domingo, 16 de febrero de 2020

Vivencias Leonciopradinas





Vivencias del primer leonciopradino como Coronel Director del CMLP

Vivencias de mi paso por el Colegio Militar Leoncio Prado





Antes  de exponer  las vivencias de mi paso por el CMLP, permítanme hacer un preámbulo. Yo, desde niño, siempre quise ser militar. Por el trabajo de mi padre, yo y mis hermanos Benjamín y Juan Artemio, estudiamos en los Maristas, San José de Huacho, Santa Rosa de Sullana (internos); Champagnat de Miraflores; en Arequipa en La Salle, en Trujillo en el Seminario y la escuela de  la aplicación (aquí fui compañero de carpeta de mi entrañable amigo Jorge Torres Vallejo, Brigadier General de la VII Prom).
Al llegar el año 1951, mi hermano Benjamín y mi primo hermano Paco Neyra eran cadetes de la VI, mi madre, (yo era su engreído) no quería que  yo me presentase al Colegio Militar (yo había perdido un año de estudios por enfermedad), recuerdo que dije “¿qué tienen mis hermanos que no tengo yo?… yo, ré… insistí, y mis padres accedieron a que postule al CM, Ingresamos con mi hermano “el Toro García” y una mancha de piuranos como miembros de la VIII. Y es desde este momento  que me permito pergeñar “Las vivencias de mi paso por el glorioso CMLP”.
¿Cómo olvidar el cambio experimentado en nuestras vidas al ingresar a este emblemático Colegio Militar? Desde el primer día de ingreso del mes de abril, cuando formados por secciones en las canchas de fulbito,  nos llevaron al Pabellón Duilio Poggi, donde recibimos nuestras prendas de cama, nuestros uniformes de faena, todos rotos y usados, nuestros zapatos que  no eran el número adecuado,  nuestros artículos higiénicos y nuestros útiles de estudio.  Luego de allí, a la peluquería, “corte militar”.
Pasaban los días; los sábados y domingos recibíamos la visita de nuestros familiares, alegría al recibirlos, y lágrimas al despedirnos. Cómo no recordar con respeto y con cariño a nuestros brillantes profesores, a nuestro director el Crl. Marcial Romero Pardo, excepcional oficial que nos decía: “Ustedes son la elite del mañana y el futuro de la patria”,  a nuestro subdirector TC Víctor Villarán, a nuestro jefe de batallón,  My Gustavo Escudero Molina, así como a nuestros oficiales y suboficiales instructores, Cap José Villalobos, Cap Lidón Herrera, Tte jorge Rocha, Tte Lleopoldo Torres, Tte Enrique Deacon, STe Francisco Beteta, suboficiales Marquina, Montenegro, López Cueto, (ca… Mosca) Avelino Choque, Morales Quea (charro negro), Farfán (pechoe’ lata). Quienes nos inculcaron bajo un régimen académico y militar estricto, el orden, la disciplina, la honestidad, la caballerosidad y un gran amor a la patria. Nuestra primera salida, luciendo orgullosos el uniforme de cadete del Colegio Militar.
Fue el 7 de junio,  Día de la Jura de la Bandera (Plaza Bolognesi, con todas las escuelas militares: Policía Nacional y tropas de Lima), luego: ¡salida general! y aquí, comienzan las anécdotas que como cadete viví en nuestra alma mater. Recuerdo como si fuera ayer que saliendo del comedor, después de la comida, cadetes de 5to año entraron a la cuadra para hacer… ”el manteo”; nos daban  un pedacito de lápiz, nos colocaban dentro de una frazada, jalaban y uno tenía que escribir su nombre al llegar al techo; por supuesto que nadie lo conseguía. Cierta vez, un cadete de 5to año me dio “un papel moneda” de un sol, y me dijo: “¡Perro! tráigame un sandwich de La Perlita y no se olvide de mi vuelto…!” 
Todavía no puedo olvidar cuando nos llevaban a hacer tiro en la playa de la Mar Brava frente al colegio; el tiro era con fusil Mauser Original Peruano cal. 7.65 mm, los sofs ponían unos caballetes de fierro para colocar el arma, el tiro era en posición de pie, la emoción y el temor de agarrar por primera vez un arma de fuego de esas características eran evidentes. Le tocó disparar a uno de nuestros compañeros y, pese a las recomendaciones de nuestros instructores de apoyar bien el arma en el hombro para amortiguar  el retroceso del arma, hizo su primer disparo, cayendo sentado entre las piedras.
