Relatos históricos 1-a
¿Qué es la
historia? Una sencilla fábula que todos hemos aceptado. (Napoleón
Primera
Guerra del Opio
Fuente:
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La
Primera Guerra del Opio o la primera guerra anglo-china (First Opium War, Opium War o Anglo-Chinese War en inglés) (中英第一次鸦片战争,
第一次中英战争 o 通商战争 en chino) fue un conflicto armado librado entre
el Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda
y China entre 1839 y 1842, por diferencias en cuanto al comercio
con opio en la China continental. Reino Unido buscaba la apertura del tráfico de
opio, mientras que el gobierno imperial de la China intentaba prohibirlo.
Consecuencias
Las
tropas chinas no pudieron hacer frente a los británicos, se rindieron ante
ellos, y China tuvo que aceptar la rendición con la firma del Tratado de Nankín. El tratado se firmó el año de 1842 y
estipulaba el fin de la Primera guerra del Opio.
Con
él, China cedía la isla de Hong Kong al Reino Unido y aceptaba la apertura
de sus puertos al comercio internacional. El 1 de julio de 1997 Hong Kong fue
devuelto a China (155 años después de la firma del tratado).
Antecedentes
Debido
a que el comercio con China era una nación conservadora de sus tradiciones y aislada dl
resto de naciones’ la cual veía las ideas de occidente como problemáticas para
el estado actual de su nación, pues las naciones occidentales no poseían nada
de valor para intercambiar, se empezaron a buscar distintos métodos, entre
ellos la venta de drogas y adictivos a la población. Para 1839, el opio surtido
por Estados
Unidos,
Reino Unido y Francia había alcanzado a los campesinos aislados y los obreros
gastaban 2/3 de sus ganancias en mantener su adicción.
Ante
esto, el emperador chino prohibió el opio y expulsó a los comerciantes
británicos, que al llegar a Londres se quejaron ante el gobierno británico, el cual decidió
atacar a China con su poderosa flota para obligarla a comprar el opio cultivado
en la India británica.
La primera guerra del Opio (1839-1842)
(Publicado por contextos
21 Septiembre 2017)
Por
Julieta Ocampo
(Estudiante
del profesorado de historia de la UNGS)
Introducción
En el siguiente texto desarrollaré una breve introducción de
la situación económica de Gran Bretaña durante los comienzos del siglo XIX, y
la situación económica y social que vivió China en el mismo periodo. Esto
servirá después para exponer las posibles causas que provocaron la primera
Guerra del Opio ocurrida entre 1839 y 1842. Luego analizaré los debates
sucedidos tanto en la Corte Imperial de China como en el Parlamento Británico
en cuanto a las medidas que debían tomar tanto China para combatir el
contrabando de opio, como Gran Bretaña para lograr mantener el contrabando o
por lo menos, lograr la apertura de China hacia el comercio internacional.
Además, desarrollare el carácter de los “tratados desiguales” una vez terminada
la Guerra del Opio y cómo esto repercute en China y en Gran Bretaña. Por
último expondré una breve conclusión personal.
Contexto previo a la Primera Guerra del Opio
Para analizar los sucesos ocurridos en China con respecto al
tráfico de opio es importante tener en cuenta la situación económica de Gran
Bretaña. La Compañía de las Indias Orientales, que a finales del siglo XVII
había obtenido por parte de la reina Isabel I de Inglaterra una Carta Real
concediendo el comercio exclusivo con las Indias Orientales, había apuntado a
partir del siglo XIX su capital comercial hacia el lejano oriente con el
objetivo de expandir su mercado para vender sus excedentes industriales. La
preocupación por la estabilidad de sus mercados en el exterior se vio
gravemente tocada por la pérdida del monopolio comercial con la India en 1813,
esta preocupación puso de manifiesto la necesidad de la Corona Británica de
mantener sus ingresos en vez de acrecentarlos. Además, la Revolución Industrial
comenzó a exigir al mercado inglés una acumulación de capital mayor, por lo que
el comercio con China sería vital para Inglaterra. La balanza comercial de Gran
Bretaña se encontraba en déficit de exportaciones y las manufacturas
textiles ya no cubrían los gastos de importaciones que realizaba el Imperio,
debido a que al perder el monopolio con la India los productos manufacturados
ya no eran vendibles allí, por lo que el pago de las importaciones hechas desde
China debían pagarse en plata, generando así un desbalance. “…la falta de
demanda de lanas británicas y de textiles manufacturados en los centros
industriales del norte de Inglaterra, la obligó a utilizar la plata como el
medio principal de intercambio por las exportaciones chinas.”
