Algo más del traidor Nicolás
de Piérola
En
un escenario de guerra, como la ocupación de Lima. Hasta dónde puede el ser
humano demostrar su desafecto por la patria que lo vio nacer, por su gente que
había sufrido y sufría los estragos de la violencia y que se debatía frente a
un enemigo que ocupaba, avenidas, plazas, cuarteles y palacios, manteniendo un
control férreo sobre nuestra capital.
Por qué razones, no sabemos hoy, quizá
por lealtad al amigo, antes que a su pueblo.
El tradicionalista Ricardo Palma fue muy amigo
del dictador Nicolás de Piérola.
En 1882, Ricardo Palma era corresponsal del
diario panameño El Canal, como tal, habitualmente enviaba sus despachos
que eran publicados bajo el seudónimo de Hiram.
Son verdades amargas, que se dieron
durante la guerra con Chile. Nunca hubo el interés de unirse para enfrentar al
enemigo común. La falta de una política de Seguridad Nacional, las ambiciones
de poder entre caudillos, la fuga cobarde, para proteger propiedades en
territorio enemigo y la traición entre peruanos fue la causa de la derrota.
En su despacho fechado el 11 de enero
de 1882, se expresa con frases muy duras del general Andrés A. Cáceres,
imputándole la comisión de una traición a Piérola, quien según él, lo había
ascendido a la clase de general. Calificar de traidor a quien había demostrado
heroísmo, valor y amor por su patria, era un calificativo moral inaceptable.
El Taita Cáceres merecía ese ascenso,
se lo había ganado y había demostrado en el campo de batalla, donde dejó regada
su sangre, que no solo era un líder por antonomasia, sino que había mostrado
valor frente al enemigo en Tarapacá y en defensa de Lima, un ejemplo para sus
tropas, era un hombre de convicciones morales elevadas.
Todos conocen el episodio, después de
la batalla le Chorrillos, los chilenos se desenfrenaron y presos del alcohol,
lo incendiaron y violaron mujeres indefensas. Cáceres pidió autorización a
Piérola para atacar y destrozar a las hordas y alcoholizadas tropas enemigas.
Había una tregua pactada entre ambos
ejércitos después de la batalla de Chorrillos, para auxiliar a los heridos,
recoger y enterrar a los muertos. Chile violó la tregua, sus tropas demostraron
absoluta indisciplina e insubordinación, fueron incontrolables para sus jefes.
Piérola ególatra, se creía por encima de generales, no autorizó. Otro hubiera
sido el resultado de la batalla de Lima, si el amigo de Palma, autorizaba el
ataque.
Como sabemos, mientras Cáceres lucho en
la defensa de Lima, quedó herido y salió de Lima subrepticiamente burlando la
vigilancia chilena, Nicolás de Piérola huía temeroso después de la batalla de
Miraflores, mientras miles de heridos eran repasados por las tropas enemigas,
que se ensañaron no solo con la ciudad sino con los heridos y sobrevivientes,
finalmente impusieron la ley marcial.
Ricardo Palma, equivocadamente hacía de
propagandista del enemigo, al atacar directamente al general Andrés A. Cáceres
y las topas bajo su mando, al afirmar que
“Tan luego como Lynch tuvo noticias de la desmoralización que cundía en
las tropas de Cáceres, se decidió a movilizar sobre ellas un cuerpo de ejército
chileno. Cáceres emprendió, el día de año nuevo, la retirada de Matucana, y al
emprenderla acabaron de dispersarse soldados.
Disponía de
5,000 hombres entusiastas antes de realizar su traición, y hoy no llegan a 800
los que le acompañan en su fuga a través de la cordillera”.
Ricardo Palma utilizaba la diatriba, el
engaño y la difamación sobre las acciones de Cáceres y sus tropas, haciendo
mofa y burla de la situación calamitosa que sufrían, calificando a Cáceres de
títere y monigote, al sostener que “Sin
la traición de Cáceres, fruto de las maquinaciones infames de los mercaderes
calderonianos y de su socio Hurlburt, muy distinta sería hoy la situación”.
Luego en un arranque de inspiración
estratégica, narra un plan de operaciones que presumimos le facilitó su amigo
Piérola, al sostener que “Piérola
con 3,000 soldados se habría unido a los 5,000 de Cáceres para amagar a Lima,
hostilizando sin descanso al ejército chileno…”. De igual manera
predice lo que habría hecho el ejército boliviano al indicar que, “A la vez el Ejército boliviano, que se
encontraba ya reunido en Oruro, habría emprendido campaña sobre Tacna y
Tarapacá”. Todo un estratega y visionario.
Como se sabe, Nicolás de Piérola luego
de huir de la capital, gobernaba el país itinerantemente, desde el lugar en que
se encontraba. No fue reconocido como presidente por las autoridades chilenas,
quienes autorizaron la instalación del Gobierno Provisorio del Dr. Francisco
García Calderón, elegido por los notables de Lima.
El Contralmirante Patricio Lynch,
mediante un bando publicado en el diario “La Situación”, el 28 de setiembre de 1881, arbitrariamente
cesó el gobierno Provisorio del Dr. Francisco García Calderón, pretextando la
comisión de una serie arbitrariedades. Posteriormente detenido fue enviado
preso a Chile, nombró en su reemplazo a su Vicepresidente el Contralmirante
Lizardo Montero
Al parecer, Ricardo Palma olvidó que su
gran amigo Nicolás de Piérola, accedió al poder mediante un golpe,
defenestrando al Vicepresidente general La Puerta, tras la huida de Mariano
Ignacio Prado. Es el mismo Nicolás de Piérola que abandona al ejército del Sur
por celos profesionales y nunca apoya los pedidos del general Buendía.
