sábado, 31 de agosto de 2024

Cuento : A través del muro

 

A través del muro

[Minicuento - Texto completo.]

 

Virgilio Díaz Grullón



Está tirado en el suelo, aplastado contra la negruzca tierra ardiente. Apoya la barbilla en el vértice que forma su brazo izquierdo doblado en ángulo. Con la mano derecha empuña, firmemente aún, el fusil que descansa a su lado. Hace mucho tiempo que está allí, inmóvil, tenso, con los ojos fijos en la estrecha abertura que forman más abajo dos rocas gemelas, enormes y peladas. Sabe que si ellos vienen pasarían forzosamente a través de aquella especie de pórtico natural que él está dispuesto a convertir en trampa mortífera. Aunque le parece que ha transcurrido ya una eternidad desde el último disparo, se aferra a esta posibilidad y esperará todavía algún tiempo antes de abandonar este perfecto lugar de observación. Siente la boca ardida y seca y la lengua, enorme, pesada y torpe, se revuelca contra las paredes del paladar como un perro hidrófobo moribundo. (Tibia evocación de suaves aguas en remanso y un niño —el mismo— zambullendo desnudo hasta el fondo cenagoso de una laguna). La lengua se estruja ahora, dolorosamente, contra los dientes en busca de un poco de saliva. La imagen del agua lo obsesiona. Piensa fijamente en un sorbo de agua. Un sorbo tan solo. Mantenerlo avariciosamente en la boca y moverlo de uno a otro lado del paladar y dejarlo descender después, sin precipitación ninguna, y sentir su frescor y su dulzura bañarle la garganta. (El filtro de loza blanca arrinconado en un lugar familiar del comedor hogareño. La añorada cursilería de sus florecitas azules danzando acompasadamente frente a sus ojos afiebrados). ¿Cuánto tiempo puede permanecer un hombre sin tomar agua? ¿Dos, tres días? No recuerda bien. En la escuela aprendió algo de eso, pero aquellos tiempos estaban tan lejanos… Además, no puede uno fiarse: también le enseñaron que podía permanecerse durante tres minutos sin respirar y el jamás soportó bajo el agua más de un minuto… Aunque tal vez ahora podría estar mucho más. Sumergido en un río fresco, de suave corriente… Sentarse sobre las piedras pulidas y sentir la caricia del agua rozarle amorosamente el costado… Extender los brazos y dejarlos flotar desfallecidamente… O, con los dedos juntos, agitar dentro del agua las manos y sentir la resistencia de la masa líquida y vencerla lentamente.

 

La sensación de la realidad circundante le sacude bruscamente, como un escalofrío: Ahora no estoy en el agua sino en la tierra. Mi tierra. La que he venido a liberar… «Tenemos que limpiar nuestra tierra», había dicho el instructor en el lejano campo de adiestramiento, siguiendo su costumbre de mezclar frases altisonantes con la instrucción militar. «Hay que ir allá y limpiarle la cara sucia»… Bueno, aquí estoy yo tratando de hacerlo. Sólo que ahora no puedo verlo de la misma manera que desde allá… No, no es lo mismo. No se trata ahora de un paseo triunfal, ni de «la jornada gloriosa de los héroes de la libertad», ni de cantar himnos ni discutir de política… Esto es sentirse uno barrido, llevado y traído en el viento. Sin poder utilizar el propio timón… Sin tener tiempo siquiera para pensar que debía haber un timón en alguna parte. «Hay que limpiar la tierra», pero la única tierra de que ha podido tener conciencia es el trozo minúsculo sobre el que se aplasta su propio cuerpo con un salvaje anhelo de no ser visto. Y lo único que podría limpiar de ella es la yerba rala que crece bajo sus miembros… Además, este no es el momento de pensar en limpiar nada ni de arrancar la mala yerba. Este es el momento de pensar en salvar la vida y escapar de esta trampa… ¡Dios mío, un poco de agua! No debo pensar en el agua. El agua es lo de menos. La sed es un estado mental. La sed es un estado mental. La sed es… El filtro de loza blanca tenía una llavecita pequeña y el agua salía de ella tan lentamente que era preciso inclinar el aparato para apresurar su caída. Una vez se le cayó el filtro al suelo durante aquella maniobra. Se dio un susto tremendo pero no se rompió y nadie se enteró siquiera… Tengo la boca seca. Tan seca que siento la lengua agrietada y la garganta me duele al tragar… ¿Tragar qué? Tal vez aire, porque lo que es saliva ya no tengo …Debería aliviarme tragar aire porque el aire es fresco y eso es precisamente lo que necesito: refrescarme por dentro… Debo tener fiebre. Siento el cuerpo ardiente. Si me pusiera el termómetro marcaría 39 grados por lo menos… Pero, ¿quién piensa ahora en termómetros? Este no es un problema a resolver con termómetros. Es algo mucho más serio este lío en que me he metido… ¡Maldita sed! ¿Cuánto tiempo más podré resistir? ¿Cuánto más?

 

