Biografía David Livingston
David Livingstone |
Fuente: La web de las biografías
Médico, misionero y explorador escocés, nacido el
19 de marzo de 1813 en Blantyre, cerca de Glasgow, y muerto el 1 de mayo de
1873, en una improvisada choza construida en Chitambo (actual Zambia), víctima
del cansancio y de la disentería, cuando se hallaba en plena expedición en
busca de las fuentes del río Nilo.
David Livingstone
Desde el extremo sur de África, Livingston exploró
el África central y austral impulsado por su lucha contra la esclavitud y su
pasión por la aventura y los descubrimientos, explorando territorios jamás
pisados por el hombre blanco.
Sus
esfuerzos por combatir el comercio de esclavos y el sentido que imprimió a su
práctica como médico y explorador le convierten en el prototipo de explorador
humanista, además de el más importante de todos los tiempos. Asimismo, debido a
su carácter misionero y su inagotable vocación exploradora, Livingston e
inauguró involuntariamente el camino hacia la penetración comercial y colonial
europea en el África negra.
Mapas de rutas |
Miembro de una familia muy humilde, desde la edad
de diez años comenzó a trabajar como aprendiz en una fábrica de tejidos de
Glasgow, con una jornada de doce horas diarias como mínimo. Gracias a su tesón
y voluntad, Livingstone logró satisfacer su vocación religiosa de estudiar
teología en Edimburgo. Aunque parecía que su futuro estaba enfocado hacia el
ámbito eclesiástico, el fracaso que obtuvo en su primer día como sacerdote al
olvidársele el discurso que tenía preparado para dar desde el púlpito hizo que
el joven y prometedor Livingstone desistiera de seguir por ese camino. No
obstante, el prestigioso misionero Robert Moffat, de visita temporal en
Edimburgo, quedó prendado por su gran coraje, instándole a que iniciara la
carrera de medicina para así poder satisfacer sus dos grandes vocaciones: la
evangelización cristiana y la ayuda altruista a los más necesitados.
Cuando terminó sus estudios de medicina, en el año
1840, Livingston entró a formar parte de la Sociedad Misionera de Londres, a la
que solicitó ser destinado a China, destino que tuvo que cambiar por Sudáfrica
al estallar las Guerras del Opio. En el continente africano, Livingstone
decidió reunirse con su mentor y amigo Robert Moffat, así que en 1841 llegó a
la colonia de Kuruman, fundada por éste y ubicada en Bechuanaland (actual
Botswana). Allí conoció a la hija de su amigo, Mary Moffat, con la que
estableció una sólida amistad que, en 1844, terminó en un matrimonio, del cual
nacerían cuatro hijos.
Decidido a establecer nuevas misiones en
territorios aún no visitados por el hombre blanco, Livingstone concibió un
ambicioso plan junto con su mujer y sus dos fieles colaboradores, Oswel y
Murray, que consistía en descubrir una ruta terrestre que uniera la costa Este con la costa Oeste del continente africano, todo ello sin temor
ante la declarada hostilidad que mostraban los boers (colonos de raza blanca de
ascendencia holandesa) a cualquier tipo de movimiento colonizador o
exploratorio por sus territorios.
En su primera expedición, iniciada en 1849,
Livingstone cruzo el desierto de Kalahari y fue el primer europeo en descubrir
el río Ngami. Dos años más tarde, después de arrastrar serios peligros, tales
como los continuos ataques de ciertas tribus muy belicosas, fieras salvajes,
parajes intransitables y todo tipo de enfermedades infecciosas, Livingstone
descubrió el río Zambeze.
Al término de su primera expedición, Livingstone se
propuso llevar a cabo una exploración integral sobre el corazón de África, con
el triple propósito de evangelizar a los
nativos, acabar con el vergonzoso comercio de esclavos y encontrar una ruta
para atravesar el continente desde la costa E hasta la O. En el año 1853, la
expedición partió desde Linyauti y remontó el río Zambeze hasta llegar a la
actual Zambia. Desde Zambia, Livingstone siguió su viaje a través de Angola
hasta llegar a Luanda, en la costa atlántica, en el año 1854. Aquejado de una
grave enfermedad, tuvo que permanecer en Luanda durante cuatro meses hasta su
total restablecimiento para realizar el viaje de regreso. En el viaje de
retorno, también por el Zambeze, Livingstone siguió su cauce natural, lo que le
permitió descubrir en 1855 unas inmensas cataratas que bautizó con el nombre de
Cataratas Victoria, en homenaje a la reina de Inglaterra.
