Poemas
de Eduardo Galeano
FUEGOS
Cada persona brilla con luz propia
entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos
y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del
viento,
y hay gente de fuego loco, que llena el aire de
chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos,
no alumbran ni queman;
pero arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca, se enciende.
EL SISTEMA
Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan, pero no dicen.
Los votantes votan, pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las víctimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están
ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se
privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.
NOCHEBUENA
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy
tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a
iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban
para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si
todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían.
Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le
andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo.
Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y
esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
—Decile a... —susurró el niño—. Decile a alguien, que
yo estoy aquí.
EL VIAJE
Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un
hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de
salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a
alguien.
Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen
que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.
Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al
asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce
todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.
EL MIEDO GLOBAL
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar
nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la
comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los
peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje
tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los
militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo
del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la
mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.
EL MIEDO MANDA
Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo
manda, el poder come miedo, ¿qué sería del poder sin el miedo? Sin el miedo que
el propio poder genera para perpetuarse.
El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio que aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad.
EL PADRE
Vera faltó a la escuela. Se quedó todo el día
encerrada en casa. Al anochecer, escribió una carta a su padre. El padre de
Vera estaba muy enfermo, en el hospital. Ella escribió:
—Te digo que te quieras, que te cuides, que te
protejas, que te mimes, que te sientas, que te ames, que te disfrutes. Te digo
que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te siento, te amo, te disfruto.
Héctor Carnevale duró unos días más. Después, con la
carta de su hija bajo la almohada, se fue en el sueño.
LA UVA Y EL VINO
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de
Marcela. Antes de morir, le reveló un secreto: —La uva —le susurró— está hecha
de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva
está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
LLORAR
Fue en la selva, en la Amazonia ecuatoriana. Los
indios shuar estaban llorando a una abuela moribunda. Lloraban sentados, a la
orilla de su agonía. Un testigo, venido de otros mundos, preguntó:
—¿Por qué lloran delante de ella, si todavía está
viva?
Y contestaron los que lloraban:
—Para que sepa que la queremos mucho.
LA MUERTE
Ni diez personas iban a los últimos recitales del
poeta español Blas de Otero. Pero cuando Blas de Otero murió, muchos miles de
personas acudieron al homenaje fúnebre que se le hizo en una plaza de toros de
Madrid. Él no se enteró.
Con afecto,
Ruben