La mujer, alta y huesuda, erguida frente al pilón de madera, maja los granos de café recién tostados con movimientos rítmicos de los brazos secos y fuertes. Manejado con destreza, el pesado mazo sube y cae acompasadamente, golpeando sin cesar los granos oscuros apretujados en el fondo del pilón. Por encima del ruido sordo, la mirada sin brillo de la mujer se pierde en la llanura lejana, pasando a través de la puerta abierta del rancho, anchándose cuando llega al campo raso y a la falda pelada de la loma donde se quiebran los últimos rayos del sol de la tarde… Hace ya mucho tiempo que machaca los granos. Un poco más y acabaría… Cuando vinieron los guardias, hace ya más de dos horas, la encontraron en plena labor y, durante el registro, no la suspendió ni un solo momento. Ni cuando le preguntaron si había visto pasar unos hombres huyendo. Ni siquiera cuando el que más hablaba y parecía el jefe se paró delante de ella, empuñando el mazo y deteniendo en seco sus movimientos, le gritó: «Oiga, vieja del diantre, si usted esconde alguno de esos bandidos la voy a cortar en dos con esta bayoneta». No le respondió ni una palabra. Zafó la mano con un movimiento brusco y continuó su trabajo sin mirar siquiera al hombre… Y Toño, como siempre, no estaba allí. Cada vez que pasaba algo, Toño estaba afuera. Era como si adivinara cuando iba a haber líos. Así fue con las calenturas del niño, que se le murió en los brazos mientras ella, parada frente al rancho, miraba hacia el camino en espera de su hombre… Y cuando el río subió, dos años atrás, y tuvo ella sola que sacar todos los trastos del rancho y subirlos a la loma y pasar allá toda la noche porque el agua cubrió por completo el llano, y Toño no se dejó ver sino cuando el agua ya había vuelto al río… Siempre era ella quien tenía que resolver las cosas. Suerte que no perdía nunca la cabeza. Lo que había que hacer lo hacía. Sin pensarlo: solo dejando que algo que tenía adentro saliese afuera y obrase por ella… Y ahora todo este nuevo lío. Primero los tiros detrás de la loma, y después la guardia metiéndose en el rancho, revolviéndolo todo y preguntándole por su marido… Y los ojos colorados del oficial amenazándola… No, Toño no volvería ahora. Era inútil esperarlo. Algo debía haberse olido ya. Desde hacía un tiempo vivía como espantado. Estaba metido en algo de lo que no hablaba. Ella no le preguntaba nada, pero sospechaba de sus salidas por las noches y sus reuniones con gente extraña de las que volvía hosco y callado, con un brillo raro en los ojos… No, Toño no volvería por ahora. Llegaría al día siguiente, cuando todo hubiera pasado. Traería cara de perro y vendría hablando pestes del gobierno. Y era ella quien tendría que resolver los problemas, como siempre…

 

Se afinca sobre los codos, se arrastra un poco hacia delante y, levantando con precaución el torso, recorre con la mirada las rocas peladas que se extienden allá abajo, examinando atentamente los escasos matorrales, asegurándose de que no hay peligro alguno. Es entonces cuando nota por vez primera el rancho de tablas de palma, techado de yaguas, que se levanta a la izquierda del claro. Clava fijamente los ojos en la destartalada estructura y contiene la respiración. En algún lugar tras aquellas rústicas paredes, sobre cualquier tosco soporte, despreciada tal vez, disminuida sin duda su importancia suprema, una rojiza tinaja de agua fresca aguarda indiferente con su gordo vientre henchido como un Buda… La prudencia le abandona de repente. Se incorpora de un todo y corre velozmente hacia abajo, desprendiendo a su paso las piedras del camino. A medias erguido, a medias rodando y deslizándose, con el fusil maquinalmente empuñado, alcanza la llanura abierta y se lanza a toda carrera hacia el rancho que se ofrece, impasible y gris, a su muda desesperación.

 

Lo ha visto mientras se acerca corriendo a través del claro, pero no interrumpe su labor. Todavía deja caer el mazo dos veces más sobre el grano ya pulverizado después de oír las palabras entrecortadas del hombre que se apoya desfallecidamente en el umbral: «Agua, doña… Por favor, un poco de agua»… Sin que un solo músculo de su cara se mueva, habiendo apenas posado un instante los ojos sobre la figura implorante, la mujer cruza lentamente la estancia y, tomando el jarro de lata que pende de la pared opuesta, lo llena en la tinaja y se lo ofrece al hombre, sin mirarlo aún mientras este bebe con desesperada ansiedad. El mismo vuelve a llenar el jarro y apura de nuevo su contenido de un tirón, hasta que se siente casi reventar par dentro. Se seca, luego, la boca húmeda con el dorso de la mano y observa entonces a la mujer, que ha vuelto junto al pilón y machaca de nuevo los granos, indiferente por completo a su presencia. Vuelve ya a sentirse el mismo. Es como si sólo ahora, luego de haber saciado su sed, adquiriese conciencia de quién es y qué hace allí. Mira el fusil y se asombra de haberlo conservado. Le parece que ha sido otro, no él, quien ha corrido como un loco por el llano descubierto exponiéndose a los tiros… «Gracias, doña», dice con voz entrecortada. Se siente absurdo, incongruente, allí parado, con el arma en la mano, frente a aquella callada mujer que golpea sin cesar con el pesado mazo el fondo oculto del pilón … «¿Puedo descansar aquí un momento…? Me estaré solo un rato, junto a la puerta». No hay respuesta y se deja caer, deslizándose, por la áspera pared hasta quedar sentado en el suelo, con las piernas extendidas y la espalda recostada al fin contra algo sólido, seguro. El fusil, momentáneamente olvidado, reposa a su lado. Quiere hablar, pero no encuentra las palabras. Sabe que existen y que son términos sencillos, claros y precisos, pero no puede dar con ellos. Sabe que ha de explicarle a aquella mujer quién es y a qué viene. Es la primera persona que ha encontrado después del azaroso desembarco, porque a los soldados ni siquiera los vio: sólo oyó sus voces en la noche, entremezcladas con los disparos… Sí, debe hablarle, pero no puede hallar la fórmula para pasar a través del muro que siente crecer entre ambos. Es absurdo, piensa. Estoy a dos escasos metros de un campesino. «El noble fruto de la tierra», habría dicho el instructor. Me ha dado agua. Me ha ofrecido un lugar para descansar. Y, sin embargo, ella no sabe quién soy. Qué busco. Por qué estoy aquí. ¿Podría yo explicárselo? ¿Podría decirle todo lo que llevo dentro en una forma que entienda? ¿Para que me mire con otros ojos, más compasivos, más humanos…? No, no podría. Nunca podré… Y siempre fue así. Jamás logré poner en palabras inteligibles todo lo que, desde niño, se estremeció dentro de mí. Esta rebeldía y este amor que me ha arrastrado siempre junto a los débiles, los pobres, los de abajo quienes quiera que fuesen… Todo iba muy bien mientras permanecía en el terreno de la elucubración general, de la teoría política más o menos abstracta. ¡Qué difícil, en cambio, expresarla y dirigirla hacia un objeto concreto! ¡Qué imposible me ha resultado siempre transmitir ese calor, ese fuego interno, directamente a un ser humano! Y he aquí de nuevo la misma historia: aquí está ella, al alcance de la mano, aguardando mansamente mis palabras, con una resignación callada, inmersa en su infinito desamparo, en espera inconsciente de una salvación oscuramente presentida. Y no soy capaz ni siquiera de explicarle lo que represento. Por qué he vuelto a mi tierra. Decirle todo lo que voy a hacer por ella y por todos los que son como ella… ¡Dios mío!, ¿dónde está el mal? ¿Es ella o soy yo el culpable de este muro infranqueable? ¿He sido yo quien lo he levantado con estas mismas manos con que pretendo curar las heridas del pueblo? ¿Es porque en realidad no sé nada de ella por lo que se frustra todo intento de reciproca comunicación? Ignorancia de sus verdaderos problemas. No de los que representa como símbolo, como mera abstracción, sino de los que ella vive y padece cada día. Los que durante siglos han ido absorbiéndole la sangre y los jugos del cuerpo… ¿Por qué me siento tan y tan lejos de ti, hermana mía…?