Cómo olvidar a nuestro director espiritual, el Padre Harold Griffiths Escardó, sacerdote que se adelantó a su tiempo; un día domingo yo estaba paseando con una amiga por San Isidro por la calle Conquistadores, cerca de la Iglesia del Pilar, en eso para un auto, era el padre Griffiths, que nos invitó a subir a su carro; conversando le dijo a mi amiga: “y cómo se porta este cadete”?, mi  amiga no sabía qué contestarle, luego él nos habló tan bonito, que fue un encuentro muy gratificante.
Yo siempre fui pegado a los reglamentos, por eso nunca tiré contra, pero sí sabía por qué sitios y a qué hora lo hacían los cadetes. Desde que tuve uso de razón me gustó la música, la que fue inculcada por mis padres, por eso pertenecí al coro del colegio que estaba bajo la dirección del profesor Esteban Escobedo. El coro del colegio tenía ganado un gran prestigio, por eso era requerido para participar en diferentes eventos culturales; normalmente perdíamos la salida, porque las actuaciones eran sábados o domingos, pero en compensación teníamos salidas extraordinarias. Antes de salir del colegio nos daban un coctel a base de clara de huevo, para aclarar la garganta. Recuerdo que en una oportunidad teníamos una presentación en una iglesia de San Isidro (no recuerdo el nombre), ese día, estando ya en la iglesia faltó la primera voz, era un cadete que dentro de la melodía debía cantar un solo; comenzó la actuación y llegado el momento yo me lancé a cantar dicha parte. Terminada la presentación el profesor Escobedo se me acerco, me abrazo y, emocionado, me dijo: “bien hecho, cadete García”. Volviendo a lo de la música: con el chino Enrique Wong entonábamos a dúo nuestra música criolla (“Ay, Raquel”). ¿Cómo olvidar las letras de las canciones hechas por algunos de nuestros compañeros, especialmente Mario Migliore… ”en la Perla del Callao, a las orillas del mar, se divisa la silueta del colegio miliar”….”Allí todo es juventud la esperanza del Perú”… y esa otra emblemática… ”mi Leoncio Prado querido” ….”Nunca te podre olvidar”…. ”Porque en tus aulas he vivido”… ”Fueron tres años de mi vida que pasé”… ”En esas cuadras donde la amistad forjé”….”Hoy que de nuevo yo las vuelvo a contemplar, la muchachada del Colegio Militar”…..”Este reencuentro significa para mí”….”Toda la entrega de mi pobre corazón”…”Oigo una diana con emoción”…” “toque de silencio que me parte el corazón”.
Cierta noche del mes de mayo -ya como cadetes de 4to año- entró a la cuadra el oficial de ronda, para verificar si había alguna novedad, buscaba al imaginaria que, seguramente, se habría dormido, prendió la luz  y se escuchó una voz que dijo “¡apaga la luz huevón!” Y voló un zapato; el oficial (me reservo su nombre) mandó…”atención”. Todos de pie al lado de nuestros camarotes escuchamos…..”Haber, cadetes: ¿quién fue el c….d…. S…. m…. que habló y tiró el zapato?”… Silencio total: allí:… no habían delatores (característica de los cadetes del Colegio Militar). Marchando y en pijama nos llevó hasta la Prevención, frente a la efigie de nuestro epónimo para hacerle guardia. 01:00 am; 02:00 am;  03:00 am… Luego, corriendo y tiritando de frío regresamos a nuestro dormitorio, fin del castigo. Sera por eso que un gran porcentaje de cadetes sufrimos de los bronquios.
Nunca podré olvidar la última marcha de campaña programada, la realizamos en la zona de Ancón. (duró 4 días) en esa zona del terreno se montó una operación ofensiva para conquistar un objetivo determinado. Terminada la operación con el triunfo de las fuerzas  del Colegio  y ya de noche en el último día en el vivac  se colocaron los centinelas que deberían dar seguridad al estacionamiento. Varios cadetes abandonamos nuestras carpas y nos dirigimos hacia Ancón que estaba cerca, a celebrar el fin de las maniobras; fueron a buscarnos algunos suboficiales, que, al ver nuestro entusiasmo, terminaron celebrando con nosotros. (¡Qué tiempos aquellos, que ya no volverán!)  El regreso fue en vehículos los cuales nos dejaron por Chucuito, cerca del colegio; al llegar a la Costanera se encontraban nuestros profesores y, abriendo calle,  los cadetes de 4to y 3er año; la banda de músicos del ejercito nos acompañaron tocando marchas militares, entre aplausos ingresamos marchando al colegio, con un nudo en la garganta  y las lágrimas que  rodaban, incontenibles,  por nuestra cara. Hasta aquí son algunas vivencias que me tocó vivir como cadete.
