Charles Lindbrgh
La trágica historia del aviador que cruzó por primera
vez el atlántico
Fuente:Historia
Colaborador
Tras convertirse en un ídolo de masas y en un héroe
americano gracias a su hazaña de cruzar en solitario el Atlántico, la tragedia
se cebó en Charles Lindbergh. El hijo del aviador, un niño de veinte meses, fue
secuestrado en su habitación y, tras el pago del rescate, apareció muerto en
una carretera.
Nacido en Detroit el 4 de febrero de 1902, Charles
Lindbergh fue el primer hombre en cruzar en solitario el Atlántico y volar de
América a Europa a bordo de su avión, el Espíritu de San Luis, y aterrizar en
las inmediaciones del aeropuerto de Le Bourget, cerca de París, tras
aproximadamente 33 horas de vuelo sin escala. Aquella hazaña fue, sin lugar a
dudas, una de las más importantes y trascendentales de la historia de la aviación
moderna. No sólo por el espaldarazo que supuso para la incipiente industria,
sino por sus consecuencias inmediatas.
Charles Lindbergh fue el primer hombre en cruzar en
solitario el Atlántico y volar de América a Europa tras, aproximadamente, 33
horas de vuelo sin escala.
Charles Lindbergh junto a su avión, el Spirit of St. Louis. El aviador se convirtió en héroe nacional al realizar el primer vuelo transatlántico sin escalas en mayo de 1927
UN AVIADOR EN LA CÚSPIDE
En una época en la que los medios de comunicación no
eran tan sofisticados como en la actualidad, e internet no existía, sólo los
nombres de tres personas eran lo suficientemente mediáticos como para ser
conocidos en todos los rincones del planeta: Charles Lindbergh, Charles Chaplin
y Rodolfo Valentino, y aunque los dos últimos eran estrellas de cine, ninguno
de ellos llegó al nivel de fama internacional que alcanzó el aviador. Cuando
aterrizó en el aerodromo francés, cerca de 150.000 personas estaban esperando
su llegada, el presidente galo le rindió honores y a su regreso a Estados
Unidos fue distinguido con la Cruz de Vuelo por el presidente John Calvin
Coolidge Jr. Tras convertirse en un héroe, diversas empresas aeronáuticas
solicitaron sus servicios como asesor técnico.
Después de una gira de homenaje que llevó a Lindbergh por los entonces 48 estados de la Unión, la locura por el aviador fue perdiendo fuerza. Con el fin de la tournée, el piloto conocería el lado oscuro de la fama. Sin estar acostumbrado a ser el hombre más popular de su país, en 1929 se casó con la filósofa, escritora y aviadora Anne Spencer Morrow, con la que tuvo a Charles Augustus Lindbergh Jr., el primero de sus doce hijos.
Cuando el pequeño
contaba veinte meses, la vida de la familia Lindbergh cambiaría para siempre.
El 1 de marzo de 1932, el pequeño Charles Augustus fue secuestrado. Al ser el
primogénito de una importante personalidad de los Estados Unidos, y el hecho de
que la noticia hubiera aparecido en prensa y en radio, convirtió la tragedia
familiar en una tragedia nacional.
EL SECUESTRO DE SU HIJO
El día del secuestro, Lindbergh estaba leyendo en la
biblioteca cuando la niñera de la familia acostó al niño en su cuna, en el piso
superior de la casa familiar. A las nueve y media un ruido sorprendió a
Lindbergh que supuso que se debía a la caída de una caja de naranjas que había
en la cocina, por lo que no le dio importancia. Media hora más tarde, la niñera
volvió al cuarto del bebé y descubrió con horror que no estaba en su cuna.
Alarmada, preguntó a la madre, que acababa de salir del baño, y ésta le
contestó que no estaba con ella. En ese momento saltaron todas las alarmas en
la casa. Lindbergh buscó al niño por toda la habitación y descubrió un sobre en
el alféizar de la ventana.
Al abrir el sobre, Lindbergh leyó un mensaje escrito
con mala caligrafía y peor inglés, con faltas de ortografía y que un par de
filólogos atribuyeron a un alemán. En la nota, se decía que el niño había sido
secuestrado y para liberarlo se exigía el pago de 50.000 dólares en
certificados de oro, un bono que en aquella época equivalía a esa cantidad. La
desaparición del bebé desató un huracán en Estados Unidos y la búsqueda
movilizó a media nación. Desde el presidente Herbert Hoover hasta el gángster
Al Capone, que ofreció sus servicios desde la cárcel.
La vida de Lindbergh cambió para siempre cuando su primogénito fue secuestrado.
La búsqueda movilizó a media nación. Desde el
presidente Herbert Hoover hasta el gángster Al Capone, que ofreció sus
servicios desde la cárcel.
