martes, 13 de agosto de 2024

FELIPE PINGLO Y LA CANCIÓN CRIOLLA

 

FELIPE PINGLO Y LA CANCIÓN CRIOLLA 





Fuente: Quipo Virtual

BOLETÍN DE CULTURA PERUANA - MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES - Nº 178 27/10/2023

José Luis Franco Meléndez

La música de la costa del Perú, denominada a menudo «música criolla», agrupa diversos géneros,

entre los que destacan el vals, la marinera, la polka y los ritmos afroperuanos. Todos surgieron en los

sectores populares y han transitado a través de un proceso de mestizaje, que los ha configurado como

parte de la identidad de la nación. Un gran exponente, cuya obra marca un antes y un después en

el proceso evolutivo del vals y su posterior consolidación, lo constituye Felipe Pinglo Alva, personaje

cuya prolífica obra musical como compositor toca las fibras más íntimas de ese sentimiento de

pertenencia a un espacio como la ciudad de Lima. Se hace aquí referencia a ciertos aspectos

resaltantes de su vida y a la importancia de su obra musical, la cual, más allá de la armonía de sus

letras, destaca por su sentido social, que conecta con hondas inquietudes que tenemos como sociedad.

FELIPE PINGLO Y LA CANCIÓN CRIOLLA

Un hombre de su tiempo

Felipe Federico Pinglo Alva nació el 18 de julio de 1899, en la cuadra decimotercera del jirón

Junín (antes Prado), en los Barrios Altos, en el

centro de Lima. Fue hijo de María Florinda Alva,

quien falleció como consecuencia de las complicaciones durante el parto, y del educador Felipe

Pinglo Meneses, que ejerció una importante influencia en su vida, en particular en su acercamiento a la literatura. Si bien Felipe Pinglo realizó

estudios primarios en una escuela fiscal y cursó los

secundarios en el Colegio Nacional Nuestra Señora

de Guadalupe, no tenía una formación académica en el

terreno musical, siendo en realidad un autodidacta, que

empezó a escribir poesía y luego la dotó de música, innovando con un estilo propio el cancionero criollo. Trabajó

de muy joven en una imprenta, luego en una compañía de

gas y fue también funcionario público. Era zurdo -tocaba

por ello la guitarra con el mástil y el clavijero a la derecha-, aficionado al fútbol, bohemio, y estuvo casado desde

joven con Hermelinda Rivera, con quien tuvo dos hijos:

Felipe y Carmen.

Pinglo es un hombre que vive sus primeros años en la

llamada «República Aristocrática», presidida por el Partido

Civil, años de cambio frente a lo que había significado el

golpe de la Guerra del Pacífico (1879-1883). También es

un hombre que vive la entrada al siglo xx, marcado por

FELIPE PINGLO, ÍDOLO DE LA MÚSICA CRIOLLA

José Luis Franco Meléndez *

La música de la costa del Perú, denominada a menudo «música criolla», agrupa diversos géneros,

entre los que destacan el vals, la marinera, la polka y los ritmos afroperuanos. Todos surgieron en los

sectores populares y han transitado a través de un proceso de mestizaje, que los ha configurado como

parte de la identidad de la nación. Un gran exponente, cuya obra marca un antes y un después en

el proceso evolutivo del vals y su posterior consolidación, lo constituye Felipe Pinglo Alva, personaje

cuya prolífica obra musical como compositor toca las fibras más íntimas de ese sentimiento de

pertenencia a un espacio como la ciudad de Lima. Se hace aquí referencia a ciertos aspectos

resaltantes de su vida y a la importancia de su obra musical, la cual, más allá de la armonía de sus

letras, destaca por su sentido social, que conecta con hondas inquietudes que tenemos como sociedad.

