FELIPE PINGLO Y LA CANCIÓN CRIOLLA
Fuente: Quipo Virtual
BOLETÍN DE CULTURA PERUANA - MINISTERIO DE
RELACIONES EXTERIORES - Nº 178 27/10/2023
José Luis Franco Meléndez
La música de la costa del Perú, denominada a menudo
«música criolla», agrupa diversos géneros,
entre los que destacan el vals, la marinera, la polka
y los ritmos afroperuanos. Todos surgieron en los
sectores populares y han transitado a través de un
proceso de mestizaje, que los ha configurado como
parte de la identidad de la nación. Un gran exponente,
cuya obra marca un antes y un después en
el proceso evolutivo del vals y su posterior
consolidación, lo constituye Felipe Pinglo Alva, personaje
cuya prolífica obra musical como compositor toca las
fibras más íntimas de ese sentimiento de
pertenencia a un espacio como la ciudad de Lima. Se
hace aquí referencia a ciertos aspectos
resaltantes de su vida y a la importancia de su obra
musical, la cual, más allá de la armonía de sus
letras, destaca por su sentido social, que conecta con
hondas inquietudes que tenemos como sociedad.
FELIPE PINGLO Y LA CANCIÓN CRIOLLA
Un hombre de su tiempo
Felipe Federico Pinglo Alva nació el 18 de julio de
1899, en la cuadra decimotercera del jirón
Junín (antes Prado), en los Barrios Altos, en el
centro de Lima. Fue hijo de María Florinda Alva,
quien falleció como consecuencia de las complicaciones
durante el parto, y del educador Felipe
Pinglo Meneses, que ejerció una importante influencia
en su vida, en particular en su acercamiento a la literatura. Si bien Felipe
Pinglo realizó
estudios primarios en una escuela fiscal y cursó los
secundarios en el Colegio Nacional Nuestra Señora
de Guadalupe, no tenía una formación académica en el
terreno musical, siendo en realidad un autodidacta,
que
empezó a escribir poesía y luego la dotó de música,
innovando con un estilo propio el cancionero criollo. Trabajó
de muy joven en una imprenta, luego en una compañía de
gas y fue también funcionario público. Era zurdo
-tocaba
por ello la guitarra con el mástil y el clavijero a la
derecha-, aficionado al fútbol, bohemio, y estuvo casado desde
joven con Hermelinda Rivera, con quien tuvo dos hijos:
Felipe y Carmen.
Pinglo es un hombre que vive sus primeros años en la
llamada «República Aristocrática», presidida por el
Partido
Civil, años de cambio frente a lo que había
significado el
golpe de la Guerra del Pacífico (1879-1883). También
es
un hombre que vive la entrada al siglo xx, marcado por
FELIPE PINGLO, ÍDOLO DE LA MÚSICA CRIOLLA
José Luis Franco Meléndez *
La música de la costa del Perú, denominada a menudo
«música criolla», agrupa diversos géneros,
entre los que destacan el vals, la marinera, la polka
y los ritmos afroperuanos. Todos surgieron en los
sectores populares y han transitado a través de un
proceso de mestizaje, que los ha configurado como
parte de la identidad de la nación. Un gran exponente,
cuya obra marca un antes y un después en
el proceso evolutivo del vals y su posterior
consolidación, lo constituye Felipe Pinglo Alva, personaje
cuya prolífica obra musical como compositor toca las
fibras más íntimas de ese sentimiento de
pertenencia a un espacio como la ciudad de Lima. Se
hace aquí referencia a ciertos aspectos
resaltantes de su vida y a la importancia de su obra
musical, la cual, más allá de la armonía de sus
letras, destaca por su sentido social, que conecta con
hondas inquietudes que tenemos como sociedad.
