Una joya: La última entrevista al coronel Francisco
Bolognesi
Publicado el 07-06-2020 Fuente actual: Diario La Crónica Viva
Lima Peru 2024
Dos semanas antes de su
inmolación, el 7 de junio de 1880 en la Batalla de Arica, el coronel Francisco
Bolognesi fue entrevistado por un corresponsal del diario “Rejistro Oficial” de
Ayacucho. Otro tesoro de los miles que se pueden encontrar en las bibliotecas.
140 años después, el coronel sí tiene quién lo lea.
El heroísmo del deber
Era el 23 de mayo de 1880.
El Ejército Perú-boliviano, reunido en Tacna, había tomado sus posiciones en el
“Campo de la Alianza” y esperaba resuelto el ataque del invasor, a quien se
podría divisar con la ayuda de un anteojo a pocas millas de distancia.
El que esta línea escribe,
fue enviado ese día a Arica, en una comisión importante, a bordo del Monitor
Manco-Cápac.
El tren extraordinario
salió para el vecino puerto a las 5 pm a fin de llegar en la noche a su destino
y evitar así el cañoneo de la escuadra enemiga, que colocada frente a la
desembocadura de los valles de Lluta y Chacalluta y fuera del alcance de las
baterías de tierra, impedía la marcha del convoy.
Los pocos pasajeros que
iban en el expreso, buscaron, como es natural, el mejor alojamiento y yo me
encaminé a casa de D J de M., vecino notable del lugar, persona muy digna y
respetable, cuya obsequiosa hospitalidad jamás podré olvidar.
El Jefe de la Plaza había
establecido su domicilio en la citada casa y tuvo la mayor satisfacción al
saber que yo venía de los altos de Tacna y que podía darle noticias fidedignas
de lo que ocurría en el campamento, pues es de notarse que no obstante la corta
distancia que la separa de esa ciudad, y á pesar del telégrafo y ferrocarril
que los unen, en aquella no se sabía lo menor respecto a los movimientos del
enemigo, al número de tropas con que contaba y a las mayores o menores
probabilidades de victoria de nuestras parte.
FranciscoBolognesi
El coronel Bolognesi, a
quien fui presentado, después de hacer los más gratos recuerdos de mi padre, de
quien fue compañero y amigo, entabló conmigo el siguiente diálogo:
-Vamos, Ud. que viene de
Tacna podrá darme noticias ciertas de nuestras tropas, pues las que aquí
recibimos, o son muy tardías o no satisfacen de ningún modo.
-Señor, nuestro Ejército
ocupa las mismas posiciones que tomó el general Campero: su estado de ánimo es
satisfactorio aun para el patriotismo más exigente y ha recibido mayor
estímulo, si cabe, con la incorporación de la “División de Tacna”, mandada por
el prefecto Dr. Solar y que está compuesta de las Gendarmerías de los Departamentos
de Tacna y Tarapacá, de las fuerzas de Policía y de la Guardia Nacional, en la
que figuran personas de toda condición social, que no ha trepidado en ofrecer
su contingente de sangre, en defensa de nuestra causa: todo, pues, asegura un
próximo triunfo y se cree que los chilenos, vista la actitud resuelta del
Ejército aliado, no se atrevan a avanzar y muden su plan de ataque.
-¡Qué disparate! ¿Se sabe
acaso el número de fuerzas del enemigo?
-Ignoro, señor, si
nuestros jefes están al cabo de esto, pero creo que nada se sabe de cierto y
que los cálculos que se hacen sobre el particular son aventurados.
-Entonces, ¿cómo quiere
Ud. que triunfemos? ¿Es posible, es racional confiar en la victoria sobre un
enemigo, cuya fuerza numérica no se conoce? ¿Por qué no se ha organizado un
servicio de espionaje cerca de él, que nos comunique cuantos datos nos
interesen? ¿Por qué no imitamos a nuestros enemigos, que están al cabo de lo
menos que ocurre en nuestro campamento y que no ignoran ni el número de soldados
que tenemos en los hospitales?