En: La lira limeña, nº 145, 1934

una serie de descubrimientos y un acelerado proceso

de modernización, en especial durante el gobierno

de Augusto B. Leguía, llamado el Oncenio (1919-

1930). Surgen nuevos actores sociales como la

clase obrera y se fortalece la clase media. En lo

musical, por otra parte, sobreviene en nuestro

país el paso del waltz centroeuropeo al vals criollo, aspecto que ejemplifica el constante proceso

de cambio que caracteriza a los géneros musicales, con mayor razón en sus aclimataciones en

distantes latitudes. Este género, así como la polka,

llega desde Europa, pero es asumido y transformado por las clases medias y populares, conservando su

compás de tres tiempos, con letras propias e imágenes que

le brindan un matiz más original. Y Pinglo se convierte en

el exponente principal de este cambio, a partir de la etapa

previa conocida como la «Guardia Vieja», no porque trate

de canciones sin autoría, sino por ser una fase que intenta

hallar un elemento particular, una canción más identitaria.

Posteriormente, hace su aparición la «Guardia Nueva», la

generación posterior a Pinglo y, en tal sentido, él constituye la bisagra entre los antiguos y nuevos compositores.

O como bien señala Alicia Maguiña: «Pinglo revoluciona

la música criolla con letras y melodías bellísimas, con un

fraseo distinto al de la Guardia Vieja, y así es como nace a

partir de 1917 -cuando compone su primer vals “Amelia”-

el indestructible estilo Pinglo»1

.

Lo social en su obra

La obra musical de Pinglo se podría organizar en tres

amplios grupos: el primero se caracteriza por canciones

con un lenguaje idílico, romántico y muy influenciado por

el modernismo, entre las que pueden mencionarse Celos,

Claro de luna, Horas de amor, Aldeana, Emilia, Oh mujer,

Ramito de flores, Sueños de opio. El segundo grupo aborda

las problemáticas de su tiempo: las letras no pierden su

sentido poético, pero se convierten en el medio para transmitir mensajes cargados de denuncia y crítica social; no

solo quiere llamar la atención, sino empatizar con aquellos personajes marginales. Finalmente, un tercer grupo

abarca temas que reflejan otros intereses del autor como

el fútbol y sus grandes ídolos, o la influencia de la cultura

estadounidense en las formas de vida citadina: El volante,

Amor a 120, Hombre del sur, etc. Por ahora, centrémonos en

el segundo grupo, el «social».

Esta se constituye en lo medular de la obra de Pinglo, reflejado en canciones como El plebeyo, Mendicidad,

La obrerita, Jacobo el leñador, las cuales cuestionan el statu

quo y denotan que el compositor, si bien compone letras,

no solo les proporciona la música que le agrada, sino que

El plebeyo. Convertido en una suerte de himno criollo,

hay muchas versiones sobre quién inspira esta composición

que, en concreto, narra el drama de Luis Enrique, enamorado de una mujer de una clase social distinta y encumbrada, a la que por ello, precisamente, es complicado acceder,

dados los viejos y conocidos convencionalismos sociales. El

vals termina con una frase a modo de pregunta y reclamo:

¡Señor, ¿por qué los seres / no son de igual valor!?... Es decir, qué

pasa en este mundo que no todos los seres humanos tenemos el mismo valor, aunque sería el amor el que podría

romper esas barreras. Y vislumbrando lo estrictamente formal de esa composición y su obra en general, es «la sensible

correspondencia narrativa entre música y letra»4

, lo que va

creando una atmósfera que nos envuelve en ese drama de

amor y denuncia.

La trascendencia de Felipe Pinglo radica en su capacidad de identificarse con el mundo popular, entendiendo

su dimensión interna en la vida de la colectividad. Es también la concreción de un referente dentro del universo del

vals criollo, que le otorga legitimidad y carta de ciudadanía,

fortaleciendo un perfil identitario que contribuye, como

muchas otras expresiones del arte y la creatividad nacionales, a la afirmación de lo peruano. Pese a su temprana desaparición -Felipe Pinglo falleció el 13 de mayo de 1936, víctima de una penosa enfermedad, y fue despedido por una

fervorosa multitud que acompañó sus restos al Cementerio

Presbítero Maestro-, su obra quedó como un referente vivo

en el repertorio criollo, y ha sido entonada e interpretada

desde entonces por sucesivas generaciones, que ven en él

a un artista genuino y solidario. De ahí también que fuera

declarada Patrimonio Cultural de la Nación en 2016.