 

Poco a poco sus ideas van tornándose más vagas: Este maldito mazo golpeando sin cesar sobre el pilón eternamente, como el tic tac de un reloj que no se detiene nunca… Y este cansancio infinito que se me va metiendo en el cuerpo… No debo dormir ahora: sería una estúpida imprudencia… ¡Pero hace tanto tiempo que no duermo!… ¿Treintiséis horas? ¿Cuarenta y ocho…? ¿Qué será de los compañeros? ¿Habrán escapado algunos de la emboscada…? «Reunirse bajo el puente», fue la consigna… Pero el puente estaba tan lejano… Todo está tan lejano … Y el aire es aquí tan fresco… Y ese maldito mazo cayendo y cayendo.

 

La gorra se desliza suavemente de su cabeza al apoyarla, ya vencido por el sueño, en el quicio de la puerta. La mujer golpea aún un poco más. Luego, sin abandonar el mazo, camina lentamente hasta el cuerpo tendido. Se inclina sobre él y recoge la gorra de tela verde mientras mira la frente que se ofrece rendida a sus pies. Al contemplarla tan serenamente abandonada murmura quedamente para sí misma: «Pero si es un niño»… Entonces, un impulso terrible, con raíces perdidas en la profundidad del tiempo, le desorbita los ojos, le pone tensos los secos brazos nervudos, le cierra ferozmente las manos de venas hinchadas en torno a la tosca madera del mazo. Después, todo el horrendo conjunto se alza sobre la dulce frente abandonada y luego desciende con furia increíble en el mismo instante en que, súbita, cruel, ensordecedora y brutal, como si surgiese de todas partes al unísono, de las paredes, de las ventanas, de la puerta, del piso, del techo, la ráfaga atruena el rancho con su rugido infernal. El cuerpo inerte ha saltado cien veces sobre si mismo y las suaves facciones, un momento antes distendidas por el sueño, se transforman bajo sus ojos en un amasijo trágico de carne y sangre y huesos triturados …

 

Un silencio profundo lo invade todo. De todas partes han surgido guardias, como un enjambre de avispas amarillas, que se mueven en todas direcciones y hablan entre si sin que ella las oiga. Dejando atrás todo, sale lentamente del rancho y se para en el claro, con los brazos cruzados en el pecho, impasible, en espera de su hombre, que nunca estaba en casa cuando había que resolver un problema.

 

FIN

 

Crónicas de Altocerro, 1966

Agradecemos a José Alcántara Almánzar su aportación de este texto a la Biblioteca Digital Ciudad Seva.

Con afecto,

Ruben

Cuento :La enemiga

 

La enemiga

[Cuento - Texto completo.]

 

Virgilio Díaz Grullón



Recuerdo muy bien el día en que papá trajo la primera muñeca en una caja grande de cartón envuelta en papel de muchos colores y atada con una cinta roja, aunque yo estaba entonces muy lejos de imaginar cuánto iba a cambiar todo como consecuencia de esa llegada inesperada.

 

Aquel mismo día comenzaban nuestras vacaciones y mi hermana Esther y yo teníamos planeadas un montón de cosas para hacer en el verano, como, por ejemplo, la construcción de un refugio en la rama más gruesa de la mata de jobo, la cacería de mariposas, la organización de nuestra colección de sellos y las prácticas de béisbol en el patio de la casa, sin contar las idas al cine en las tardes  de domingo. Nuestro vecinito de enfrente se había ido ya con su familia a pasar las vacaciones en la playa y esto me dejaba a Esther para mí solo durante todo el verano.

 

Esther cumplía seis años el día en que papá llegó a casa con el regalo. Mi hermana estaba excitadísima mientras desataba nerviosamente la cinta y rompía el envoltorio. Yo me asomé por encima de su hombro y observé cómo iba surgiendo de los papeles arrugados aquel adefesio ridículo vestido con un trajecito azul que le dejaba al aire una buena parte de las piernas y los brazos de goma. La cabeza era de un material duro y blanco y en el centro de la cara tenía una estúpida sonrisa petrificada que odié desde el primer momento.

 

Cuando Esther sacó la muñeca de la caja vi que sus ojos, provistos de negras y gruesas pestañas que parecían humanas, se abrían o cerraban según se la inclinara hacia atrás o hacia adelante y que aquella idiotez se producía al mismo tiempo que un tenue vagido que parecía salir de su vientre invisible.

 

Mi hermana recibió su regalo con un entusiasmo exagerado. Brincó de alegría al comprobar el contenido del paquete y cuando terminó de desempacarlo tomó la muñeca en brazos y salió corriendo hacia el patio. Yo no la seguí y pasé el resto del día deambulando por la casa sin hacer nada en especial.