-Me parece, señor, que, si
nuestros jefes carecen de ese dato tan importante, en cambio han tomado sus
medidas para contrarrestar cualquier ventaja que nos lleven los chilenos, y por
lo mismo, nadie duda por un momento de la victoria.
- ¡Ay amigo! Ud. como la
generalidad de nuestros compatriotas, lo ve todo color de rosa; pero es
necesario convencernos de que nuestra condición no puede ser más triste: una
serie de errores en todo sentido ha marcado desde un principio esta guerra, y,
por lo tanto, el desenlace no lo veo favorable a nuestra causa. Cuando el
Ejército enemigo se ha decidido a atacarnos en nuestras propias posiciones, es
porque ha medido todos los inconvenientes que podían presentarse a su paso y ha
encontrado los medios de vencerlos; es porque tiene la plena seguridad de
conseguir el triunfo, pues este se lo garantiza con su mayor número de tropas,
con el poder relativamente superior de sus tres armas y con el arrojo que es
consiguiente a las ventajas que se han adquirido sobre el contrario. ¿Por qué
antes de que adelantase a Sama, no se ha destacado una fuerza respetable sobre
el litoral de Tarapacá? Con esta medida es más que probable que se le hubiese
llamado la atención por ese lado, y que su plan cambiase por completo.
-Aparte de los graves
riesgos que se hubieran presentado para tal expedición, creo que no había
elementos de bastante movilidad para llevarla a cabo.
-No pues, está Ud. en un
error. En el tiempo que me hallo al frente de Arica he proporcionado al
Ejército aliado más de 900 mulas, sacadas de los valles de Azapa y Lluta y
Chacalluta. Al habérseme dado el mando de la fuerza expedicionaria, yo le
hubiera buscado la movilidad necesaria y habría respondido también del éxito.
La condición actual de esta Plaza no puede ser más lamentable; todos la creen
inexpugnable y sin embargo no podrá resistir al enemigo, en un ataque combinado
de mar y tierra: es tan corto el número de sus defensores, que fácilmente
pueden ser arrollados en un momento.
- ¿Es posible, señor, que
tal sea su condición?, cuando todos la consideramos como un baluarte ante el
cual se estrellarán los esfuerzos del enemigo, en el caso de un desastre, tanto
más que es el punto de retirada que la sola razón aconseja.
-Lo que le digo a Ud. amigo.
Si la próxima batalla nos es desfavorable, como mucho me lo temo, Arica está
perdido y sin remedio, porque quedaremos aislados, por ue el enemigo traerá
aquí todas sus tropas victoriosas, para atacarnos en combinación con su
escuadra, porque tendremos que resignarnos a nuestra suerte. De mí sé decir a
Ud. que, como ciudadano y como Jefe de esta Plaza; preferiré morir antes que
rendirla, siquiera para que nuestros compatriotas se estimulen con nuestra
conducta, siquiera para que la Historia diga en sus páginas, al hablar de esta
guerra:
“Los defensores de Arica,
no obstante, lo desesperado de su condición, cumplieron con su deber,
prefiriendo morir en su puesto, antes que implorar la misericordia del
vencedor”.
Pronunciando tan sublimes
palabras, que ponían de manifiesto su acrisolado patriotismo y la grandeza de
su alma, fuimos interrumpidos por la llegada de dos oficiales que venían a dar
cuenta de una comisión.
Me despedí del Coronel
Bolognesi para no volverle a ver más.
Juan Carlos Flórez Granda,
director de SEHCAP (Sociedad de Estudios Históricos Coronel Arnaldo Panizo),
encontró esta joya mientras realizaba una investigación para preparar una
semblanza histórica del coronel Francisco Bolognesi. El artículo no lleva firma
y fue publicado el 7 de enero 1882 en el diario “Registro Oficial” de Ayacucho.
Investigation: Walter Sosa Vivanco
Con afecto,
Ruben
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