En: La lira limeña, nº 145, 1934
una serie de descubrimientos y un acelerado proceso
de modernización, en especial durante el gobierno
de Augusto B. Leguía, llamado el Oncenio (1919-
1930). Surgen nuevos actores sociales como la
clase obrera y se fortalece la clase media. En lo
musical, por otra parte, sobreviene en nuestro
país el paso del waltz centroeuropeo al vals criollo,
aspecto que ejemplifica el constante proceso
de cambio que caracteriza a los géneros musicales, con
mayor razón en sus aclimataciones en
distantes latitudes. Este género, así como la polka,
llega desde Europa, pero es asumido y transformado por
las clases medias y populares, conservando su
compás de tres tiempos, con letras propias e imágenes
que
le brindan un matiz más original. Y Pinglo se
convierte en
el exponente principal de este cambio, a partir de la
etapa
previa conocida como la «Guardia Vieja», no porque
trate
de canciones sin autoría, sino por ser una fase que
intenta
hallar un elemento particular, una canción más
identitaria.
Posteriormente, hace su aparición la «Guardia Nueva»,
la
generación posterior a Pinglo y, en tal sentido, él
constituye la bisagra entre los antiguos y nuevos compositores.
O como bien señala Alicia Maguiña: «Pinglo revoluciona
la música criolla con letras y melodías bellísimas,
con un
fraseo distinto al de la Guardia Vieja, y así es como
nace a
partir de 1917 -cuando compone su primer vals
“Amelia”-
el indestructible estilo Pinglo»1
.
Lo social en su obra
La obra musical de Pinglo se podría organizar en tres
amplios grupos: el primero se caracteriza por canciones
con un lenguaje idílico, romántico y muy influenciado
por
el modernismo, entre las que pueden mencionarse Celos,
Claro de luna, Horas de amor, Aldeana, Emilia, Oh
mujer,
Ramito de flores, Sueños de opio. El segundo grupo
aborda
las problemáticas de su tiempo: las letras no pierden
su
sentido poético, pero se convierten en el medio para
transmitir mensajes cargados de denuncia y crítica social; no
solo quiere llamar la atención, sino empatizar con
aquellos personajes marginales. Finalmente, un tercer grupo
abarca temas que reflejan otros intereses del autor
como
el fútbol y sus grandes ídolos, o la influencia de la
cultura
estadounidense en las formas de vida citadina: El
volante,
Amor a 120, Hombre del sur, etc. Por ahora,
centrémonos en
el segundo grupo, el «social».
Esta se constituye en lo medular de la obra de Pinglo,
reflejado en canciones como El plebeyo, Mendicidad,
La obrerita, Jacobo el leñador, las cuales cuestionan
el statu
quo y denotan que el compositor, si bien compone
letras,
no solo les proporciona la música que le agrada, sino
que
El plebeyo. Convertido en una suerte de himno criollo,
hay muchas versiones sobre quién inspira esta
composición
que, en concreto, narra el drama de Luis Enrique,
enamorado de una mujer de una clase social distinta y encumbrada, a la que por
ello, precisamente, es complicado acceder,
dados los viejos y conocidos convencionalismos
sociales. El
vals termina con una frase a modo de pregunta y
reclamo:
¡Señor, ¿por qué los seres / no son de igual valor!?...
Es decir, qué
pasa en este mundo que no todos los seres humanos
tenemos el mismo valor, aunque sería el amor el que podría
romper esas barreras. Y vislumbrando lo estrictamente
formal de esa composición y su obra en general, es «la sensible
correspondencia narrativa entre música y letra»4
, lo que va
creando una atmósfera que nos envuelve en ese drama de
amor y denuncia.
La trascendencia de Felipe Pinglo radica en su
capacidad de identificarse con el mundo popular, entendiendo
su dimensión interna en la vida de la colectividad. Es
también la concreción de un referente dentro del universo del
vals criollo, que le otorga legitimidad y carta de
ciudadanía,
fortaleciendo un perfil identitario que contribuye,
como
muchas otras expresiones del arte y la creatividad
nacionales, a la afirmación de lo peruano. Pese a su temprana desaparición
-Felipe Pinglo falleció el 13 de mayo de 1936, víctima de una penosa
enfermedad, y fue despedido por una
fervorosa multitud que acompañó sus restos al
Cementerio
Presbítero Maestro-, su obra quedó como un referente
vivo
en el repertorio criollo, y ha sido entonada e
interpretada
desde entonces por sucesivas generaciones, que ven en
él
a un artista genuino y solidario. De ahí también que
fuera
declarada Patrimonio Cultural de la Nación en 2016.