Así, comenzó a darse lo que el autor, Harriet Evans, llama
“comercio country”, un comercio entre la India, China y la Compañía de las
Indias Orientales. Evans señala que el objetivo de este comercio sería, en un
principio, el de equilibrar la balanza comercial. Al mismo tiempo, este
comercio respondía tanto a los intereses británicos de acumular beneficios
comerciales, como a la demanda doméstica en el interior de China. Este tipo de
mercado fue el que terminó “beneficiando” al tráfico de opio, su demanda creció
tan rápido que pronto otros productos se vieron opacados.
Entre los años 1813 y 1833 China dobla sus exportaciones de
té pero multiplica por cuatro las importaciones de opio. Los comerciantes
ingleses lograron introducir el opio a la vida cotidiana de China, logrando
crear la necesidad de consumo de este producto. El opio, descrito como una
droga sumamente adictiva y corrosiva, había comenzado a inundar a toda China,
corrompiendo el orden social y económico del imperio Chino.
El principal de los problemas que se pueden plantear en
cuanto a la comercialización del opio es el referido al enorme comercio ilegal
y el contrabando entre los mismos comerciantes privados que eran presos del
monopolio que ejercía la Compañía de las Indias Orientales sobre el comercio en
China. Esto podría explicarse, por un lado, debido al hecho de que el gran
Imperio Chino siempre había sido muy hermético en cuestión de intercambios
culturales, comerciales y sociales, para los incuestionables emperadores chinos
las influencias de Europa solo traerían caos a la vida social y crisis en el
sistema político, por lo que los comerciantes europeos estaban obligados a
pagar con plata los productos que se extraían de China ya que no se realizaba,
por el contrario, un intercambio de artículos. Esto fomento de forma drástica
el comercio ilegal y el contrabando del opio, siendo por un lado, un producto
liviano que hacía que el transportarlo sea más sencillo; por otro lado, como
había mencionado anteriormente, el opio era un gran sustituto de la plata que
hasta ese momento Inglaterra usaba para pagar lo que importaba de China así,
cuando dejaron de utilizar la plata, los niveles de ganancia se mantuvieron en
equilibrio. Además, los comerciantes privados tenían el gran beneficio de tener
fácil acceso al mercado gracias a las licencias que conseguían a través de la
Compañía de las Indias Orientales. Ya para mediados de la década de 1830 el
contrabando había incursionado en China, abriéndose paso por toda la costa sur
de China hasta introducirse en el corazón del Imperio, “…la venta de opio se
extendía hacia el interior, en Guangxi, Huanan, , Guangdong, Jiangxi, Fujian, y
desde la cuenca media del Yangzi hasta Shanghái.”
Repercusiones en China
Este drástico crecimiento del comercio de opio y su
extensión a lo largo de toda China trajeron graves repercusiones para el
imperio. Por un lado, el opio había invadido todos los ámbitos sociales, desde
el urbano, el campo y hasta en la esfera militar, dando prueba de su intensa
adicción. Para 1837 el opio representa un 57% de las importaciones de China.
A nivel económico, las demandas de opio, trajeron consigo
una grave crisis financiera: el gasto anual producido por los consumidores de
opio superaba por mucho los ingresos que el gobierno chino acumulaba. A esto se
le sumó el incremento global en el comercio exterior, la monetización de la
economía rural y la comercialización del mercado doméstico. Además de la crisis
financiera provocada, la salida de plata originó una rápida inflación como
consecuencia a la emisión de moneda sin respaldo y la alteración de la moneda
cobre para compensar la falta de plata. Por otro lado, la corrupción se había
vuelto moneda corriente entre los funcionarios, comerciantes, intermediarios,
etc., que compartían intereses personales y comunes, la corrupción de los
puertos se hacía cada vez más notable, por lo que el emperador comenzó a
promulgar edictos que detuvieran tanto el contrabando como la corrupción dentro
del sistema. En la película “La guerra del opio”, producida luego de la
recuperación de Hong Kong, puede verse los intentos del emperador por eliminar
completamente no solo la corrupción, aplicando castigos severos a los corruptos
y hasta sentencias de muerte, sino también el contrabando y el consumo de opio.
Sin embargo, estos intentos han resultado siempre inútiles e ineficaces debido,
entre otras cosas, a la lejanía que existía entre la ciudad imperial y los
puertos.
