Honorato de Balzac
Fuente: Biografías
Novelista
francés. Nació en Tours en el año 1799; murió en París en el
mes de agosto de 1850. Corta fue su vida aun de esos pocos años, fueron
bastantes los que Balzac perdió para su fama escribiendo con
pseudónimos. Pero fueron bastantes muy pocas obras para rodear su nombre de la
aureola imperecedera de la gloria. Balzac tuvo enemigos en vida y ha
tenido detractores después de muerto. Pero ni los enemigos envidiosos de su
fama lograron disminuir su celebridad, ni los detractores de su mérito lograron
que dejasen de ser admirados sus libros La piel de zapa y El Padre
Goriot.
No son muy conocidos los pormenores
de la vida de Honorato Balzac en sus primeros años: ni se tienen datos
precisos de los estudios que hizo, aunque se presume que no fueron ni muchos ni
muy brillantes, pues las condiciones de su carácter inquieto, bullicioso, le
hicieron poco a propósito para ser estudiante aplicado. Tampoco son muy conocidos
los sucesos que determinaron al escritor francés a seguir la senda del
novelista: solamente consta que desde sus primeros años contrajo muchas deudas
de las que no pudo verse libre durante su vida; que las dulzuras de la
popularidad y del universal aplauso fueron muy a menudo amargadas por
sinsabores y disgustos que le ocasionaron los acreedores implacables. ¡Cuántas
y cuántas veces habría de interrumpir el trabajo empezado, cuántas se vería
precisado a suspender una escena en la cual hubiese puesto su inspiración toda
y toda su sensibilidad exquisita, para atender a las reclamaciones, brutalmente
formuladas acaso, de algún acreedor cansado de moratorias o para obtener nuevos
aplazamientos de quien estaba decidido a ejercitar todos los derechos del que reclama
su dinero! ¡Cuántos y cuántos libros, cuántas escenas de sus comedias habrán
sido terminadas a toda prisa, a fin de obtener algún centenar de francos con
los cuales acallar las quejas de algún proveedor exigente! Y hay aún quien
extraña que se adviertan desigualdades en el estilo de Balzac; que en
una misma obra y de un capítulo a otro se echen de ver alteraciones en el tono
general de los cuadros.
Puede asegurarse que Balzac
es el fundador de la novela llamada naturalista que han cultivado después
en Francia los hermanos Goncourt, Flaubert y sobre todo Zola. Balzac no
pretendió nunca, sin embargo, mostrarse como reformador o apóstol de nueva
escuela: hay realismo demasiado frío en casi todos sus cuadros, adviértese
amargura y desaliento en casi todas sus producciones; pero esta amargura y este
desaliento no nacieron nunca de su deseo de dogmatizar, sino del estado de su
ánimo; ni aquella frialdad era sistema de enseñanza, sino resultado fatal de su
dolorosa experiencia. Imaginación viva, inteligencia poderosa y gran corazón, Balzac
no llegó a comprender nunca las exigencias de la vida real; engolfábase en sus
trabajos, a los que daba todo su cariño de padre pero cuyo valor despreciaba
como administrador, y casi nunca sacaba de sus obras lo necesario para vivir
muy modestamente y siempre en medio de grandes ahogos. De todas suertes Balzac
será siempre un gran poeta de las costumbres de su siglo; un documento
muy curioso para el estudio de la historia de su época y de su país; gran
conocedor del corazón humano, y observador tan cuidadoso como inteligente de
las debilidades del hombre.
En el año 1848 casó Balzac con una
princesa polaca llamada Rzewuska; acaso el matrimonio precipitó su muerte, que,
como queda dicho, ocurrió en 1850. Los biógrafos apuntan que no fue muy feliz
en su matrimonio. La enfermedad que lo llevó al sepulcro fue una afección
cardíaca producida indudablemente por las emociones continuas y constantes, las
zozobras no interrumpidas, los sobresaltos diarios, que fueron para el
desdichado escritor lo que llama el vulgo pan de cada día.