1 Alicia Maguiña. Mi vida entre cantos. Lima, Fondo
Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, 2020.
2 Lorenzo Villanueva y Jorge Donayre. Canción Criolla.
Antología de la
música peruana. Lima, Latina s. a., 1987.
3 Esta dictadura, que tuvo entre sus víctimas al
dirigente obrero Manuel
Arévalo, del Partido Aprista, y cuya persecusión
política ha quedado retratada en la novela El Sexto de José María Arguedas,
recogió, empero, algunas demandas sociales e impulsó la creación de barrios
obreros y comedores populares urbanos y del primer seguro social obrero en el
país.
4 Rodrigo Sarmiento. Felipe Pinglo y la canción
criolla: estudio estilísico de
la obra musical del Bardo Inmortal. Lima, Universidad
Nacional Mayor de
San Marcos, 2018.
*Magister en historia y estudioso de la música
criolla.
En la portada. Mariano Osorio. Jarana. Lima, s/f.
además manifiesta una postura crítica
frente a determinados temas, con la
intención de generar una reacción en
los oyentes. Así, las letras describen a
determinados personajes en la vida
de espacios como los multiculturales
Barrios Altos o el proletario distrito de La Victoria,
ahondando en las
aflicciones de las fuerzas laborales, las
duras tareas del campesino, los niños
empujados a trabajar. El espacio urbano y aún el rural
son los marcos donde se desarrollan dichos personajes, y
su obra pretende brindar visibilidad
a esos rostros de la pobreza, es decir,
conducir dichas realidades desde lo
marginal hacia el centro, a través de
la música. Unas composiciones que,
al tocar fibras sensibles como el abandono, el desamor
y la orfandad, forjan
un vínculo más encarnado con estas
realidades. Al respecto, veamos tres
canciones a partir de las cuales podemos acercarnos a
aquella sensibilidad.
La oración del labriego. Es una lograda composición
que
retrata el misticismo del hombre del campo. En una
entrevista realizada a Felipe Pinglo Rivera (hijo del compositor),
este decía lo siguiente con respecto al origen de la
canción:
«Cierto día era el santo del capataz de la hacienda
Mendoza (terrenos del actual hipódromo de Monterrico) y, junto
con sus amigos, concurrieron a darle una serenata,
pero mi
padre se alejó de todos ellos sin decir nada y cuando
empezaron a buscarlo, lo hallaron observando detenidamente
a los trabajadores de la hacienda, quienes araban la
tierra
con gran esfuerzo»2
. Esto fue el punto de inspiración para
esa celebrada plegaria ante el Creador.
El canillita. Felipe Pinglo pone en el centro de ese
vals
a un personaje marginal, que habitualmente pasa
desapercibido o es ignorado. Se lo compone al canillita, muchas
veces un niño que anda por las calles vendiendo los
periódicos. Una imagen inocente, pero que denota un drama
interno. En una parte de la canción dice: «Si muchos
de nosotros auscultar pudiéramos». Auscultar significa escuchar
el interior, como si pegáramos el oído al pecho y
escucháramos lo que siente desde adentro. Es decir, nos invita a una
empatía, a ponernos en el mismo lugar de la persona. Y
más adelante agrega: «viviendo en un instante con el
dolor
humano, /compráramos los diarios para otorgarle el
pan».
Recordemos que tanto esta composición, como
«Mendicidad», «La oración del labriego», «El huerto de mi amada»,
«El plebeyo», «Sueños de opio» y «La obrerita» fueron,
en
1939, censuradas durante el régimen del general Óscar
R.
Benavides, que prohibió su difusión en las radios
limeñas3
.
Camilo Blas. Marinera con cajón. Lima, 1938
Funerales de Felipe Pinglo
Con afecto,
Ruben
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