Ahora tengo aquellas que viví como instructor. En el año de 1955 ingresé a la Escuela Militar de Chorrillos, graduándome de oficial con el grado de subteniente de Infantería el año de 1959. En el año de 1964, ya de teniente, fui asignado por primera vez como instructor del CMLP, periplo que se extendió a los años de 1965 y 1966. En esos años estuve bajo el mando de brillantes directores, Crl. Carlos de Souza Ferreyra, Crl. Cesar Diez Canseco Ruiz, que lamentablemente, falleció en los EE.UU. Y el Crl  Alfonso Rivero Winder.
Con la experiencia adquirida en los cuerpos de tropa y los tres años de cadete de nuestro glorioso colegio, aquí van algunas vivencias de esa añorada época. Mi primera actividad como instructor fue dar el curso de monitores a los cadetes del 5to año (XXIX prom). A ellos les hice ver la enorme responsabilidad de tener bajo su mando a cadetes de 4to y 3er año, les inculqué el don de mando que todo superior tiene sobre sus subalternos, les hice saber que como monitores serían guía y ejemplo del batallón de cadetes. Yo tenía una varita de manzano pintada de colores, en cada color había una frase “el elixir de la disciplina”, “el suavecito”, “hay Jalisco no te rajes”, “es la última vez que lo hago”. Bueno… cuando algún cadete cometía una falta y, de acuerdo con la gravedad de esta, entraba a tallar la varita, yo le decía “muy bien cadete”: o “chanta”, o “cuatro privaciones” (desde allí los cadetes de la XX, XXI y XXII me conocen como el Tte. chanta chanta), la respuesta siempre  era: “chanto mi teniente”, pues cuatro privaciones era no salir un mes a la calle.
Cierta vez, a las 1700 hrs. salí del colegio en mi carro, un Volkswagen blanco, me fui a dar una vueltas por el Callao pero, ya a las 18:30 hrs. regresé y me estacioné con las luces apagadas y escuchando música cerca al auditorio, en la Av. La Paz. En la obscuridad, de la pared del colegio cayó un bulto… dos… tres…. y cuatro contreros, yo arranqué mi auto y prendí las luces, distinguiendo a uno de ellos que, corriendo, ya salía de la pista (en esa época, frente al colegio no habían casas, eran terrenos cultivados). Paré y lo llamé por su apellido, diciéndole: ¡y que salgan los otros tres! Salieron de uno en uno; yo les dije: ¿”así que contreros, no?, vamos, suban al carro! Ellos me decían, suplicantes: “mi teniente, no nos eleve parte, nos van a expulsar… le juramos que nunca más lo haremos” -me decían eso y mil disculpas más-. “Vamos a regresar al colegio y ustedes no van a decir una palabra”. Ingresamos y de allí los llevé directamente a la peluquería, me dirigí al peluquero y le dije al peluquero: Manrique, la de los cuatro ceros para estos pendejos… luego les advertí: “si el Crl Director u otro oficial de la plana mayor les preguntan porque están así (cocobolos), ustedes dirán que tenían mucha caspa. ¿entendido?… ¡y no salen hasta que les crezca el pelo! Yo vivía en Miraflores, y sábados y domingos venía al colegio en la noche para ver si estaban (los tenían bien chequeados); ya pelucones me decían: “mi  teniente, usted nos dijo que cuando nos creciese el pelo saldríamos a la calle”. Yo les conteste: “¿yo, ¡cuándo… ¿dónde? Por si acaso… Yo sufro de amnesia”, y ellos…”Ya pues, mi Tte, una salida higiénica”. Terminó su castigo y creo que ellos aprendieron la lección.