En medio de aquella situación tan desesperada, un
excéntrico profesor jubilado llamado Joseph Condon entró en escena. Éste
público un mensaje en la prensa ofreciendo mil dólares a los secuestradores si
entregaban al niño con vida y bajo secreto de confesión. Ante la incredulidad
de todo el mundo, Condon recibió una carta de los secuestradores firmada con el
nombre del presunto culpable. Aunque era muy extraño que el delincuente firmase
la carta con su nombre, Lindbergh estaba tan desesperado que aceptó la
intermediación de Condon. El misterioso mediador dijo haberse reunido con un
tal John, que era un marinero escandinavo y miembro de una banda formada por
tres hombres y dos mujeres, y que el niño estaba bien y escondido en un barco.
Para demostrar que realmente tenían al bebé, le dieron
un pijama del pequeño que Lindbergh reconoció al momento, por lo que autorizó a
Condon a pagar el rescate. Los certificados que entregaron a los secuestradores
estaban a punto de vencer, por lo que si querían cobrarlos tenían que ser
rápidamente canjeados. Era la manera de poderlos rastrear y capturarlos. El
supuesto John los aceptó sin rechistar, pero no devolvió al bebé. Más de dos
meses después, un camionero encontró el cadáver del niño cuando paró el camión
para orinar.
El aviador se convirtió en héroe nacional al realizar el primer vuelo
transatlántico sin escalas en mayo de 1927, pero su admiración por Adolf Hitler
lo convirtió en persona no grata.
Para encontrar al secuestrador, la policía basó su
investigación en los números de serie de los certificados de oro. Finalmente, y
tras dos años de pesquisas, la policía declaró que el culpable era un tal Bruno
Richard Hauptmann, un ex militar alemán, carpintero y ex convicto que se había
fugado de la cárcel. Tras perder su empleo con la depresión económica de 1929
y, siempre según la Justicia, vio en los Lindbergh la oportunidad de ganar un
dinero fácil. El juicio se celebró a comienzos de 1935 y Hauptmann fue
declarado culpable de infanticidio y condenado a la silla eléctrica. Hauptmann
nunca aceptó los cargos y proclamó su inocencia hasta el final.
Para encontrar al secuestrador, la policía basó su
investigación en los números de serie de los certificados de oro. Finalmente, y
tras dos años de pesquisas, la policía declaró que el culpable era un tal Bruno
Richard Hauptmann, un ex militar alemán, carpintero y ex convicto que se había
fugado de la cárcel. Tras perder su empleo con la depresión económica de 1929
y, siempre según la Justicia, vio en los Lindbergh la oportunidad de ganar un
dinero fácil. El juicio se celebró a comienzos de 1935 y Hauptmann fue declarado
culpable de infanticidio y condenado a la silla eléctrica. Hauptmann nunca
aceptó los cargos y proclamó su inocencia hasta el final.
DESPUÉS DE LA TRAGEDIA
Lindbergh y su familia, rotos por el dolor, se
trasladaron a Europa en 1935 para superar el trauma emocional de aquellos
últimos años. En una visita a Alemania, Lindbergh realizó inspecciones para
comprobar el potencial armamentístico de la Luftwaffe. Allí, vivió en primera
persona, y al parecer no sin admiración, el surgimiento del nazismo. El piloto
norteamericano llegó a ser condecorado por el mismísimo Adolf Hitler. A su
regreso a los Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de
estallar. El héroe utilizó todo su prestigio para convertirse en uno de los
líderes del movimiento aislacionista norteamericano, que pretendía que bajo
ninguna circunstancia Estados Unidos entrara en el conflicto (aunque durante el
conflicto llegó a participar en acciones de combate contra aviones japoneses en
el Pacífico). Lindbergh estaba seguro de que Hitler iba a ganar la guerra y
compartía su filosofía antisemita. Esas declaraciones lo convirtieron en
persona non grata cuando Roosevelt declaró la guerra al Eje después del ataque
japonés a Pearl Harbor.
En una visita a Alemania, Lindbergh realizó inspecciones
para comprobar el potencial armamentístico de la Luftwaffe. El piloto
norteamericano fue condecorado por el mismísimo Adolf Hitler.
Veinte años después, Charles Lindbergh había pasado de
ser el hombre más adorado del mundo entero a ser visto como uno de los
admiradores mas fervientes de Adolf Hitler. Desengañado, se entregó a la
protección del medio ambiente y dedicó el resto de sus días a rescatar animales
en peligro de extinción y a preservar áreas inexploradas del planeta. Realizó
extraordinarios descubrimientos arqueológicos y antropológicos, y prosiguió con
las investigaciones médicas que había iniciado durante los años treinta. Retirado
junto a su esposa en Maui, Háwai, Charles Lindbergh murió de cáncer el 26 de
agosto de 1974.
Con afecto,
Ruben
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