Cataratas Victoria |
Un año después,
alcanzó las costas del océano Índico y llegó a Quelimane, en Mozambique, en
mayo del mismo año. En tan sólo veinte meses, Livingstone había logrado recorrer
de poniente a oriente el continente africano.
En diciembre del año 1856, Livingstone regresó a Inglaterra en loor de
multitudes, tras haber alcanzado un enorme prestigio. Sus sorprendentes
descubrimientos obligaron a todos los cartógrafos
y geógrafos del mundo a revisar los mapas africanos de la época. Recibido con
los más altos honores por el Gobierno británico, la reina Victoria le nombró cónsul en Quelimane
y jefe de una expedición británica montada con el objeto de explorar más a
fondo todo el África central y oriental. Antes de regresar a África,
Livingstone aprovechó su popularidad para publicar en 1857 el libro
Missionary travels and researches in South Africa (Viajes y
exploraciones de un misionero en el África meridional), en el que, además
de difundir con precisión todos sus descubrimientos, revelaba al mundo
occidental la realidad del inhumano comercio de esclavos.
Rutas de esclavos |
En el año 1858, Livingstone se propuso recorrer el
curso inferior
En el año 1863, regresó de nuevo a Inglaterra, en
donde escribió su obra más comprometida y demoledora, The Zambezi and its
tributaries (El Zambeze y sus afluentes), en la cual condenaba el
tráfico de esclavos al que estaban siendo sometidos los indígenas por parte de
las compañías esclavistas árabes y portuguesas.
Gracias a la financiación desinteresada de amigos y
admiradores, en 1866 Livingstone dio inicio a su tercera y última expedición,
mucho más ambiciosa que las dos anteriores: hallar el nacimiento del Nilo y del
Congo.
Siguiendo el cauce del Rovuma, Livingstone
descubrió los lagos Mwein y Baugweulu, hasta llegar, en el año 1867, al lago
Tanganica. Entre 1867 y 1868, se dedicó exclusivamente a reconocer todo el
sistema fluvial de la zona, admirándose de la gran riqueza natural, de los
cultivos nativos y de la densidad demográfica:
"Nunca he visto nada tan tranquilo, que
respirase tanta paz como el lago que aquella mañana se desplegaba ante nuestros
ojos. Hacia mediodía levantóse una suave brisa que rizó las olas con un pálido
azul. En el extremo oriental se elevan unos cuantos islotes rocosos habitados
por pescadores, los cuales capturan cantidades enormes de unos hermosos peces
aplanados, de los que contamos unas veinticuatro especies distintas. Al N el
lago parece estrecharse formando un canal, pero los indígenas conocen tan poco
la localidad que casi nada pueden decirnos sobre el particular. Son
desconfiados, por eso no logramos obtener informaciones de ellos. Estoy muy
agradecido por haber podido llegar tan lejos. Me siento extraordinariamente
débil —no puedo andar sin que mis piernas flaqueen a cada momento— y me zumban
continuamente los oídos, pero Dios seguirá guiándome... [...] Llevo
catorce días en las orillas de este lago y sigue pareciéndome de una belleza
extraordinaria, a pesar de que me dicen que a veces lo azotan tempestades
terribles. Está emplazado en una profunda cuenca de paredes casi acantiladas,
pero cubiertas de árboles que le prestan gran hermosura. Las rocas que destacan
entre ellos son pizarras brillantes de un rojo claro. Los árboles están todos
verdes y de muchas peñas se precipitan majestuosas cascadas. Búfalos, elefantes
y antílopes pacen en las partes llanas de la orilla y por la noche se oye el
rugido del león. El pueblo situado en el lugar por donde llegamos al lago está
rodeado de palmeras oleíferas; son necesarios dos hombres para transportar un
racimo de sus blancos frutos. Por la mañana y por la noche pueden observarse
tranquilamente gigantescos cocodrilos en busca de sus lugares de caza y durante
la noche y de madrugada se perciben los resoplidos de los hipopótamos."
