domingo, 6 de septiembre de 2020

Honorato de Balzac

 

Honorato de Balzac


 

 

 

Fuente: Biografías

 

Novelista francés. Nació en Tours en el año 1799; murió en París en el mes de agosto de 1850. Corta fue su vida aun de esos pocos años, fueron bastantes los que Balzac perdió para su fama escribiendo con pseudónimos. Pero fueron bastantes muy pocas obras para rodear su nombre de la aureola imperecedera de la gloria. Balzac tuvo enemigos en vida y ha tenido detractores después de muerto. Pero ni los enemigos envidiosos de su fama lograron disminuir su celebridad, ni los detractores de su mérito lograron que dejasen de ser admirados sus libros La piel de zapa y El Padre Goriot.
        No son muy conocidos los pormenores de la vida de Honorato Balzac en sus primeros años: ni se tienen datos precisos de los estudios que hizo, aunque se presume que no fueron ni muchos ni muy brillantes, pues las condiciones de su carácter inquieto, bullicioso, le hicieron poco a propósito para ser estudiante aplicado. Tampoco son muy conocidos los sucesos que determinaron al escritor francés a seguir la senda del novelista: solamente consta que desde sus primeros años contrajo muchas deudas de las que no pudo verse libre durante su vida; que las dulzuras de la popularidad y del universal aplauso fueron muy a menudo amargadas por sinsabores y disgustos que le ocasionaron los acreedores implacables. ¡Cuántas y cuántas veces habría de interrumpir el trabajo empezado, cuántas se vería precisado a suspender una escena en la cual hubiese puesto su inspiración toda y toda su sensibilidad exquisita, para atender a las reclamaciones, brutalmente formuladas acaso, de algún acreedor cansado de moratorias o para obtener nuevos aplazamientos de quien estaba decidido a ejercitar todos los derechos del que reclama su dinero! ¡Cuántos y cuántos libros, cuántas escenas de sus comedias habrán sido terminadas a toda prisa, a fin de obtener algún centenar de francos con los cuales acallar las quejas de algún proveedor exigente! Y hay aún quien extraña que se adviertan desigualdades en el estilo de Balzac; que en una misma obra y de un capítulo a otro se echen de ver alteraciones en el tono general de los cuadros.
        Puede asegurarse que Balzac es el fundador de la novela llamada naturalista que han cultivado después en Francia los hermanos Goncourt, Flaubert y sobre todo Zola. Balzac no pretendió nunca, sin embargo, mostrarse como reformador o apóstol de nueva escuela: hay realismo demasiado frío en casi todos sus cuadros, adviértese amargura y desaliento en casi todas sus producciones; pero esta amargura y este desaliento no nacieron nunca de su deseo de dogmatizar, sino del estado de su ánimo; ni aquella frialdad era sistema de enseñanza, sino resultado fatal de su dolorosa experiencia. Imaginación viva, inteligencia poderosa y gran corazón, Balzac no llegó a comprender nunca las exigencias de la vida real; engolfábase en sus trabajos, a los que daba todo su cariño de padre pero cuyo valor despreciaba como administrador, y casi nunca sacaba de sus obras lo necesario para vivir muy modestamente y siempre en medio de grandes ahogos. De todas suertes Balzac será siempre un gran poeta de las costumbres de su siglo; un documento muy curioso para el estudio de la historia de su época y de su país; gran conocedor del corazón humano, y observador tan cuidadoso como inteligente de las debilidades del hombre.
       En el año 1848 casó Balzac con una princesa polaca llamada Rzewuska; acaso el matrimonio precipitó su muerte, que, como queda dicho, ocurrió en 1850. Los biógrafos apuntan que no fue muy feliz en su matrimonio. La enfermedad que lo llevó al sepulcro fue una afección cardíaca producida indudablemente por las emociones continuas y constantes, las zozobras no interrumpidas, los sobresaltos diarios, que fueron para el desdichado escritor lo que llama el vulgo pan de cada día.


 


    No es de este lugar un examen detenido, ni mucho menos un minucioso análisis de las obras de Balzac, que forman muy cerca de veinte tomos y que unidas a sus comedias, pues también escribió algo para el teatro, bien que con menos éxito, constituyen un trabajo prodigioso solamente desde el punto de vista de la cantidad, si se tiene en cuenta que es el fruto de ocho años de laboriosidad; ese análisis y ese examen darían extensión excesiva a esta simple noticia biográfica.

