Relatos históricos
“La historia debe ser sobretodo la pintura de un
tiempo, el retrato de una época.
Cuando esta
se limita a ser el retrato de una persona o la pintura de una época, de una
vida, solo a medias es historia”. Joseph Joubert.
Nicolas de Pierola |
Nicolás de Piérola: El gran traidor de la Patria
Fuente:
Con nuestro Perú
Tu
revista digital te cuenta la verdad
(wwwconnuestroperu.com)
Esta es la historia que nunca nos enseñaron en el
colegio. Por conveniencia de los gobiernos traidores y corruptos. Durante el
gobierno de Prado, se corría un estribillo que decía: "Este jabón lava,
pero nunca sacará la mancha" y todo aquel que lo decía o escribía
terminaba en la cárcel Nunca olvidaremos nuestra Historia. Peruanos.
El rol de Nicolás de Piérola en la historia del
Perú
Seguramente Nicolás de Piérola debe ser uno de los
personajes que más daño ha causado al Perú y sin embargo, a través del tiempo
se le ha rendido pleitesía y hasta la principal avenida de Lima lleva su
nombre. En las escuelas y colegios del país nunca se narro la historia
verdadera de este político que le toco ser una figura preponderante en los
aciagos años de la guerra del pacifico, por el contrario se le menciona como al
patriota que dio todo de si, por su patria.
Ni los conocidos historiadores, Jorge Basadre, Pons
Muzo ni otros, se atrevieron a escribir la verdad sobre Piérola y no porque no
supieran cuál era lo cierto, sino, por el temor que casi siempre han tenido
estos intelectuales a las clases dominantes y de poder en el Perú. Además
sabían que pasando por encima de monstruosas verdades, podrían sus libros no ser aceptados por el Ministerio de
Educación del Perú y por otro lado no serian reconocidos como hombres ilustres.
Por ejemplo, nadie dijo que en realidad la guerra del 79 no fue con Chile, sino
que fue con un país poderoso como Inglaterra, la primera potencia del mundo en
esos años, que uso a Chile como instrumento para arrebatarle a Perú y Bolivia
las riquezas que guardaban su suelo, riquezas que como era natural fueron a
parar a las empresas inglesas después. Como una muestra de esto, puedo señalar
que Chile, por la adquisición de sus blindados Cochrane y Blanco Encalada, no pago
ni un solo peso a Inglaterra que los construyó.
Sin embargo es importante que la historia real se
vaya abriendo campo porque, como es sabido, solo los pueblos que conocen y
respetan su historia pueden aspirar a un futuro mejor. Para no explayarnos en este
tema nos centraremos en una parte de la historia.
Era el mes de noviembre del 1879, ya el Perú había
perdido el Huáscar en Angamos y solo le quedaba un débil barco de guerra
que era la corveta Unión. El gobierno de Mariano Ignacio Prado resolvió
hacer una colecta nacional para comprar dos blindados que podían significar la
salvación de la república; esta se llevo a cabo el último domingo del ese mes de noviembre y cuentan los que
vivieron por esos tiempos, que todo el Perú acudió a ese llamado, desde las
esferas acaudaladas, hasta los más pobres, las mujeres entregaron sus joyas y
los niños sus alcancías. Por los mismos días llegaba al Callao desde Santiago
de Chile, Nicolás de Piérola, país donde se encontraba exiliado y con el amparo
de la burguesía chilena que tenía el poder en esa nación. Apenas desembarco
empezó a conspirar en la oscuridad contra el gobierno, cosa que era costumbre
en él, porque este fue el eterno revoltoso, que hizo revoluciones y montoneras,
que siempre fueron derrotadas, por el gobierno de turno.
El 18 de diciembre del mismo año, el presidente
Prado a escondidas se embarca en el Callao en un vapor que iba a Panamá,
llevándose el producto de la colecta, que el pueblo peruano hizo para comprar
dos barcos blindados, cuando llego a Guayaquil renuncio a su cargo y se fue a
Paris de donde jamás volvió y fue un hombre acaudalado* en la ciudad luz. Esta
indignante traición apenas si se cuenta en la historia oficial del Perú.