En la esfera social, como ya había mencionado anteriormente,
el consumo masivo de opio generó desequilibrios sociales, convirtiendo a las
principales ciudades portuarias en centros de corrupción e insubordinación. Al
mismo tiempo, al consumo excesivo de opio se le atribuía una razón social que
ahondaba en la necesidad de “escapar” a los desequilibrios sociales de los que
la comunidad había estado envuelta en el último periodo, la utilización de la
droga era considerada una reacción de la sociedad a la crisis. Así, con
esta acentuación del caos, el imperio Chino comenzó a imponer regulaciones más
severas hacia los extranjeros, restringiendo el comercio con los extranjeros y
calificando de “traidores” a aquellos chinos que tuvieran algo que ver con los
comerciantes ingleses.
Debates y el estallido de la guerra
Dentro de la Corte Imperial China, el debate sobre qué se
debía hacer con el contrabando de opio, dio paso a una polarización de
opiniones. Por un lado, se distinguía el bando “moralista” que apelaba a la
doctrina confuciana para mostrar al “opio como una religión herética que
disuelve a China y la arrastra a niveles de los bárbaros.” Esta postura estaba
liderada por Lin Zexu que propuso como solución medidas drásticas que
prohibieran el contrabando de opio y su consumo. Por el otro, un grupo dirigido
por Xu Naiji, viceministro de la corte sacrificial, planteaba que el problema
era más de tipo económico: ya que el problema era el déficit en la balanza
comercial debido a la perdida de plata, la solución sería legalizar el comercio
mediante el trueque e imponer tarifas a las importaciones o mismo, comenzar un
cultivo de opio en la propia China. Sin embargo, el bando moralista fue quien
ganó el debate y en 1839 Lin Zexu, fue nombrado comisionado responsable de
hacer cumplir el edicto del emperador que prohibía el consumo y la
comercialización del opio en Guangzhou.
No hay que perder de vista, que se suscitó también en el
Parlamento británico un debate en cuanto a cómo reaccionar frente a las
imposiciones que el imperio chino estaba llevando a cabo para perjudicar el
comercio inglés. Se habla en toda Gran Bretaña sobre el injusto ataque hacia
los comerciantes ingleses por parte del gobierno Chino y la violencia ejercida
por el mismo en los castigos hacia los chinos que comercian con los
extranjeros. El bloqueo del comercio en el puerto de Cantón y la prohibición
absoluta del comercio con ingleses desata en Gran Bretaña y sobre todo en los
centros industriales, un reclamo por una respuesta inmediata al conflicto. “El
debate hace furor en Inglaterra: se habla de horror del opio, del derecho de
los chinos, del de los británicos, del derecho a comerciar.” Por un lado, Sir
Thomas Staunton plantea que sí bien es posible llegar a un acuerdo a través de
negociaciones diplomáticas, dada las características del gobierno y del pueblo
chino, esto no sería posible sí no hubiera de por medio manifestaciones de
fuerza, Staunton considera que los ataques de Lin le dan derecho de iniciar
este tipo de confrontaciones armadas en justificación a los beneficios del
comercio inglés. En oposición, surge un argumento por parte de Gladstone
contradiciendo al Gobierno, donde acude a la moral y el honor de Gran Bretaña,
caracterizando a la guerra contra China como una guerra cruel e injusta desde
sus orígenes por la simple razón de querer proteger en nombre de Gran Bretaña
un tráfico infame, “Con un pequeño retraso, toda Inglaterra partió a combatir
contra China”
Guerra del Opio y los “tratados desiguales”
Cuando el comisionado Lin Zexu ordenó que se clausure en su
totalidad Guangzhou al comercio extranjero los británicos reaccionaron
declarando la guerra. Más allá de los intentos del ejército manchú por frenar a
las tropas inglesas, no pudieron hacer frente a las armas y cañones más
poderosos con los que contaba la Marina Británica. Sumado a la ineptitud tecnológica
y estratégica del ejército manchú, en la Corte Imperial de China, la línea dura
que había apoyado a Lin Zexu con las medidas prohibitivas y las restricciones
al comercio con extranjeros se doblegó frente a la línea más conciliadora de la
corte. Así, en 1842, China capitula y firman entre los dos bandos bélicos el
primero de los muchos tratados que serían considerados desiguales.
El tratado de Nanjing imponía la apertura de cinco puertos:
Guangzhou, Shanghai, Ningbo, Xiamen y Fuzhou, dónde además los extranjeros
contaban con el derecho a residir y ejercer su actividad comercial; el sistema
cohong fue abolido y se estableció un sistema de libre comercio; la isla de
Hong Kong fue cedida a los británicos por 155 años y obligaba a China a pagar
una indemnización por la guerra; se permitió que los extranjeros compraran
tierras y establecieran instituciones educativas; los barcos de guerra
extranjeros tenían el beneficio de trancar en los puertos si la situación
comercial lo exigía; existía dentro de este tratado una cláusula esencial
llamada “nación más favorecida” que: “permitió que cada una de las naciones
representadas en los tratados con China, disfrutará de todos los privilegios
acumulados previamente por las otras naciones”. Esta cláusula será fundamental
para explicar el posterior traspaso del control económico de la corte hacia los
gobiernos extranjeros.
