Relatos históricos1-c
¿Qué es la
historia? Una sencilla fábula que todos hemos aceptado. (Napoleón
COLONIALISMO 175 años
de la Primera Guerra del Opio
Opio para el pueblo, la droga que aseguraba el monopolio del té
- La Independencia de EE.UU y su competencia en China significó para Gran Bretaña un revés comercial que afectó negativamente a su balanza de pagos
- Para recuperar el dominio del comercio de la popular infusión, un bien de beneficios millonarios, introdujeron el narcótico en China, que provocaría las Guerras del Opio
Juan Rivas
Moreno
Actualizado:
25/06/2014
Cuando
Lord McCartney volvió de su embajada a China en 1794, trajo consigo un rechazo
absoluto por parte del gobierno Qing a todas las concesiones que los
representantes británicos habían solicitado, y una carta del emperador Qianlong, dirigida al rey
Jorge III, explicando la inutilidad de los lazos comerciales entre el Imperio
Celeste y las naciones "bárbaras".
En
1794, la China manchú era el estado más populoso, rico y extenso con
diferencia. China había alcanzado su cénit y su máxima expansión bajo el
reinado del emperador Qianlong, y nadie podía haber previsto en aquella época
que, tan sólo cuarenta y cinco años más tarde, las fuerzas británicas
doblegarían a los emperadores manchúes en la Primera Guerra del Opio.
Detrás
de la predominancia europea se encontraba una mercancía de dudosa legalidad: el
opio
Sin
embargo, Gran Bretaña y Europa
sufrieron una metamorfosis entre 1794 y 1839, un proceso de cambio continuo
cuyo resultado final era irreconocible en comparación con el punto de inicio.
En menos de medio siglo, Inglaterra le había
ganado la mano al imperio manchú e iniciaría un proceso que pondría a
Europa y al mundo occidental en el centro de todos los mapas. No obstante,
detrás del proceso que supuso el nacimiento de la modernidad y de la
predominancia europea se encontraba una
mercancía de dudosa legalidad: el opio.
Té: el veneno de Europa
El
16 de diciembre de 1773, un grupo de colonos de Boston vestidos de indios
americanos consiguieron colarse en barcos de la Compañía de las Indias
Orientales y arrojar todo un cargamento de té al agua en protesta por el Acta del Té de 1772.
Este evento, conocido como el Motín del
Té, ha sido el escogido por la historiografía posterior para señalar el
comienzo de la Revolución Americana. Sin embargo, el principal impacto del
Motín del Té no fue de dimensión
americana sino global.
La
importancia del Té cómo símbolo de la Revolución se debe a que representaba el
poderío imperial británico. Desde 1600, la
Compañía de las Indias Orientales ostentaba el monopolio del comercio
con Asia, y la principal recurso que importaba era el té. El té se había
convertido en un bien de consumo global y habitual, demandado en todos lados.
Sin embargo, a finales del siglo XVIII sólo
podía comprarse en un país: China.
El
Motín del Té, 1773.
A
lo largo de los siglos XVII y XVIII, la Compañía Británica de las Indias
Orientales había conseguido hacerse con el
monopolio de un bien tan demandado. La carta otorgada por Isabel I le
garantizaba la ilegalidad de la competición nacional (y por extensión prohibía
la participación de los colonos americanos en el comercio del té), y la Guerra de los Siete Años había acabado
con el principal competidor internacional de la Compañía, Francia. Con la
victoria de Clive en la batalla de Plassey, la Compañía de las Indias
Orientales se había asegurado la primacía en la compra-venta de té en toda
Europa.
A
partir de la independencia de EE UU (1783) la Compañía de las Indias Orientales
tuvo que soportar la presión de la competencia americana en China
Las
tornas cambiaron con la derrota de Cornwallis en Yorktown en 1781, y la
independencia de los Estados Unidos, reconocida en 1783. A partir de esta
fecha, la Compañía de las Indias Orientales tuvo que soportar la presión de la competencia americana en China,
en la que participaron magnates de la talla de John Jacob Astor. Con su
monopolio quebrantado, la Compañía de
las Indias se vio obligada a sobrepasar
en volumen de compras a sus competidores, doblando sus importaciones de
té en los años que siguieron a la independencia. Sólo había un problema: los
chinos, como el emperador Qianlong había hecho saber a Lord Macartney, sólo
aceptarían plata.