 

Esther comió y cenó aquel día con la muñeca en el regazo y se fue con ella a la cama sin acordarse de que habíamos convenido en clasificar esa noche los sellos africanos que habíamos canjeado la víspera por los que teníamos repetidos de América del Sur.

 

Nada cambió durante los días siguientes. Esther se concentró en su nuevo juguete en forma tan absorbente que apenas nos veíamos en las horas de comida. Yo estaba realmente preocupado, y con razón, en vista de las ilusiones que me había forjado de tenerla a mi disposición durante las vacaciones. No podía construir el refugio sin su ayuda y me era imposible ocuparme yo solo de la caza de mariposas y de la clasificación de los sellos, aparte de que me aburría mortalmente tirar hacia arriba la pelota de béisbol y apararla yo mismo.

 

Al cuarto día de la llegada de la muñeca ya estaba convencido de que tenía que hacer algo para retornar las cosas a la normalidad que su presencia había interrumpido; dos días después sabía exactamente qué. Esa misma noche, cuando todos dormían en la casa, entre de puntillas en la habitación de Esther y tomé la muñeca de su lado sin despertar a mi hermana a pesar del triste vagido que produjo al moverla. Pasé sin hacer ruido al cuarto donde papá guarda su caja de herramientas y cogí el cuchillo de monte y el más pesado de los martillos y, todavía de puntillas, tomé una toalla del cuarto de baño y me fui al fondo del patio, junto al pozo muerto que ya nadie usa. Puse la toalla abierta sobre la yerba, coloqué en ella la muñeca —que cerró los ojos como si presintiera el peligro— y de tres violentos martillazos le pulvericé la cabeza.

 

Luego desarticulé con el cuchillo las cuatro extremidades y, después de sobreponerme al susto que me dio oír el vagido por última vez, descuarticé el torso, los brazos y las piernas convirtiéndolos en un montón de piececitas menudas. Entonces enrollé la toalla envolviendo los despojos y tiré el bulto completo por el negro agujero del pozo. Tan pronto regresé a mi cama me dormí profundamente por primera vez en mucho tiempo.

 

Los tres días siguientes fueron de duelo para Esther.

 

Lloraba sin consuelo y me rehuía continuamente. Pero a pesar de sus lágrimas y de sus reclamos insistentes no pudo convencer a mis padres de que le habían robado la muñeca mientras dormía y ellos persistieron en su creencia de que la había dejado por descuido en el patio la noche anterior a su desaparición. En esos días mi hermana me miraba con un atisbo de desconfianza en los ojos pero nunca me acusó abiertamente de nada.

 

Después las aguas volvieron a su nivel y Esther no mencionó más la muñeca. El resto de las vacaciones fue transcurriendo plácidamente y ya a mediados del verano habíamos terminado el refugio y allí pasábamos muchas horas del día pegando nuestros sellos en el álbum y organizando la colección de mariposas.

 

Fue hacia fines del verano cuando llegó la segunda muñeca. Esta vez fue mamá quien la trajo y no vino dentro de una caja de cartón, como la otra, sino envuelta en una frazada color de rosa. Esther y yo presenciamos cómo mamá la colocaba con mucho cuidado en su propia cama hablándole con voz suave, como si ella pudiese oírla. En ese momento, mirando de reojo a Esther, descubrí en su actitud un sospechoso interés por el nuevo juguete que me ha convencido de que debo librarme también de este otro estorbo antes de que me arruine el final de las vacaciones. A pesar de que adivino esta vez una secreta complicidad entre mamá y Esther para proteger la segunda muñeca, no me siento pesimista: ambas se duermen profundamente por las noches, la caja de herramientas de papi está en el mismo lugar y, después de todo, yo ya tengo experiencia en la solución del problema.

 

FIN

Con afecto,

Ruben


 

Virgilio Díaz Grullón

 

Virgilio Díaz Grullón




Nacimiento    1 de mayo de 1924


 Fallecimiento      20 de julio de 2001

(77 años)

Bandera de la República Dominicana Santo Domingo,



Nacionalidad Dominicana

Familia

Cónyuge         Aída Bonnelly Peralta

Familiares     larissa rosario castro (cuñada)

Ángel Luis Arambilet Álvarez (yerno)

Información profesional

Ocupación     escritor, poeta, abogado

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Virgilio Díaz Grullón (Santiago de los Caballeros, 1 de mayo de 1924 - Santo Domingo, 18 de julio de 2001) fue un escritor, poeta y abogado .

 

Biografía

Hijo del poeta Virgilio Díaz Ordóñez, (más conocido Ligio Vizardi), y de Ana Virginia Grullón, cursó sus primeros estudios en Santiago de los Caballeros. En 1946 obtuvo el título de Doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, luego de lo cual desempeñó cargos en la administración pública, la banca privada y en organismos financieros internacionales.1

 

Sus obras narrativas abarcan desde la narración de escenarios urbanos y de clase media hasta la temática psicológica, pasando por el cuento fantástico clásico y la crítica social.2 En su novela Los algarrobos también sueñan realizó una fuerte crítica a Trujillo, y reivindicó los fracasados intentos de oposición armada e ideológica a su dictadura.3

 

Este es considerado como uno de los mejores exponentes de la literatura dominicana en el género de cuentos. Juan Bosch dijo que a pesar de la juventud de Díaz Grullón al momento de escribir sus primeros cuentos, el escritor ya «Tenía la madurez de un cuentista avezado en el tratamiento del género». En particular, calificó a La enemiga como «...el cuento perfecto...» donde «...Grullón muestra la asombrosa facultad de describir complejidades psicológicas con una cantidad sorprendentemente escasa de palabras».4

 

En 1958 obtuvo el Premio Nacional de Cuento con Un día cualquiera y fue finalista del Concurso de Autores Hispanoamericanos del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid por el cuento Edipo. En 1977 obtuvo el Premio Anual de Novela Manuel de Jesús Galván por Los algarrobos también sueñan. En 1997 recibió el Premio Nacional de Literatura de la República Dominicana.1

 

Colaboró con diversos periódicos y revistas nacionales y extranjeras. Varios de sus cuentos han sido traducidos al inglés, francés y portugués, apareciendo en numerosas antologías. Fue miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Falleció en Santo Domingo, República Dominicana el 18 de julio de 2001.