Pronto estos tratados desiguales traducidos en concesiones
y jurisdicciones extranjeras comenzaron a necesitar modificaciones por
parte de los británicos que, gracias al libre comercio y la libre competencia,
comenzaron a sentirse amenazados por otras potencias extranjeras. Así, a lo
largo de la década de 1840 y principios de 1850, los ingleses se preocuparon
por sentar las bases legales que protegen sus intereses económicos: era
necesario la representación diplomática en la Corte Imperial. Sin embargo,
debido a las características del gobierno chino, adoctrinado en el principio
moral y la persuasión, tales representaciones eran innecesarias. Esto chocaba
con las nociones occidentales de derecho internacional a la representación
diplomática. Por otro lado, la carencia de instituciones que facilitaran las
negociaciones respecto a la modificación de tarifas impuestas por el gobierno
Qing, hacía más imposible encontrar punto de encuentros con los chinos. Existía
una necesidad jurídica que fomentara las aplicaciones de los derechos de los
tratados extranjeros que se traducía en dos ejes principales: las concesiones y
la jurisdicción extranjera. Las primeras aseguraban lo derechos de residencia a
los extranjeros en los puertos abiertos, a pesar de ello, China conservaba su
soberanía sobre las decisiones con respecto a los límites de las concesiones,
pero no sobre su estatus político. En cuanto a la jurisdicción los ingleses
buscaban tener mayor autonomía dentro de sus concesiones territoriales, por lo
que el derecho de extraterritorialidad, que implicaba que todos los extranjeros
y los nacionales que vivían en los barrios de las concesiones estuvieran exentos
de la autoridad judicial Qing y sujetos a las leyes de la nación representada,
era fundamental. Surgió también dentro de los tratados desiguales, como otra
forma de mantener protegidos sus intereses comerciales debido a la
incursión norteamericana en el comercio con China, el control extranjero sobre
la recaudación de los derechos aduanales de los puertos. “A mediados del
decenio de 1850, el aspecto legal se había vuelto tan importante para el
comercio occidental, que se transformaría en uno de los acontecimientos más
importantes que condujeron a la segunda guerra del opio.”
Conclusiones
Habiendo leído y analizado tanto el texto de Alain
Peyrefitte como el de Harriet Evans, es interesante pensar en el aspecto
comercial de la cuestión. Es decir, por un lado tenemos a una gran potencia
occidental desesperada por equilibrar su balanza y ve, en el tráfico de opio,
la salida a ese gran problema. Al mismo tiempo China, un imperio hermético, de
antiguas tradiciones en lo que respecta a todos los ámbitos de la vida, se
encuentra con un contrabando de un producto que excede su capacidad de control,
debido a las corrupciones internas.
Por otro lado, podemos pensar que la razón final de la
Corona Británica para declarar la guerra a China es poder lograr, no la
legalización del consumo de opio o su comercio, si no simplemente la apertura
de china al mercado mundial. En esto puede verse el carácter expansionista,
imperialista y colonizador de esta gran potencia que impone, una vez habiendo
ganado la guerra, unos tratados tan injustos y desiguales.
“Lin le plantea a la reina Victoria el fondo del problema.
<<Ustedes prohíben estrictamente el opio en vuestro país. No queréis que
perjudique a vuestro país. Pero hacéis lo necesario para que perjudique a otros
países. ¿Por qué? (…) Los productos de China que otros países necesitan son
innumerables. Los productos que China importa son fantasías de las que puede
bien prescindir (…)>>”. En esta cita, puede verse la diferencia que
existe frente al planteo del problema: por un lado está China, un imperio
espiritual, tradicional que busca erradicar al opio porque corrompe el cuerpo,
la mente y el alma de la población y la hunde en la perdición, su preocupación
pasa por el producto, el opio. Por el otro, está Londres, que plantea su preocupación
en materia de comercio y el derecho cuasi sagrado a la libre comercialización,
la Corona quiere poder comerciar libremente con China y que ella esté dispuesta
a entrar en el mercado mundial.
Bibliografía
- Evans, Harriet, (1989), Historia de China desde 1800. El Colegio de México: México, D.F. pp. 37 – 63.
- Peyreftte, Alain (1990), El imperio inmovil. Plaza y Janes: Barcelona. pp. 587 – 593
Con afecto,
Rubén
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