Mariano Ignacio Prado no volvió, pero años más tarde si volvió su hijo Manuel
Prado Ugarteche y aunque parezca increíble, el pueblo peruano lo eligió dos
veces presidente. Es cierto que la amnesia de los pueblos no puede tener limite
y su familia en el país, fue poderosa y acaudalada, ostentando lujos y osadía y
todo eso con el dinero del hombres y mujeres, de niños y ancianos que se
desprendieron de lo que tenían, porque pensaron que así se salvaría la patria.
La huida de Prado significó el momento preciso que
buscaba Piérola para hacerse del poder y así al frente de una montonera entró
en Lima, para derrocar al gobierno que estaba a cargo del vicepresidente,
general La Puerta, hombre entrado en años y de poco carácter, que no opuso
mayor resistencia; además las tropas acantonadas en Lima, a través de sus jefes
anunciaron que no se batirían contra peruanos en un momento tan difícil para el
Perú, por lo que aceptaban el gobierno de Piérola, para no causar más males a
la nación.
Apenas Piérola tomo las riendas del país, empezó un
monstruoso plan contra su propio país, el Perú. Este hombre conocido como
vanidoso, engreído y ego centrista, comenzó a dar los pasos para hundir a
nuestro Perú, está claro que todo lo que hizo, fue cumpliendo consignas de sus
amigos chilenos, de quienes él fue siempre un especial huésped.
Lo primero que hizo fue cortar todo apoyo y
abastecimiento al ejército del sur acantonado en Tacna, sitio donde se llevaría
la segunda etapa de la guerra con Chile.
Al mando del
ejército del sur o de Tacna, como también se le llamaba, estaba el
Contralmirante Lizardo Montero, hombre que había combatido y derrotado a
Piérola años antes en una de las muchas revoluciones que este inició. Por lo
tanto lo tenía como enemigo político y sentía celos de él, porque si tenía
éxito en la campaña del sur, podría ser bien visto por el pueblo peruano y
podría arrebatarle la presidencia.
Pensando
así, de esa forma tan mezquina, condenó a estas fuerzas peruanas al más
absoluto abandono, en momentos en que se jugaba el destino del país.
El pueblo limeño al notar esta actitud, por demás
reprochable del dictador, salió a las calles en ruidosas manifestaciones,
pidiendo que se envíe socorro a los defensores del sur, que sufrían por escasez
de alimentos, armas, municiones, ropa y los refuerzos necesarios para
enfrentar al fuerte y numeroso ejército chileno que empezaba a
desembarcar en Ilo, en ese tiempo llamado Pacocha.
En Lima
había en ese momento dos divisiones de ocho mil soldados cada una que había
formado el general Lacotera, por orden del gobierno anterior y que permanecían inmóviles
en sus cuarteles. Piérola para acallar las protestas ordenó enviar un
cargamento secreto hacia Arica en la corbeta Unión, así fueron embarcadas con
mucha fanfarrea y teatro un cargamento, en el que se suponía iba la salvación
del ejército del sur. La misión era muy difícil, porque el puerto de Arica
estaba bloqueado por la escuadra chilena. Manuel Villavicencio, marino hábil e
inteligente, fue el encargado de llevar a la Unión a su destino, corrían los
últimos días del mes de febrero de 1880.
La Unión se
acercó al puerto de Arica en la madrugada del 26 de ese mes y empleando buenos
movimientos pasó en la oscuridad entre los buques chilenos y anclo en el muelle
del puerto peruano e inmediatamente inicio la labor de descarga, sin ocuparse
de contestar al cañoneo de la flota del país del sur. El Huáscar, que ya estaba
al servicio de la escuadra chilena, intentó espolonear a la Unión, pero un
certero cañonazo de una batería de tierra paró esa intención y además causo la
muerte de su comandante, de apellido Thompson.