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Se ha dicho ya que Balzac es excelente
pintor de costumbres y es muy conocedor del corazón humano; tiene además gran
aptitud para las descripciones y un gusto artístico delicado. Sus pinturas de
los lugares en que desenvuelve las escenas de sus novelas son inventarios, pero
inventarios que seducen por su belleza, comparable sólo a su exactitud. La
lectura de las obras de Balzac deja, sin embargo, algo de frío en el
alma, algo de escepticismo en el corazón: el autor del padre Goriot, si
acertó alguna vez a presentar caracteres nobles, espíritus elevados, almas
dignas, los presenta siempre rodeados de contrariedades, en lucha abierta
contra las realidades de la vida social y vencidos por los escollos del medio
ambiente: acaso ésta es la principal razón de sus derrotas en el teatro: el
público del teatro no es el público del libro; al espectador no es posible
tratarle como se trata al lector, y cuando algo que el autor dramático dice o
presenta choca con demasiada rudeza contra la conciencia general de las
muchedumbres, las muchedumbres protestan y rechazan las obras del poeta. Las
amarguras de H. de Balzac no eran las más a propósito para seducir a los
espectadores aleccionados en los melodramas.
Las obras que Balzac publicó bajo
pseudónimo son, entre otras: Los dos Héctor; El Centenario; El Vicario de
las Ardennas; Carlos Pointel; La heredera de Birangue; El tártaro; Clotilde de
Lusignan; La última hada; Miguel y Cristina; Anita o el criminal; El Anónimo:
todas estas obras aparecen firmadas por Horacio de Saint Aubin, o por de
Villague, o por lord Rhoone. El último Chouan fue la primera
novela que Balzac escribió poniendo su verdadero nombre: y El último
Chouan alcanzó un éxito extraordinario. Balzac había recorrido de un
solo paso, raso de gigante, el camino que separa la oscuridad de la fama.
Después de El último Chouan, Balzac escribió: La Fisiología
del matrimonio; La piel de Zapa (indudablemente la más popular y mas
comentada de todas sus obras); El Lirio del Valle; Cuentos filosóficos; La
investigación de lo absoluto (una de las novelas más sentidas y mejor
concebidas de las que han inmortalizado al autor); La historia intelectual
de Luis Lambert; Eugenio Grandet; El Médico de aldea; El padre Goriot; Los
parientes pobres; Farragas XXIII; La mujer de treinta años, y varias
comedias. Balzac, pocos años antes de morir, reimprimió todas sus obras
englobándolas bajo la denominación común: La Comedia humana; esta
comedia humana aparece dividida por su autor en tres grupos de estudio: Grupo
primero, Estudios de costumbres; Grupo segundo, estudios
filosóficos; Grupo tercero, estudios analíticos. En los estudios de
costumbres incluyó Balzac tres grupos, a saber: Escenas de la vida
privada; Escenas de la vida de provincia y Escena de la vida parisiense.
Como sucede siempre, Balzac, que
había sido atormentado con crueldad y perseguido con encarnizamiento durante su
vida, fue muy honrado y muy festejado después de su muerte. Con una parte
mínima de lo que sus compatriotas han gastado para honrar la memoria del gran
escritor habría quizá bastado para hacer menos amargos y menos tristes los
últimos años de sus existencias. La semilla que Balzac dejó en su Padre
Goriot, en La piel de zapa y en tantas otras ha fructificado y los
Zola y los Flaubert y algunos otros de menos valía han recogido sus frutos.
Sólo que si en Balzac las amarguras y las tristezas, el escepticismo y
el sarcasmo traducían fielmente el estado de su naturaleza enfermiza y achacosa
y de su espíritu dolorido por contrariedades sin cuento, en Zola, el niño
mimado por la fortuna, tiene algo de ficticio y de artificial. El talento
inmenso de Zola y su imaginación riquísima, su estilo deslumbrador por la
brillantez y avasallador por la energía y sobre todo su idealismo de poeta que
asombra siempre, a despecho del mismo autor, a través de los pasajes más
naturalistas de sus libros, dan atractivo y color sui generis a los
libros del Maestro, atractivo de que carecen seguramente las obras de
los desdichados imitadores y poco aprovechados discípulos de Emilio Zola. Pero
los triunfos de Emilio Zola, de los Goncourt y de Flaubert no oscurecieron
nunca la justa, la merecida fama del que emuló a Moliere en la pintura del
avaro en Eugenio Gaudet y de quien en Los parientes pobres hizo
exactísima, bien que desconsoladora pintura de las ruindades y de las miserias
del corazón humano, aun tratándose de parientes, cuando esos parientes son
pobres. Balzac tuvo siempre de sí mismo una gran opinión; pero no acertó
a dar forma a esa opinión suya para sacar de sus obras los productos que
merecían y que han obtenido después libreros y editores y aun novelistas que
valen mucho menos que él y que darían todas sus novelas (o podrían darlas
saliendo gananciosos) por La investigación de lo absoluto.
Con afecto,
Ruben
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