1 Alicia Maguiña. Mi vida entre cantos. Lima, Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, 2020.

2 Lorenzo Villanueva y Jorge Donayre. Canción Criolla. Antología de la

música peruana. Lima, Latina s. a., 1987.

3 Esta dictadura, que tuvo entre sus víctimas al dirigente obrero Manuel

Arévalo, del Partido Aprista, y cuya persecusión política ha quedado retratada en la novela El Sexto de José María Arguedas, recogió, empero, algunas demandas sociales e impulsó la creación de barrios obreros y comedores populares urbanos y del primer seguro social obrero en el país.

4 Rodrigo Sarmiento. Felipe Pinglo y la canción criolla: estudio estilísico de

la obra musical del Bardo Inmortal. Lima, Universidad Nacional Mayor de

San Marcos, 2018.

*Magister en historia y estudioso de la música criolla.

En la portada. Mariano Osorio. Jarana. Lima, s/f.

además manifiesta una postura crítica

frente a determinados temas, con la

intención de generar una reacción en

los oyentes. Así, las letras describen a

determinados personajes en la vida

de espacios como los multiculturales

Barrios Altos o el proletario distrito de La Victoria, ahondando en las

aflicciones de las fuerzas laborales, las

duras tareas del campesino, los niños

empujados a trabajar. El espacio urbano y aún el rural son los marcos donde se desarrollan dichos personajes, y

su obra pretende brindar visibilidad

a esos rostros de la pobreza, es decir,

conducir dichas realidades desde lo

marginal hacia el centro, a través de

la música. Unas composiciones que,

al tocar fibras sensibles como el abandono, el desamor y la orfandad, forjan

un vínculo más encarnado con estas

realidades. Al respecto, veamos tres

canciones a partir de las cuales podemos acercarnos a aquella sensibilidad.

La oración del labriego. Es una lograda composición que

retrata el misticismo del hombre del campo. En una entrevista realizada a Felipe Pinglo Rivera (hijo del compositor),

este decía lo siguiente con respecto al origen de la canción:

«Cierto día era el santo del capataz de la hacienda Mendoza (terrenos del actual hipódromo de Monterrico) y, junto

con sus amigos, concurrieron a darle una serenata, pero mi

padre se alejó de todos ellos sin decir nada y cuando empezaron a buscarlo, lo hallaron observando detenidamente

a los trabajadores de la hacienda, quienes araban la tierra

con gran esfuerzo»2

. Esto fue el punto de inspiración para

esa celebrada plegaria ante el Creador.

El canillita. Felipe Pinglo pone en el centro de ese vals

a un personaje marginal, que habitualmente pasa desapercibido o es ignorado. Se lo compone al canillita, muchas

veces un niño que anda por las calles vendiendo los periódicos. Una imagen inocente, pero que denota un drama

interno. En una parte de la canción dice: «Si muchos de nosotros auscultar pudiéramos». Auscultar significa escuchar

el interior, como si pegáramos el oído al pecho y escucháramos lo que siente desde adentro. Es decir, nos invita a una

empatía, a ponernos en el mismo lugar de la persona. Y

más adelante agrega: «viviendo en un instante con el dolor

humano, /compráramos los diarios para otorgarle el pan».

Recordemos que tanto esta composición, como «Mendicidad», «La oración del labriego», «El huerto de mi amada»,

«El plebeyo», «Sueños de opio» y «La obrerita» fueron, en

1939, censuradas durante el régimen del general Óscar R.

Benavides, que prohibió su difusión en las radios limeñas3

.

Camilo Blas. Marinera con cajón. Lima, 1938



Funerales de Felipe Pinglo



Con afecto,

Ruben

 

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