A las cuatro de la tarde la faena había terminado y
sin perder tiempo y aun cuando el sol no se perdía en el horizonte, la Unión
con una hábil maniobra logra romper el cerco de la poderosa escuadra chilena,
en medio de las hurras peruanas del muelle, del asombro de los marinos chilenos
y el aplauso y admiración de los barcos neutrales, que en señal de saludo
lanzaron al aire sus sirenas. La Unión llego al Callao, sana y salva.
Pasada la euforia, los peruanos en Arica comenzaron
a desempacar el cargamento que vino en cajas cerradas y se dieron con la triste
sorpresa de que solo les habían enviado montones de tela blanca y dos
ametralladoras malogradas e inservibles. Piérola se había burlado de ellos
y del pueblo peruano en la forma más cruel que se le pudo ocurrir.
Este hecho,
que había levantado la moral peruana en un principio, significo un
terrible golpe al ánimo de los defensores del Perú. Respecto a esto, el
historiador chileno Vicuña Mackena dice "este hecho trajo desazón en los
espíritus entre la oficialidad y tropas peruanas". Ahora sabían los
peruanos del ejército del sur que estaban abandonados a su suerte y que no
recibirían nada de su propio gobierno. Piérola estaba cumpliendo su cometido,
facilitar la derrota del Perú.
En este escenario, se dio la batalla de Tacna o del
Alto de la Alianza, los chilenos avanzaron desde el norte con 18 mil soldados y
1200 jinetes de caballería, con numerosa artillería manejada magistralmente por
los artilleros ingleses. Los peruanos que estaban aliados con Bolivia opusieron
6500 peruanos y 3000 bolivianos, sin caballería y con 12 piezas de artillería.
El llamado ejército de Arequipa que había salido de
Arequipa hacía dos meses antes, al mando del Coronel Leiva, con 2000 soldados,
para unirse al ejército de Tacna, jamás llego, avanzó tan lentamente que el día
26 de mayo día de la batalla, se encontraba en Mirave a 130 kilómetros de
Tacna, de donde regreso a Arequipa. Naturalmente, este mal coronel no llegó a
su destino por órdenes de Piérola que era su amigo y coterráneo, ambos eran de
Arequipa.
A pesar de la tremenda diferencia de fuerzas el
encuentro fue horriblemente parejo, sobresaliendo el batallón Zepita al mando
de Cáceres; y por el lado boliviano, los Colorados hicieron honor a su fama de
aguerridos. Ante el tremendo empuje de valor y coraje aliado, el ejército
chileno empezó a retroceder y parecía que la victoria sería aliada, los
batallones chilenos retrocedían y estaban a punto de entrar en pánico, a pesar
de que los oficiales de ese ejército sableaban a los que daban la espalda.
Sobre este momento, Vicuña Mackena escribe: "Los batallones chilenos
retrocedían y parecía que iban a entrar en pánico, en ese
momento la suerte de Chile pendía de un hilo". Y lo que decía este
historiador era cierto, porque Chile había invertido todo lo que tenía en esta
batalla y si la perdía, simplemente perdía la guerra, porque les hubiera sido
imposible volver a formar otro ejército. Pero fue en esas circunstancias que se
detuvo el avance peruano, lo que había sucedido era, que se habían agotado las
municiones, entonces lo chilenos volvieron a la carga y a nuestros compatriotas
no les quedo más que batirse a la bayoneta.
Se perdió la batalla de Tacna y con ello la
oportunidad de salvar a la nación, todo por la traición de un cucufato que se
creía dios, que servía al enemigo, Chile. La derrota del ejercito de Tacna
agobió al pueblo peruano. Muchas lágrimas corrieron, cuando se difundió la
noticia; sin embargo en palacio de gobierno en Lima, hubo fiesta. El 28 de mayo
de ese mismo año, dos días después de la batalla, se publicó en el diario
oficial del gobierno de Piérola, llamado La Patria, un editorial que
empezaba con las siguientes palabras: “Hace dos días atrás fue destruido en
Tacna, el último reducto del corrupto régimen anterior", se refería a los
mártires del Alto de la Alianza, que todo el Perú lloraba. A ese punto llego la
insania mental de este dictador al servicio de Chile, en el peor momento de la
historia del Perú.