 

Obras

Cuentos

Un día cualquiera (Ciudad Trujillo Santo Domingo, Editorial Librería Dominicana, 1958)

La enemiga (Santo Domingo)

Crónicas de Alto cerro (Santo Domingo, Editora El Caribe, 1966)

Más allá del espejo (Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1975)

De niños, hombres y fantasmas (Santo Domingo, Colección Montesinos, 1981)

El pequeño culpable

   El círculo (fecha desconocida)

Novela

Los algarrobos también sueñan (Santo Domingo, Editora Taller, 1977)

 

Ensayo

Antinostalgia de una era (Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1989)

Con afecto,

Ruben

lunes, 26 de agosto de 2024

Michael Schumacher 2



 

Michael Schumacher 2


Michael y Corinna

A 10 años del accidente que cambió la vida de Michael Schumacher: qué se sabe de su salud y el escudo protector de su intimidad

Hace una década el séptuple campeón de Fórmula 1 sufrió una caída esquiando con su hijo Mick. Comenzó un drama del que poco se conoce por la coraza impenetrable que organizo su mujer Corina

Por :Darío Coronel

 

 

 

 

 

Corina es la esposa  fiel cuidadora de Michael Schumacher y se hizo cargo de la administración de sus bienes (EFE/ J.l.cereijido)

El domingo 29 de diciembre de 2013 Michael Schumacher se dispuso a disfrutar de la nieve en los Alpes franceses como tantas veces lo hizo con su hijo Mick. El séptuple campeón mundial de Fórmula 1 se convirtió en un experto esquiador y, como todos los inviernos europeos, despuntó en este deporte  como  otra de sus pasiones.

 Fue en la estación de Maribel donde una burla del destino le jugó una mala pasada a ese hombre que cientos de veces corrió a más de 300 kilómetros por hora.

 Sufrió una caída, golpeó su cabeza contra una piedra y, a cinco días de cumplir 44 años, su vida cambió para siempre.

 

Había pasado más de un año del anuncio de su retiro definitivo luego de un retorno a la Máxima por tres temporadas entre 2010 y 2012, para ayudar a Mercedes en su regreso como equipo íntegro. Fue en agradecimiento a la casa germana que le dio una chance en su equipo de Sport Prototipos a finales de los años ochenta. Su lugar fue ocupado por Lewis Hamilton, que lo igualó en cantidad de coronas y ambos son los máximos laureados en 73 años de historia de la categoría.

 

Detrás de los autos de carrera, Schumacher se dedicó a pleno a compartir sus días junto a su mujer, Corinna, y sus hijos, Mick (también es piloto y corrió dos años en F1) y Gina-Maria. Se le  vio en alguna oportunidad en los circuitos, pero tampoco su presencia tuvo mucha continuidad

 

Aunque una vez que tuvo su accidente comenzó el drama para el Káiser y los medios salieron de su modorra en días en los que no hay gran actividad deportiva.

Los portales estallaron, pero desde el minuto uno poco se supo sobre el estado de salud del alemán. Paulatinamente se filtró información y se conoció que el casco que llevó se rompió en el impacto, y que el soporte metálico de la cámara montada se le clavó en el cráneo.

 

 Michael Schumacher se convirtió en un eximio esquiador (AP



Sobre el accidente, recientemente el periodista alemán Jens Gideon reveló dos errores inéditos luego de una charla que tuvo con el instructor de esquí que estuvo presente aquel día. Primero, el hecho de salir con escasez de nieve y la consecuente mayor exposición de rocas. Segundo, la subestimación de la gravedad de la situación por parte de los equipos de rescate.

 

Schumi sufrió un politraumatismo craneoencefálico y lo trasladaron de urgencia en helicóptero a una clínica de Moutiers y luego al Hospital de la Universidad de Grenoble, donde quedó internado, le hicieron dos operaciones y lo indujeron al coma. Bajo una estricta privacidad y mientras la mayoría de los medios creyó que siguió internado en el nosocomio galo, en junio de 2014 Schumacher despertó del coma, se comunicó con sus ojos y reaccionó a las voces, en especial a la de Corinna. Ya no necesitó estar conectado y pudo respirar por sus propios medios, contó el diario Bild. En tanto que en esos primeros meses perdió 20 kilos, según informaron el portal suizo Sonntagsblick y el italiano La Gazzetta Dello Sport.

 

En un operativo secreto lo llevaron en una ambulancia desde Grenoble hasta la localidad suiza de Gland. Fueron unos 200 kilómetros bajo una identidad falsa y los conductores del vehículo no pudieron llevar celulares. Matthias Volken, responsable de la empresa proveedora Sanität Oberwallis le confirmó al portal helvético Blick ese traslado. Desde entonces se encuentra en la mansión familiar que fue adaptada para sus cuidados.

 

A esta altura el hashtag #KeepFightingMichael (Sigue luchando Michael) fue tendencia en las redes sociales y sus colegas lo incluyeron en sus autos como un mensaje de ánimo hacia el gran campeón. Lo ocurrido con Schumacher conmocionó al automovilismo y hasta sobrepasó al deporte en general.

 

En 2018 se ratificó la información de que Schumi no estaba entubado y recibió una amplia atención de enfermería y terapia, que en ese momento se estimó un costo de más de 50 mil libras esterlinas por semana (63 mil dólares), aseguró Sportsmail.