Es el mismo Piérola que pasa por encima
de las recomendaciones de los militares con experiencia, como el general
Cáceres, que le sugerían la organización del terreno de una manera sólida y no
en reductos dispersos, fácilmente rebasados por los flancos, como se demostró
durante el combate, y el retiro de batallones de reserva, para ocupar otros
emplazamientos, lejos de la zona de acción.
Es el mismo Piérola que mantuvo
almacenados en el Cuartel Santa Catalina, cañones y fusiles sin uso, que bien
pudieron entregar a las fuerzas del Sur y que las tropas chilenas capturaron y
utilizaron en contra de nuestras tropas, durante el enfrentamiento con las
tropas de Cáceres en la campaña de la Breña.
¿Quién realmente demostraba ser un
traidor?
Ricardo Palma realmente exageró en esta nota,
por ayudar a su amigo Nicolás de Piérola a recuperar la confianza de la
población del interior del país y principalmente de la capital que era testigo
presidencial de cómo el dictador, los había abandonado después de la hecatombe
de Miraflores. Palma con su proceder les hacía el juego a los publicistas
chilenos.
Batalla de San Juan
La Campaña de Lima marca el tramo final de la Guerra del Pacífico entre
Perú y Chile. Tras los triunfos en el Alto de la Alianza y en Arica, los
chilenos se alistaron para invadir la capital peruana, pero nuestros soldados
lucharon valientemente en las sangrientas batallas de San Juan y Miraflores.
Nicolás de Piérola Villena, en ese entonces presidente del Perú, pensaba
que los chilenos invadirían Lima por Ancón, al norte de la capital. Sin
embargo, el coronel Andrés Avelino Cáceres opinaba que la invasión comenzaría
al sur de Lima.
Efectivamente, 13 mil soldados chilenos invadieron el puerto de Pisco el
19 de noviembre de 1880, al mando del general Villagrán. El otro punto de
desembarco fue la playa Curayacu, en Lurín, donde ingresaron 26 mil soldados
chilenos.
Durante los primeros días de enero, el ejército chileno inició su marcha
hacia Lima, donde se enfrentó al valeroso ejército peruano en las batallas de
San Juan y Miraflores.
Batalla de San Juan
En medio de la invasión, Piérola dividió el Ejército de Línea en cuatro
cuerpos. Cáceres tomó el comando del cuarto, integrado por 4500 hombres, y se
concentró en San Juan, donde situó a sus tropas en los lugares más adecuados.
La noche del 12 de enero de 1881, un soldado chileno capturado informó
que el ejército invasor se había movilizado en orden de batalla a las 16.00
horas. A las 4.00 horas del día 13 de enero se escucharon tiros. Media hora
después, el ejército chileno cargó sobre el ala derecha, defendida por el
coronel peruano Lorenzo Iglesias. En ese momento, Piérola huyó hacia Chorrillos
y Cáceres asumió totalmente la dirección de la batalla, solicitando apoyo al
coronel Belisario Suárez, jefe de la reserva, pero sin resultados.
Sin auxilio, el cuarto cuerpo del ejército combatió durante tres horas
con las tropas chilenas, pero la superioridad numérica de éste era aplastante.
Tras luchar con coraje, Cáceres ordenó la retirada camino a Barranco.
En el camino, el mariscal logró juntar un grupo de hombres y se dirigió
a socorrer al coronel Miguel Iglesias, quien peleaba en el Morro Solar de
Chorrillos. Los peruanos lograron poner en fuga a una columna chilena, pero
recibieron la orden de dirigirse hacia Miraflores. Eran las 14.00 horas del 13
de enero.
Al caer la tarde, la batalla de San Juan había originado 10 mil bajas
entre ambos ejércitos. Los chilenos, eufóricos con la victoria, saquearon e
incendiaron el lujoso balneario de Chorrillos, asesinando civiles a su paso y
haciendo caso omiso a las banderas neutrales.
Batallas de San Juan y Miraflores, 13 y 15 de enero de 1881
En el morro Solar, actualmente existe un monumento al soldado
desconocido, que representa a todos aquellos heroicos defensores para evitar
que Lima caiga en manos del invasor chileno y en su base está la placa de
bronce con la relación de Oficiales fallecidos asi como el personal
de tropa.
Detalle de fallecidos y heridos:
Detalle de fallecidos y heridos:
Generales : Heridos....................................03
Coroneles :…. Muertos.................................. 13
Heridos.................................. 18
Tte coroneles : Muertos................................ 13
Heridos................................. 03
Sargentos
Mayores : muertos................................ 16
Heridos................................. 20
Capitanes : Muertos............................... 46
Tenientes : Muertos............................... 43
Sub tenientes : Muertos............................... 45
Soldados : Muertos.............................. 6000
Este es el saldo 6,176 heroicos defensores de la patria, que ofrendaron sus vidas en las batallas de San Juan y Miraflores, libradas el 13 y 15 de enero de 1881.
Con afecto,
Rubén
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