Pasaron los meses y el ejército invasor comenzó a
desembarcar en las cercanías de Lima, todos los militares conocedores de su
oficio le recomendaban salir al encuentro de esas tropas chilenas que estaban
desembarcando para batirlas por separado impidiendo que puedan concentrarse, el
diario El Comercio, en sus artículos y editoriales también exigía eso,
sin embargo Piérola reacio a todo consejo, permaneció inmóvil permitiendo que
los chilenos tranquilamente desembarcaran y se trasladaran a Lurín.
En el fondo
no quería delegar a nadie el mando del ejército, tampoco quería dejar palacio
de gobierno; por eso decidió esperar al ejército de Chile, en las puertas
de Lima. Así llego el 13 de enero de 1881, en San Juan se dio el primer
encuentro del compacto ejército chileno apoyado por su escuadra, contra un
ejército peruano totalmente mal dirigido por un ego centrista pechoño, como era
Piérola. Naturalmente el resultado no pudo ser bueno para los peruanos, que
tuvieron que retroceder hacia la segunda línea colocada en Miraflores.
Terminada la batalla de San Juan, la soldadesca
chilena se desbandó y comenzaron a saquear las residencias de Chorrillos y
cercanías, donde había muchas bodegas de vinos y otros licores, productos que
los soldados mapochinos comenzaron a beber en forma desenfrenada, mientras le
prendían fuego al pueblo.
Preocupado el General Baquedano, comandante en jefe
del ejército chileno, le pidió una tregua a Piérola, cosa que este aceptó
inmediatamente. Naturalmente que tenía que ser así, Piérola no podía permitir
una debacle del ejército chileno. En la noche, mientras el fuego consumía las
casas y residencias y los chilenos se mataban entre si y otros dormían en las
calles o deambulaban totalmente embriagados por el alcohol, se presentó ante el
dictador peruano el Coronel Cáceres para pedirle permiso y atacar con su
batallón de dos mil hombres a los chilenos en la absoluta convicción que con
esa acción terminaría con el ejército chileno que se hallaba desbandado y
borracho y con ello se ganaría la guerra. Naturalmente Piérola le negó el
permiso, aduciendo que le había dado su palabra al comandante chileno de que no
atacaría, una prueba más de que este hombre, servía a Chile.
Naturalmente, cuando ya a los chilenos se les pasó
la borrachera y se reagruparon, se olvidaron de la tregua y empezaron el ataque
contra la segunda línea defensiva que estaba en Miraflores; esto ocurrió a
medio día del día 15 de enero. Las mal distribuidas fuerzas peruanas poco
pudieron hacer y a Piérola, el comandante en jefe, no se le vio dar ni una sola
orden y cuando ya todo estaba consumado, se retiró del escenario hacia Lima y
para no dejar inconclusa su obra contra la Patria, ordenó a todos los soldados
depositar sus armas en el cuartel Santa Catalina. Por esta acción, los chilenos
cuando ocuparon Lima encontraron 15 mil fusiles en el mencionado cuartel.
Piérola, después de haber dado esta última orden, huyó a la sierra, pero
después de algunos años volvió a la escena política y como es normal el mal de
amnesia de nuestro pueblo, fue hecho presidente nuevamente.
___________
* Diversas investigaciones no han demostrado que
Mariano Ignacio Prado se apoderó del dinero que le dio el pueblo, o que lo
robó. Lo que sí se sabe con seguridad es que tenía muchas propiedades y hasta un banco en Chile, producto del robo del dinero
público (antes de la guerra). Como sucede con los empresarios peruanos de hoy, al tener intereses en
Chile, sus decisiones buscan siempre traicionar al Perú y favorecer a Chile.
[Nota del editor: Serias, tristes y vergonzosos episodios de la historia del Perú.
Y nos preguntamos el porqué de la corrupción que vive el país actual.
En su historia nacional podemos encontrar las
semillas de tan destructor mal.
Con afecto,
Ruben
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