que abría y agitaba
en el aire, como para volar, y la cola empenachada."
Así describía nuestro ratoncillo a un gallo, como si fuera extraño animal,
venido de las Indias.
"Golpe base los costados con los brazos, armando tal ruido, que con todos
mis bríos, que no son pocos, eché a huir, todo azorado, renegando de su casta.
A no ser por él, hubiera entrado en amistosos tratos con el otro animal, que
tan simpático parecióme: es de pelo suave y aterciopelado como el nuestro, de
larga y flexible cola, de aire decoroso y modesto mirar, aunque son brillantes
sus pupilas. Creo que ha de ser amigo de las ratas, porque sus orejas son muy
parecidas a las nuestras. Dirigiáme ya a él, cuando el otro, soltando el chorro
de su penetrante alarido, hízome emprender la fuga."
- Hijo mío, dijo la rata madre: ese sujeto tan benigno y manso, es el gato
infame, que, con su apariencia hipócrita, oculta odio mortal a toda tu parentela.
El otro, por lo contrario, lejos de hacernos algún mal, servirá algún día
quizás para nuestros banquetes. Ya lo ves: el hábito no hace al monje.
Lección / Moraleja:
El hábito no hace al monje.
EL GATO Y EL Ratón
n búho, una comadreja, un gato y un ratoncito,
vivían en distintos lugares de un tronco seco.
Aunque eran enemigos naturales, y desconfiaban uno del otro, ninguno dejaba su
refugio.
El dueño del campo, un día decidió eliminarlos, colocó trampas y una red en la
base del tronco.
El primero en caer, fue el gato, que al verse en peligro comenzó a gritar. Al
escuchar el ratón se alegró, porque de esta manera se libraba de su enemigo,
pero el gato le dijo:
-Si yo muero quedaras a merced del búho y de la comadreja, que quieren mas que
yo que seas su alimento, pero si me ayudas, en gratitud te compensare
protegiéndote.
El ratoncito libero al gato, y huyeron del lugar. Pasado el tiempo el gato, se
dio cuenta que el ratón aun le temía, así que le dijo:
-¿Piensas que he olvidado mi promesa, cuando me salvaste de la trampa?
-¡No! - dijo el ratoncito- Pero tampoco olvido tu instinto, ni en que
circunstancias haz hecho la promesa.
Lección / Moraleja:
Jamás confiemos en alianzas que hizo el miedo, en pasando el temor, valen un bledo.
EL GATO Y LA ZORRA
El gato y la zorra, como si
fueran dos santos, iban a peregrinar. Eran dos solemnes hipocritones, que de
indemnizaban bien de los gastos de viaje, matando gallinas y hurtando quesos.
El camino era largo y aburrido: disputaron sobre el modo de acortarlo. Disputar
es un gran recurso; sin él nos dormiríamos siempre. Debatieron largo tiempo, y
después hablaron del prójimo. Por fin dijo la zorra al gato.
“Pretendes ser muy sagaz, y no sabes tanto como yo. Tengo un saco lleno de
estratagemas y ardides.
-Pues yo no llevo en mis alforjas más que una; pero vale por mil”
Y vuelta a la disputa. Que sí, que no, estaban dale que dale, cuando una jauría
dio fin a su contienda. Dijo el gato a la zorra:
“Busca en tu saco, busca en tus astutas mientes una salida segura; yo ya la
tengo”
Y así diciendo se encaramo bonitamente al árbol más cercano. La zorra dio mil
vueltas y revueltas, todas inútiles; metiese en cien rincones, escapó cien
veces a los valientes canes, probó todos los asilos imaginables, y en ninguna
madriguera encontró refugio; el humo la hizo salir de todas ellas, y dos ágiles
perros la estrangularon por fin.
Lección / Moraleja:
Piérdase a veces un negocio por sobra de expedientes y recursos; se
malgasta el tiempo buscando cuál es el mejor, probando esto, lo otro, y lo de
más allá.
Mejor es tener una sola salida; pero buena.