 

Una ambulancia como esta fue la que hizo el traslado en secreto de Schumacher desde el hospital en Francia a su mansión en Suiza (@sanitaetoberwallis)

Una ambulancia como esta fue la que hizo el traslado en secreto de Schumacher desde el hospital en Francia a su mansión en Suiza (@sanitaetoberwallis)

Esa última cifra significó un salto gigante en su recuperación, ya que lo último que se conoció es que la familia gastaba unos 165 mil dólares semanales en gastos médicos, reveló el portal Daily Mirror, debido a que había equipado una habitación de la mansión como si fuese una sala especial y además les pagaba a 15 médicos para sus cuidados. Para poder solventar esos presupuestos, Corinna debió desprenderse de varios bienes familiares, entre ellos una Ferrari con la que su esposo ganó el Gran Premio de Mónaco en 2001, valuada en 7,5 millones de dólares. Corinna también se hizo cargo de administrar sus bienes y debió armar una estrategia financiera para solventar los gastos del cuidado de su esposo.

 

 

Volviendo a la salud del germano, en 2019 y 2020 pasó otra vez por el quirófano para hacerse un tratamiento con células madre que apuntó a regenerar su sistema nervioso central y para obtener un efecto antiinflamatorio en todo el organismo.

 

La coraza de Corinna

 

Desde que arrancó el drama de su esposo, Corinna Schumacher ejecutó un plan para preservar el estado de salud del Kaiser. El primer paso fue hablar con su círculo íntimo conformado por un pequeño grupo de extrema confianza, entre ellos la portavoz del ex piloto, Sabine Kehm. La estrategia consiste en una máquina perfecta en la que no se filtra ningún tipo de información al menos de parte de la familia.

 

Corinna siempre estuvo alerta y supo resguardar el estado de su marido. Hace una década que ningún paparazzi pudo con ella. En 2016 le ganó un juicio a una revista alemana Bunte que afirmó que Michael podía caminar. También en 2020 logró evitar que se vendieran unas fotos de Schumacher en su mansión y que iban a ser comercializadas por un millón de euros, según informó Daily Mirror. El responsable logró infiltrarse y burlar la seguridad, pero fue capturado por la policía. Fueron llamados de atención para los medios sobre las consecuencias que podría haber ante la posibilidad de infiltrar información e imágenes.

 

Para poder acceder a una entrevista con Mick Schumacher es necesario contactarse primero con Kehm e Infobae pudo hacerlo a principios de 2020 en una gestión que demoró cinco meses su respuesta, habilitaron solo cinco preguntas que fueron filtradas por Kehm y no se permitió consultar por el estado del padre.

Luego respondió el propio piloto, pero todo bajo la supervisión de la portavoz.

 En esa entrevista habló sobre las comparaciones con su padre y la portación de apellido.

 


Su hijo Mick


Una vez activado el cerrojo familiar, luego se aplicó un código tácito en el ambiente de la F1 en el que el estado de salud de Schumi se convirtió en un tema casi tabú. Durante las dos temporadas que Mick corrió en la Máxima con la escudería Haas (fue desvinculado por falta de resultados), nunca se le preguntó en una rueda de prensa por ese asunto. Este año fue piloto de reserva de Mercedes y en las carreras en las que estuvo presente tampoco se le consultó. Tampoco la mayoría de los pilotos actuales se refiere al tema.

 

Corinna, además, también supo surfear la salud de su marido en la serie de Netflix publicada en 2021 y con mucho cuidado sostuvo que “todo el mundo echa de menos a Michael, pero Michael está aquí. De manera diferente, pero está aquí y eso nos hace encontrar fuerza. Estamos juntos. Vivimos juntos en casa, hacemos terapia”, confesó.

 

“Hacemos todo lo posible para hacer que Michael mejore y asegurarnos de que está cómodo y simplemente de hacer que sienta que está con su familia y de continuar con nuestro vínculo. No importa lo que pase, haré todo lo que pueda. Todos lo vamos a hacer”, agregó.

 

También contó algunas anécdotas juntos y de la familia. Las únicas revelaciones fueron videos caseros con reuniones familiares, festejos, vacaciones y otros eventos íntimos. Ni ella ni sus hijos se refirieron de manera específica al real estado de salud del Kaiser.

 

Jean Todt en uno de los enésimos festejos con Michael Schumacher en sus triunfos en Ferrari (Shutterstock)

Jean Todt en uno de los enésimos festejos con Michael Schumacher en sus triunfos en Ferrari (Shutterstock)

En la misma serie documental, Mick sostuvo que “desde el accidente esas experiencias, esos momentos que imagino que muchos otros tienen con sus padres, ya no están ahí. Creo que eso es un poco injusto”.

 

“Papá y yo nos entendemos de una forma diferente ahora, simplemente porque hablamos un idioma similar, el idioma del automovilismo. Tenemos mucho más de qué hablar y al menos ahí es donde está mi cabeza la mayoría del tiempo. Ahí es cuando pienso: yo renunciaría a todo solo por tener eso”, admitió.

 

En tanto que Corinna compró dos mansiones en Mallorca. Una de lujo por 35 millones de dólares que perteneció al presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, según publicó Bild. El objetivo es que Michael pueda pasar sus días en un clima mejor, pero aún con la supervisión médica necesaria. Si bien aún no se mudaron la idea es hacerlo en algún momento ya que el año pasado también adquirió otra propiedad en dicha ciudad española, en este caso una finca cerca de Port Andratx y que la pagaron 3,1 millones de dólares. Allí se podría armar un establo para que Gina-Maria pueda practicar su actividad hípica.

Con afecto,

Ruben

Michael Schumacher 1

 

Michael Schumacher 1



Michael Schumacher

(Hurt Hermuelhlheim, Alemania, 1969) Piloto alemán de Fórmula 1, el más laureado de la historia de la especialidad: con sus siete títulos mundiales superó los cinco del mítico Fangio y pasó a ser considerado el mejor piloto de todos los tiempos. En 1994 consiguió su primer título mundial con la escudería Benetton, convirtiéndose a los veinticinco años en el más joven campeón de la categoría reina del automovilismo, con dieciséis días menos que el brasileño Emerson Fittipaldi. Repitió el triunfo en 1995 y, tras pasar a Ferrari, se proclamó campeón mundial en cinco temporadas consecutivas (2000-2004).