La balanza de pago y el opio
Con
la independencia de las Trece Colonias sobrevino otro problema: las ingleses
habían perdido su principal fuente de algodón, por el que tendrían que pagar
precios de mercado en vez de tarifas preferentes. El algodón se convertiría en
un material imprescindible para los telares de Lancashire y Birmingham, el
alimento fundamental de la Revolución Industrial.
Con
el precio de mercado del algodón, agravado por la competición en el comercio
del té, y las autoridades chinas negándose a aceptar cualquier otro bien que no
fuera plata, Inglaterra sufría una
balanza de pagos negativa que suponía, en términos reales, una sangría
del capital necesario para financiar la industria emergente.
La
importaciones de té se cuadriplicaron entre 1761 y 1800 para hacer frente a la
competición americana, y el 90% del cargamento que exportaba la Compañía de las
Indias a China era plata.
Para
hacer frente a esta crisis, los
comerciantes ingleses introdujeron una nueva mercancía que los chinos
comprarían, y que ayudaría a equilibrar la balanza de pago: el opio.
La
venta de la droga financiaba las actividades de la Compañía de las Indias
Orientales en la India, que había sido rescatada de la bancarrota en 1772,
La
victoria de Clive en Plassey había otorgado a los británicos el control de la
rica provincia de Bengala, y con ella, el dominio sobre la producción de opio. El opio comenzó a
intercambiarse en China a cambio de té, hasta el punto de que en 1836,
Inglaterra consiguió volcar la balanza de pagos a su favor.
El
opio no sólo era fundamental para cuadrar las cuentas del comercio entre
Inglaterra y China. La venta de la droga financiaba las actividades de la Compañía de las Indias Orientales en la
India, donde tenía que haber sido rescatada de la bancarrota por el
gobierno británico en 1772, el mismo año en que tuvo lugar el Motín del Té de
Boston. En 1822, el opio representaba el 11% de los ingresos del imperio indio.
Con
la intrusión de los colonos americanos
en el comercio del opio, los ingleses también consiguieron equilibrar su
balanza de pagos con América: dado que la C.I.O. controlaba la producción de
opio, los mercaderes británicos idearon un sistema de intercambio de bienes.
Inglaterra podía comprar algodón en los estados sureños a cambio de títulos de
propiedad reservados en opio de Bengala, que los americanos más tarde
intercambiaban por té.
En
vísperas de la Primera Guerra del Opio
de 1839, la droga se había convertido en la herramienta imprescindible
de un sistema de intercambio global que financiaba la deuda pública de la India
Británica, proveía las fábricas inglesas de algodón a bajo precio, mantenía
vivo el comercio del té y daba un extra de capital en plata china. Tan sólo la
venta de té en Europa representaba una cifra equivalente al coste de la Armada
inglesa. El opio alimentaba el
entramado mercantil que hacía posible la Revolución Industrial, y que
garantizaría la superioridad de Inglaterra y Occidente.
El nacimiento de Occidente
El
comercio del opio tuvo un éxito inmediato. La dirección del tráfico de la plata
cambió de rumbo por vez primera desde el descubrimiento de América, de Oriente
hacia Occidente. El metal precioso que se había acumulado desde los siglos XVI
a XVIII revirtió de nuevo en Europa, vaciando los cofres del imperio más grande
del mundo.
Los
británicos vivirían en 1839 su propio "Motín del Opio" cuando el Comisario Lin, enviado desde Pekín,
asedió las legaciones extranjeras en Cantón y obligó a todos los mercaderes
británicos a entregar la droga que poseyeran. Este incidente desencadenaría la Guerra del Opio, de
la que se celebran 175 años, la primera contienda entre China y una nación
Europea.
Con
la derrota del imperio Qing empezó
un proceso para abrir China al exterior
que agilizó el trasvase de capital que había iniciado años antes el comercio
del opio. Esta gran cantidad de plata y oro alimentaría durante el siglo XIX y
principios del XX el sistema mercantil global, cuyo centro sería Europa y el
mundo Atlántico, quienes ostentarían la supremacía mundial hasta la Segunda
Guerra Mundial.
Con
afecto,
Ruben
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