Para las olimpiadas entre colegios militares yo era el entrenador del equipo de tiro, entre ellos estaban los cadetes Luis Lastarria, Jorge García Bedoya, Carlos Macedo y otros. Viajamos en los omnibuses del colegio y del Ejército hacia la ciudad de Arequipa; al llegar a Chincha paramos, yo le di plata al cadete García Bedoya y le dije: vaya usted al mercado que estaba allí cerca y compre dos kilos de zanahorias; los hacía comer zanahorias mañana, tarde y noche, ellos me decían: “mi Tte ¿por qué comemos tanta zanahoria?” Y les respondí: ¿”ustedes han visto alguna vez un conejo con anteojos”?, no, mi Tte. Claro pues, la zanahoria es buena para la vista, y como ustedes son del equipo de tiro, tienen que campeonar, y así fue, “campeones con el más alto puntaje”.
Un mes me tocó desempeñar la función de oficial de rancho, tanto de oficiales, profesores, empleados y cadetes. Recuerdo al profesor Ricardo Cazorla que todas las mañanas iba al comedor y le decía a uno de los mayordomos: “Tafur”, sírvame mi café, “negro como la noche” “frío como la muerte” y amargo como mis penas”. Tafur le servía una taza pequeña de esencia de café que nuestro querido profesor la tomaba de un solo trago.
En el año de 1967 ascendí a capitán.  Y me destacaron a la heroica ciudad de Tacna, pero, antes de viajar, me casé con el amor de mi vida, Ritela González Lindley. Después de tres años, de regreso a la capital en el año de 1970, nuevamente fui cambiado a nuestro Colegio Militar. En esta oportunidad serví bajo las órdenes del Crl Reynaldo Sánchez Macchiavello, excelente oficial de quien aprendí muchas cosas positivas para mi carrera. A él le pedí  que me permitiese seguir el curso de paracaidismo, que no lo había podido hacer por diversas razones; el Crl aceptó mi pedido, después de las pruebas de rigor logré ingresar a la Escuela de Paracaidismo del Ejercito. El curso es intenso, yo hacia el curso desde las 06.00 hrs hasta las 14:00 hrs y en las tardes regresaba al colegio para continuar con mi trabajo. Terminado el curso me gradué como paracaidista. Ese año fui el jefe de la XXV. Un día domingo que me encontraba de servicio observé a un cadete que estaba cabizbajo, meditabundo; lo llamé y le dije: “qué pasa, cadete, porque está así”… me contestó: “mi capitán estoy castigado ya más de un mes”. …. ¿Qué habrá hecho usted?, solo le queda cumplir como hombre el castigo impuesto”, “sí, mi capitán: lo que pasa es que tengo mi enamorada y no vaya a ser que me la vayan  a soplar“. En ese momento me acordé de mi época de cadete así que le dije: “muy bien cadete, usted va a salir por orden mía; a él se le iluminaron los ojos, pero yo le advertí: usted va a salir hasta las nueve de la noche, si usted llega un minuto después de esa hora, yo le elevo parte por evadirse del colegio. El cadete llego veinte minutos antes de la hora señalada.
En el mes de setiembre el Crl Director me dio la ingrata misión de llevar a sus casas a cinco cadetes que les habían dado de baja por medida disciplinaria. Subieron al ómnibus con sus cosas; además del chofer iba el suboficial Moscoso y un soldado del piquete del colegio. Al llegar a una calle de Jesús María, los cinco cadetes se escaparon del ómnibus por la puerta de atrás; yo, gorra en mano, el suboficial  Moscoso y el soldado, corrimos tras ellos, se escondieron en una tienda, los dueños del negocio dijeron que allí no estaban, yo les manifesté que se iban a ver involucrados en un proceso judicial por encubridores, así que salieron los excadetes y fue muy triste dejarlos en sus domicilios. De regreso al colegio le di parte al Crl Director de la misión cumplida y del percance que pasamos con dichos excadetes, el Crl… se rió. Estas son algunas vivencias pasadas como instructor.