 

Hijo del propietario de una pista de karts, a los cuatro años su progenitor le regaló un coche de pedales y, poco después, le acopló un pequeño y viejo motor. Michael Schumacher practicó con aquel artefacto durante un tiempo, hasta que su padre le regaló un kart de verdad, con el que a los quince años se proclamó campeón júnior de Alemania. Luego ganó otras muchas competiciones de esta categoría, como los campeonatos de Alemania y de Europa sénior en 1987.

 

 


 

En 1988, con un monoplaza, fue campeón de la Fórmula Koning alemana. Los éxitos (ganó 10 de 11 carreras) lo apartaron de las aulas, y se empleó en el taller mecánico del concesionario Volkswagen de su ciudad natal. Aquel mismo año compitió en la Fórmula Ford 1600, consiguiendo el segundo puesto en el Campeonato de Europa y el sexto en el del Mundo.

 

En 1989 ascendió a la Fórmula 3, campeonato en el que sólo fue superado por su compatriota Karl Wendlinger. Aquellos buenos resultados le sirvieron de carta de presentación para entrar en Junior Team de Mercedes, escudería a la que representó en el Campeonato del Mundo de Sport Prototipos en 1990, formando pareja precisamente con Wendlinger, a quien superó en victorias.

 

En 1991 debutó en la Fórmula 1, en el Gran Premio de Bélgica, con el permiso de Mercedes. Sólo disputó aquella carrera con el equipo irlandés, pues el director del aún flamante equipo Benetton, Flavio Briatore, con quien formaría un dúo excepcional, lo fichó para la escudería italiana, donde tuvo que vérselas con el tricampeón brasileño, Nelson Piquet. El alemán llegó a superar al brasileño en algunos entrenamientos, pero la falta de experiencia le pasó factura en algunas carreras, consiguiendo sólo cuatro puntos en seis Grandes Premios. Aun así, Briatore afirmó sin titubeos: «Es lo que buscaba, un joven, muy joven piloto ambicioso. Será campeón».

 

Luciano Benetton se había hecho cargo de la escudería automovilística en 1989. Algunos creyeron que sólo se trataba de un capricho del empresario de la moda, pero en cinco años su monoplaza nubló la magia de los coches clásicos: McLaren, Williams o Ferrari. El secreto, unos cincuenta millones de euros de presupuesto anual y doscientos empleados que trabajaban a ritmo de alta tecnología en la ciudad británica de Enstone, cerca de Oxford. Entre los técnicos destacaban Tom Walkinshaw, antiguo director de Jaguar, y el mánager del equipo, el español Joan Villadelprat.

 

El aterrizaje de Schumacher en Benetton frustró los planes de Mercedes, que ambicionaba un retorno triunfante al circuito. La marca de la estrella quería formar pilotos germanos. Con este objetivo había desarrollado un minucioso plan de trabajo para seleccionar a los más dotados y formarlos en todos los aspectos. Y Schumacher no debió de perder el tiempo mientras estuvo allí, como lo reflejan estas palabras de agradecimiento: «Me encantaría ser un día su primer piloto. Como alemán, si estuviera libre, me haría muy feliz unirme a ellos para trabajar en un proyecto serio con garantías de éxito».

 

En 1992, al conseguir su primera victoria en el circuito belga de Spa Francorchamps, donde había debutado un año antes, se perfiló ya como el probable campeón del futuro. Tenía veintitrés años; antes de él, sólo Jacky Icks y Bruce McLaren habían conseguido un éxito tan precoz. Acabó el año en tercer lugar de la clasificación general, con cincuenta y dos puntos, después de subir al podio en siete ocasiones. Sin embargo, al año siguiente aún no confirmó las expectativas, y terminó en cuarta posición de la general, con una victoria en el Gran Premio de Portugal.

 

Siete títulos mundiales

 

Al iniciarse el campeonato de 1994, Schumacher fue considerado como el único opositor capaz de batir a Ayrton Senna, apreciación que confirmó al ganar las dos primeras carreras, en São Paulo y en TI Aida. El alemán llegó a distanciarse veinte puntos del brasileño, pero el gran duelo que, según todos los indicios, ambos iban a dirimir hasta la última carrera pasó a la historia a las 14.17 horas de aquel fatídico 1 de mayo, cuando Senna, que comandaba el Gran Premio de San Marino, se estrelló contra un muro nada más tomar la curva de Tamburello. El automovilismo mundial perdía a su ídolo más carismático, y Schumacher, casi al mismo tiempo, pasaba de aspirante a heredero. La muerte de Senna le dejaba el camino expedito y consiguió ocho victorias en otros tantos Grandes Premios.

 

 


Schumacher  sentado en su Ferrari

 

En 1995 repitió triunfo con Benetton y un año más tarde fichó por Ferrari con el objetivo de relanzar el palmarés de la mítica marca italiana. Estuvo durante cuatro años a punto de lograr el triunfo, pero por una serie de razones (entre ellas un accidente en 1999 en el que se fracturó las dos piernas) tuvo que resignarse a acumular victorias parciales hasta el año 2000, temporada en la que se proclamó campeón del mundo, algo que no lograba Ferrari desde 1979. En 2001 no sólo ganó nuevamente el campeonato, sino que obtuvo su victoria número 52 en Grandes Premios, batiendo así récord que hasta entonces ostentaba el piloto francés Alain Prost.

 

De forma unánime, Schumi logró el reconocimiento internacional como mejor piloto de la historia, una auténtica leyenda situada a un peldaño del histórico Juan Manuel Fangio, el piloto argentino que en la década de los cincuenta fue cinco veces campeón del mundo; una gesta sólo al alcance del "Barón Rojo" de la Fórmula 1. Camino de emular a Fangio, Schumacher comenzó el Campeonato del Mundo de 2002 con una clara victoria en el G.P. de Australia, la número 54 de su cuenta particular y la tercera consecutiva en el circuito de Melbourne. Después sólo necesitó disputar diez pruebas más, en las que logró otras siete victorias (Brasil, San Marino, España, Austria, Canadá, Gran Bretaña, Francia), dos segundos puestos (Mónaco, Europa) y un tercero (Malaisia), para proclamarse pentacampeón mundial. Igualó así el récord de Fangio, pero además logró el título a seis pruebas del final del campeonato y arrebató a Nigel Mansell la marca conquistada en 1992, cuando el británico fue campeón a falta de cinco carreras.