Establecido en Ujiji, al S del lago Tanganica
(actual Tanzania), Livingstone emprendió un viaje hacia las tierras situadas al
oeste del lago, lo que le convirtió en el primer europeo en llegar al río
Lualaba (en la actual República Democrática del Congo). Retirado a la fuerza
por agotamiento y enfermedades propias de las zonas ecuatoriales, Livingstone
regresó a Ujiji, sin hallar las deseadas fuentes del Nilo.
Durante todo el tiempo que duró la expedición, el
mundo occidental apenas tuvo noticias de la suerte que había corrido tan
ilustre explorador, demora que suscitó todo tipo de rumores sobre su posible
muerte. El director del New York Herald, en la sospecha de que esta
historia podía reportar un lucrativo reportaje, encargó al periodista y viajero
Henry Morton Stanley que buscara a
Livingstone sin reparar en gastos ni medios. Así pues, en febrero de 1871,
Stanley partió de Zanzíbar al mando de una expedición compuesta de 192 hombres
con el propósito exclusivo de encontrar a Livingstone.
Tras nueve meses de durísimo viaje, en los que tuvo
que sortear múltiples contratiempos y penalidades (amotinamientos, dos intentos
de asesinato, lluvias torrenciales, etc.), Stanley encontró a Livingstone en
Ujiji, prácticamente demacrado y consumido ya que llevaba más de dos años sin
medicinas ni víveres, subsistiendo de lo que le proporcionaban los nativos del
poblado. El encuentro entre los dos exploradores se hizo mundialmente conocido
según la anécdota contada por el propio Stanley, quien se adelantó al
explorador escocés con la famosa pregunta: "¿Doctor Livingstone,
supongo?".
El encuentro entre Stanley y Livingstone.
El propio Livingstone dejó constancia en su diario
de la llegada de Stanley:
"Una mañana entró corriendo mi criado Susi
y gritó: '¡Un inglés! ¡Lo veo!'. La bandera norteamericana a la cabeza de la
caravana denunciaba la nacionalidad de aquellos forasteros. Al ver sus balas de
mercancías, sus bañeras, los grandes calderos, marmitas, tiendas y tantas otras
cosas, pensé: 'Éste debe ser un viajero opulento y no un infeliz como yo,
llegado al extremo de sus recursos'."
Ambos personajes exploraron juntos las tierras del
norte del lago Tanganica, y llegaron a la región del Banguelo, en donde se
separaron una vez que Stanley no pudo convencer a Livingstone para que
abandonara su propósito de encontrar el nacimiento del Nilo y regresara a
Inglaterra, pues estaba seriamente enfermo.
Livingstone, esta vez en solitario, continuó con su
búsqueda, aunque no tardó mucho tiempo en abandonar el proyecto obligado por la
progresiva gravedad de su salud. Cuando ya sólo podía continuar en camilla,
Livingstone se refugió en Chitambo, donde murió de disentería el 1 de mayo de
1873; sus últimas palabras fueron escritas tres días antes: "Completamente
extenuado, me quedo aquí -reponerme-; he mandado comprar dos cabras lecheras.
Estamos en las dunas de Molilamo".
Su cuerpo
fue embalsamado según los métodos secretos de los indígenas entre los que había
vivido, mientras que su corazón fue enterrado bajo el árbol junto al que había
fallecido. El cortejo fúnebre duró nueve meses, el tiempo que se tardó en
trasladar el cuerpo desde Chitambo hasta Zanzíbar, en la costa del océano
Índico.
A su llegada
a Inglaterra, el cuerpo fue enterrado con todos los honores en la abadía de
Westminster, el 18 de abril del año 1874; en su losa sepulcral se lee:
"Llevado por manos fieles a través de
tierras y mares, reposa aquí David Livingstone, misionero, viajero, filántropo,
nacido el 19 de noviembre de 1813 en Blantyre, Lanarkshire, muerto el 1º de
mayo de 1873 en Ilala, pueblo de Chitambo. Durante treinta años dedicó su vida
de incansables trabajos a la evangelización de los pueblos indígenas, a la
exploración de tierras desconocidas y a la lucha contra el desalmado comercio
de esclavos en el centro de África."
Con afecto,
Ruben
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