Se ha dicho ya que Balzac es excelente pintor de costumbres y es muy conocedor del corazón humano; tiene además gran aptitud para las descripciones y un gusto artístico delicado. Sus pinturas de los lugares en que desenvuelve las escenas de sus novelas son inventarios, pero inventarios que seducen por su belleza, comparable sólo a su exactitud. La lectura de las obras de Balzac deja, sin embargo, algo de frío en el alma, algo de escepticismo en el corazón: el autor del padre Goriot, si acertó alguna vez a presentar caracteres nobles, espíritus elevados, almas dignas, los presenta siempre rodeados de contrariedades, en lucha abierta contra las realidades de la vida social y vencidos por los escollos del medio ambiente: acaso ésta es la principal razón de sus derrotas en el teatro: el público del teatro no es el público del libro; al espectador no es posible tratarle como se trata al lector, y cuando algo que el autor dramático dice o presenta choca con demasiada rudeza contra la conciencia general de las muchedumbres, las muchedumbres protestan y rechazan las obras del poeta. Las amarguras de H. de Balzac no eran las más a propósito para seducir a los espectadores aleccionados en los melodramas.
       Las obras que Balzac publicó bajo pseudónimo son, entre otras: Los dos Héctor; El Centenario; El Vicario de las Ardennas; Carlos Pointel; La heredera de Birangue; El tártaro; Clotilde de Lusignan; La última hada; Miguel y Cristina; Anita o el criminal; El Anónimo: todas estas obras aparecen firmadas por Horacio de Saint Aubin, o por de Villague, o por lord Rhoone. El último Chouan fue la primera novela que Balzac escribió poniendo su verdadero nombre: y El último Chouan alcanzó un éxito extraordinario. Balzac había recorrido de un solo paso, raso de gigante, el camino que separa la oscuridad de la fama. Después de El último Chouan, Balzac escribió: La Fisiología del matrimonio; La piel de Zapa (indudablemente la más popular y mas comentada de todas sus obras); El Lirio del Valle; Cuentos filosóficos; La investigación de lo absoluto (una de las novelas más sentidas y mejor concebidas de las que han inmortalizado al autor); La historia intelectual de Luis Lambert; Eugenio Grandet; El Médico de aldea; El padre Goriot; Los parientes pobres; Farragas XXIII; La mujer de treinta años, y varias comedias. Balzac, pocos años antes de morir, reimprimió todas sus obras englobándolas bajo la denominación común: La Comedia humana; esta comedia humana aparece dividida por su autor en tres grupos de estudio: Grupo primero, Estudios de costumbres; Grupo segundo, estudios filosóficos; Grupo tercero, estudios analíticos. En los estudios de costumbres incluyó Balzac tres grupos, a saber: Escenas de la vida privada; Escenas de la vida de provincia y Escena de la vida parisiense.
       Como sucede siempre, Balzac, que había sido atormentado con crueldad y perseguido con encarnizamiento durante su vida, fue muy honrado y muy festejado después de su muerte. Con una parte mínima de lo que sus compatriotas han gastado para honrar la memoria del gran escritor habría quizá bastado para hacer menos amargos y menos tristes los últimos años de sus existencias. La semilla que Balzac dejó en su Padre Goriot, en La piel de zapa y en tantas otras ha fructificado y los Zola y los Flaubert y algunos otros de menos valía han recogido sus frutos. Sólo que si en Balzac las amarguras y las tristezas, el escepticismo y el sarcasmo traducían fielmente el estado de su naturaleza enfermiza y achacosa y de su espíritu dolorido por contrariedades sin cuento, en Zola, el niño mimado por la fortuna, tiene algo de ficticio y de artificial. El talento inmenso de Zola y su imaginación riquísima, su estilo deslumbrador por la brillantez y avasallador por la energía y sobre todo su idealismo de poeta que asombra siempre, a despecho del mismo autor, a través de los pasajes más naturalistas de sus libros, dan atractivo y color sui generis a los libros del Maestro, atractivo de que carecen seguramente las obras de los desdichados imitadores y poco aprovechados discípulos de Emilio Zola. Pero los triunfos de Emilio Zola, de los Goncourt y de Flaubert no oscurecieron nunca la justa, la merecida fama del que emuló a Moliere en la pintura del avaro en Eugenio Gaudet y de quien en Los parientes pobres hizo exactísima, bien que desconsoladora pintura de las ruindades y de las miserias del corazón humano, aun tratándose de parientes, cuando esos parientes son pobres. Balzac tuvo siempre de sí mismo una gran opinión; pero no acertó a dar forma a esa opinión suya para sacar de sus obras los productos que merecían y que han obtenido después libreros y editores y aun novelistas que valen mucho menos que él y que darían todas sus novelas (o podrían darlas saliendo gananciosos) por La investigación de lo absoluto.

Con afecto,

Ruben

 

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