 

El arranque del Mundial 2003 resultó más irregular de lo esperado para el piloto alemán, que no logró subir al podio en los dos primeros G.P. del año y, en el tercero, abandonó el circuito; una circunstancia que no protagonizaba desde muchas carreras atrás. Todo cambió en San Marino, cuarta cita del campeonato, donde Schumi logró un triunfo especialmente emotivo pocas horas después de conocer el fallecimiento de su madre en Colonia.

 

Con un golpe soberano de autoridad, también fue primero en Montmeló y en el G.P. de Austria y comenzó a fraguar la consecución de su sexta corona mundial. Volvió a subir a lo más alto del podio en Canadá y, pese a no demostrar la hegemonía de otras temporadas, el piloto de Ferrari se ocupó de puntuar en todos los G.P. para mantener la regularidad necesaria en todo aspirante al campeonato. Dos triunfos consecutivos en Italia y Estados Unidos colocaron a Schumi a un solo punto del título; una posición de privilegio para convertirse en el piloto más laureado de la historia. Todo debía dirimirse en el Gran Premio de Japón, última cita de la temporada, y en el circuito asiático el Barón Rojo cumplió su cometido: fue octavo y sumó a su casillero el punto que le otorgaba el sexto campeonato del mundo de su carrera; los cuatro últimos de manera consecutiva.

 

El 29 de agosto de 2004 sumó un nuevo título mundial a su palmarés, el séptimo, a falta de cuatro pruebas, tras lograr el segundo puesto en el Campeonato de Bélgica, por detrás de Raikkonen. Con un inicio fulgurante, con victoria en las cinco primeras pruebas, Schumacher sumó un total de trece victorias (Australia, Malaisia, Bahrein, San Marino, Montmeló, Nürburgring, Canadá, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica y Japón) y 148 puntos, 34 por encima del segundo clasificado, Barrichello. Destacan además sus nueve poles, marcas todas que acreditan un excelente año y que encumbraron al piloto de Hürt-Hermülheim como el mejor de todos los tiempos.

 

Aunque en sus dos últimas temporadas no pudo repetir sus triunfos con Ferrari ante el empuje de las nuevas hornadas de pilotos y las escuderías ascendentes (Fernando Alonso con Renault, Kimi Raikkonen con McLaren), en 2005 terminó tercero en la general y en 2006 se despidió nada menos que con el subcampeonato; meses antes había anunciado ya su decisión de retirarse al final de la temporada. No sería un retiro definitivo: con hambre de motor, Schumacher volvió a la competición en 2010, con 41 años de edad, y disputó con la escudería Mercedes los campeonatos de 2010, 2011 y 2012, con resultados ciertamente discretos.

 

Apartado finalmente del automovilismo, no dejó de cultivar sus múltiples aficiones deportivas, y no tardó ni un año en ser de nuevo portada de los medios: el 29 de diciembre de 2013, mientras esquiaba fuera de pista en Méribel, en los Alpes franceses, Michael Schumacher sufrió un aparatoso accidente que lo dejó en estado crítico.

 

Polémico y disciplinado

 

Si como piloto fue un dechado de virtudes, a nivel humano su comportamiento estuvo envuelto a menudo en la polémica. Siempre alegre y extravertido, parecía más un latino que un germano, pero su engreimiento y su carácter altivo le perjudicó en sus relaciones con sus colegas de profesión e incluso con los periodistas alemanes. Le robó la novia, Corinna, a su amigo Heinz-Harald Frentzen, otro prometedor piloto de la nueva escuela alemana; no daba un paso si no había dinero por delante, y era extremadamente exigente con su imagen externa, hasta el punto de que en una ocasión solicitó cuatro monos distintos y ninguno le satisfizo porque apreciaba alguna pequeña arruga.

 

 


Schumacher y Barrichello

 

Desde que firmó un contrato de casi quince millones de euros anuales con Benetton pudo satisfacer todos sus deseos: viaja en un reactor privado, en su garaje tiene un Bugatti, un Mercedes, un Ferrari y un Ford Scorpio, mientras que en el puerto de Montecarlo, donde fijó su residencia, se balancea su segundo yate. Su figura, perfilada con muchas horas de preparación física en el gimnasio, comenzó a hacerse familiar en las portadas de las revistas.

 

Pero a pesar de su irresistible ascensión, fue el arquetipo del piloto moderno: mantenía la cabeza fría y demostraba una madurez impropia de su edad. Llevaba una vida ordenada en todo, desde el régimen alimentario hasta la preparación física, y dosificaba su presencia en actos sociales. Superó en pocas semanas el shock que le produjo la muerte de su ídolo, Ayrton Senna, y quizás esa seguridad en su buena estrella («No sirve de nada angustiarse con el riesgo de perder la vida, sobre todo en plena carrera», declaró) y la aceptación del destino («Mi muerte vendrá cuando esté escrita») es lo que le permitió desafiar los límites con absoluta insolencia: «Rodar al límite es algo especial, cuando sientes que el coche va perfecto. La sensación que te da es un sentimiento maravilloso de autosatisfacción».

 

Al margen de su pasión por la velocidad, Schumacher es un buen futbolista, sigue practicando con los karts de su adolescencia y le apasionan los deportes acuáticos y el ciclismo de montaña. En casa escucha música rock y se harta de pasta italiana, su comida preferida. Hace caso omiso a quienes le indican que tiene que ser más diplomático y menos distante, si bien parece que el primer título serenó sus ánimos.

 

Cómo citar este artículo:

Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Michael Schumacher». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/schumacher.htm [fecha de acceso: 26 de agosto de 2024].

Con afecto,

Ruben