Pasó el tiempo y en el año de 1985 ascendí al grado de coronel  y es en esta oportunidad, el señor general de División, Germán Ruiz Figueroa, Comandante General del Ejército, y excadete de la Primera Promoción me nombró como Director de nuestro glorioso colegio. Hasta dicho año, nunca la dirección del colegio había sido ocupada por un exalumno, pero Dios y el destino quiso que  yo fuese el primero en ocupar tan honroso cargo y de tan grande responsabilidad  la cual se extendió hasta el año de 1986, que me cupo el honor de dirigir los destinos de la XXXIX, XL, XLI y XLII). En el mes de enero fui reconocido como Director por el Comandante General de la Segunda Región Militar, paseamos por las instalaciones del colegio en su mayoría con una serie de deficiencias, el general me dijo: “¿cuándo cree Ud. que puede pasar la primera visita de comando?”, yo le pedí que fuese en la segunda quincena de marzo, antes del ingreso de los cadetes. En ese entonces más del 40% de congresistas (senadores y diputados) eran exalumnos de nuestro plantel, así como empresarios y directivos de diferentes organismos públicos y privados. El premier era el Dr Luis Alva Castro, excadete de la XIII prom. Desde ese momento me avoqué a pedir la ayuda necesaria para solucionar los problemas existentes. Invité a almorzar a Ernesto Furukawa, de la XXI prom y le pedí que me apoyara en la colocación de los vidrios que faltaban en los diferentes ambientes, él envió a sus ingenieros y me arregló el cien por ciento de lo solicitado, de lo cual le estoy eternamente agradecido. El dueño de pinturas Fast me regaló todo tipo de pinturas con las cuales dejé los ambientes en óptimas condiciones. El jefe del IPD -por gestiones de excadetes-  remodeló las canchas de fulbito y tribunas que están frente del Pabellón Duilio Poggi, se arreglaron camas, roperos, en fin, todos los ambientes para pasar la visita de comando. Realizada esta, nuestro querido colegio lució impecable. Por eso y mucho más doy gracias por tanta generosidad y desprendimiento a quienes me apoyaron, demostrando con ello el cariño que tienen por su alma mater. En el mes de abril me hizo llamar el Comandante General del Ejército, ya en su oficina me dijo: “¿cómo está nuestro colegio, qué apoyo necesitas? Había tantas necesidades materiales por atender que yo tenía previsto solucionarlas en el tiempo, así que le contesté: “mi general, yo quisiera hacer un santuario leonciopradino donde se plasme la vida del Coronel Leoncio Prado y que trascienda para las futuras generaciones de leonciopradinos. Él con una sonrisa me dijo “muy bien”, “dalo por hecho”. A los 15 días se presentó al colegio el general Germán Hamann Carrillo con el ingeniero Reyes, excadetes de la 1ra prom. para ver la construcción del santuario; yo les indiqué el sitio en el Pabellón Central donde estaría el santuario;  bueno, allí se hizo la obra con el profesor del Club de Teatro y en base a documentos históricos, hicimos la secuencia del fusilamiento del Crl Leoncio Prado, en ella participaron oficiales, profesores y cadetes. En mi época de Director, en este sacrosanto lugar, juramentaban los comités de honor. Un día de agosto, en mi primer año de director, se llevó a cabo la ceremonia de entrega de cordones (honor y distinguidos) para aquellos que por sus notas habían obtenido dicho galardón. Frente a la tribuna  llegaron  marchando  los cadetes premiados. El maestro de ceremonias (profesor Julio Black Sánchez) dio inicio al programa; desde mi sitio vi en la formación al cadete del 3er año Carlos Soto Mendoza, fue tal la emoción que sentí, que, rompiendo el protocolo, bajé de la tribuna, cogí un cordón de distinguido, me acerque a él y, con orgullo, se lo puse personalmente, dándole un paternal abrazo, ya que yo soy su padrino de bautizo.
En el mes de mayo invité a mis compañeros de la VIII a pasar en nuestro colegio un fin de semana, con internamiento (viernes, sábado y domingo), con una clase del recuerdo dada por nuestro profesor José Luis Córdova Seguín; una velada literario musical realizada por nosotros mismos y el domingo una misa y desayuno con nuestras familias y salida general. Antes de retirarnos y como un gesto de reconocimiento, los miembros de la VIII dejaron en la cabecera de la cama donde durmieron, un presente con un mensaje para cada cadete (contar lo que pasó en las noches del viernes y sábado fue de novela, lo dejo allí, como una cosa intima de mi promoción). Como un acercamiento entre los padres de familia y el colegio establecí que el día del cumpleaños del cadete, sus padres almorzaran en la mesa de sus hijos, después de lo cual tenían su salida extraordinaria. Dentro de su formación militar los cadetes asistían a los diferentes cuarteles de la Segunda Región Militar en Lima, donde recibían la instrucción militar correspondiente.
Tengo muchas vivencias más de mi paso por el glorioso Colegio Militar Leoncio Prado, vivencias que las guardo como un tesoro en lo más profundo de mi corazón.

Crl EP Juan Eduardo García García  VIII

Con afecto,
Ruben

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