EL HOMBRE QUE CORRE TRAS LA FORTUNA,
El hombre que corre tras la
fortuna, y el que la aguarda en su cama
¿Quién no corre tras la fortuna? Quisiera estar en un sitio donde pudiese ver
la muchedumbre de los que buscan en vano, de ceca en meca, a esa hija de la
suerte, cortesanos afanosos de un fantasma volador. Cuando creen estar ya a sus
alcances, la veleidosa escapa a sus pesquisas. ¡Pobres gentes! Las compadezco,
porque los locos son más dignos de lástima que de enojo.
"Tal sujeto, dicen, plantaba coles, y llegó a papa. ¿No valdremos tanto
como él?" Valdréis tal vez cien veces más, pero ¿de qué sirven nuestros méritos?
¿No es ciega la fortuna? Y por otra parte, el ser Papa, ¿Vale lo que cuesta?
¿La pérdida del reposo?
El reposo, tesoro de tal precio que en otro tiempo era la felicidad de los
dioses, no lo otorga casi nunca la fortuna a sus favorecidos. No vayáis tras de
esa diosa, y ella misma os buscará: así hacen siempre las mujeres.
Dos amigachos vivían en una aldehuela, en la que tenían alguna hacienda. Uno de
ellos suspiraba sin cesar por la fortuna, y le dijo al otro:
- "¿Por qué no dejamos esta tierra? Bien sabes que ninguno es profeta en
su patria. Probemos nuestra suerte en otra parte.
-Pruébala tú, le contesto su camarada; yo no deseo mejor país, ni mejor vida.
Sigue tus impulsos; pronto volverás. Te prometo que he de estar durmiendo hasta
que vuelvas."
El ambicioso, o quizás avariento, emprendió el camino, y al día siguiente llegó
a un punto que debe frecuentar más que ningún otro la diosa fortuna, porque
aquel lugar era la corte. Fijose en ella por algún tiempo; allí estaba de día y
de noche a todas horas, y en todo se metía; pero nada le salía bien. "¿En
qué consistirá esto? Pensaba. Tendré que buscar mi suerte en otra parte, y sin
embargo, la fortuna habita en este sitio. Todos los días la veo entrar en casa
de unos y otros ¿Cómo es que a la mía no viene?
Bien me dijeron que no gusta del carácter ambicioso de estas gentes. ¡Adiós,
pues, cortesanos: id en buena hora tras de una sombra que os engaña!
"Donde tiene la fortuna los mejores templos, es en la India ; vamos
allá" Y así que lo dijo, marchó a embarcarse.
Alma de bronce, y aún más dura que el diamante, hubo de tener el prior hombre
que probó el camino de las aguas, desafiando los furores del mar.
Nuestro campesino, durante su viaje, volvió los ojos más de una vez hacia su
aldea, afrontando los peligros de los piratas, de los huracanes, de la calma
chicha y de los escollos ignorados, ministros todos de la muerte.
¡Con cuántos trabajos vamos a buscarla en remotas playas, habiendo de
encontrarla tan pronto sin salir de casa!
Llego el viajero al Mogol.; allí le dijeron que donde prodigaba entonces la
fortuna sus favores, era en el Japón. Volvió a emprender el camino. Habíanse
cansado los mares de conducirlo, y todo el fruto que sacó de sus largas
correrías, fue esta lección, que dan los salvajes a los civilizados:
"Quédate tranquilo en tu casa, aleccionado por la experiencia.
"En el Japón no tuvo más suerte nuestro hombre que en el Mogol; y al fin
hubo de convencerse de que había hecho una solemne tontería dejando sus pueblos.
Renunció a los viajes infructuosos; volvió a su tierra, y al ver de lejos su
casa, lloró de júbilo exclamando:
"¡Dichoso quien vive tranquilo en su hogar, y sólo se ocupa de moderar sus
deseos! No sabe, más que de oídas lo que es la corte, y el mar, y tu imperio,
oh fortuna loca, que nos presentas a la vista honres y riquezas, tras los
cuales corremos hasta el fin del mundo, sin ver cumplidas nunca tus promesas.
Desde hoy, ya no me muevo, y lo pasare cien veces mejor". Razonando de
esta suerte y habiendo formado tal propósito en contra de la fortuna, dio con
ella; estaba sentada a la puerta de su amigo, que dormía a pierna suelta.
Con afecto,
Ruben