Cuentos
Peruanos
“Un
buen libro no es aquel que piensa por ti, sino aquel que te hace pensar." James
McCosh.
Al pie de la letra (Adaptación)
Ricardo Palma
El capitán Paiva era un indio cusqueño,
que se distinguía por su gigantesca estatura, musculo cuerpo y por su gran
valentía en el campo de batalla. Gracias a su audacia y heroísmo había llegado
a obtener el grado de capitán, pero de ese grado no ascendía al pie de la letra.
El capitán Paiva era muy amigo del general Salaverry quien también desempeñaba
el cargo de presidente del Perú.
Salaverry le tenía mucha estima al
capitán Paiva y éste era su hombre de confianza. El general lo conocía desde la
época en que él ingresó como cadete a la escuela de oficiales, para eso Paiva
ya tenía el grado de capitán. Posteriormente, Salaverry, gracias de a su
inteligencia, alcanzó el grado de general y Paiva siempre seguía en el mismo
grado.
Una vez el general Salaverry quería
meter a prisión a don fulano. Mandó llamar al capitán Paiva y le ordenó vaya a
la casa del fulano, y pregunte por él y si no lo encontraba “allane su casa”.
Él hizo como le ordenaron, preguntó por el referido sujeto; pero no le dieron
razón de él, y ordenó a sus soldados que lo busquen por toda la casa. Al poco
rato uno de sus soldados dirigiéndose al capitán Paiva le dijo:
- Señor, hemos buscado por todos los
sitios y no se encuentra dicho individuo. Entonces el capitán recordó las
palabras del general Salaverry y mandó a sus soldados que tumbasen todas las
paredes de la casa. Luego se dirigió ante la presencia de Salaverry y le dijo:
- Orden cumplida mi general, no
encontré al sujeto que usted me ordenó, pero su casa la dejé tan planita y
llanita como la palma de mi mano, no queda ninguna pared en pie.
El general se volteó, se sonrió y dijo
entre dientes: ¡Pedazo de bruto!
Salaverry tenía gran predilección por
las letras y lo que él había querido decir era que lo busque por toda la casa;
pero vaya con metáforas al capitán Paiva.
El general Salaverry tenía como barbero
a Cuculí; este era un borracho, mujeriego, matón, guitarrista, sinvergüenza y,
gracias a que conocía al general Salaverry desde pequeño, cometía abusos contra
las personas. Iba a las cantinas, se tomaba las cervezas que quería, comía en
abundancia con sus amigos y no pagaba la cuenta; agarraba a las mujeres que
deseaba aunque estén con sus esposos o novios si éstos reclamaban, como era
natural, recibían una paliza por parte de Cuculí. Se lo llevaban preso e
inmediatamente llamaba al general Salaverry y mentía diciéndoles que le habían
metido preso injustamente. El general le creía y ordenaba que lo soltaran.
Pero el general Salaverry enterado de
las andanzas de Cuculí le dijo: - Mira, Cuculí, tú ya estás comportándote muy
mal, un día me caliento y te mando fusilar.
Cierto día Cuculí había cometido una
serie de fechorías y por tal motivo, fue llevado detenido a una comisaria.
Enterado de esto, el general Salaverry llamó al capitán Paiva y el dijo: Vaya a
la comisaría, saca a Cuculí y “lo fusila entre dos luces”. El capitán Paiva lo
sacó de la cárcel y recordó las palabras del general Salaverry, buscó dos
faroles y ordenó a su batallón de soldado:
- ¡Preparen!... ¡Apunten!... ¡Fuego!
Las balas de los fusiles Máuser salieron raudas e impactaron en diferentes
partes del cuerpo de Cuculí que rodó por el suelo.
Inmediatamente el capitán Paiva se
dirigió donde Salaverry y le dijo:
- Orden cumplida mi general, hice como
usted me ordenó, fusilé a Cuculí entre dos faroles.
Salaverry se volteó, soltó una lágrima
y murmuró: ¡Pedazo de bruto! Sólo quería asustar a Cuculí, fusilarlo entre dos
luces significa que lo mate al amanecer.
Desde ese día Salaverry decidió no
darle ninguna orden de importancia a Paiva.
Cierto día, cuando los peruanos y
bolivianos estaban peleando en Chacllapampa, ambos ejércitos estaba lejos y
bien preparados con costales de arena, madera y muros de cemento, las balas de
ambos bando apenas llegaban sin causar ningún herido. El capitán Paiva que
estaba en el bando de los peruanos junto al general Salaverry le dijo:
- Mi general, las balas de los
bolivianos apenas llegan a nuestras balas igual, estamos gastando municiones
inútilmente, déjeme ir con diez lanceros y le ofrezco traer un oficial
boliviano a la grupa de mi caballo.
El general Salaverry le contestó que no
era preciso. Pero tanto insistió Paiva, que sus majaderías fastidiaron al
general, quien cansado y molestó replicó.
- Déjame en paz. Haz lo que quieras.
Anda y hazte matar.
Paiva escogió diez lanceros fuertes y
valientes y con él a la cabeza, salieron a atacar a los bolivianos. En este
ataque cayeron muertos tres soldados peruanos, pero el capitán Paiva, con el
resto, derrotó al enemigo y regresó al campamento con un oficial boliviano en
la grupa de su caballo. Al divisar el general Salaverry gritó Paiva:
- Mi general, mande tocar diana, todos
los bolivianos están vencidos. Dejó caer al suelo el cuerpo del prisionero e
inmediatamente cayó muerto. Tenía dos balazos en el pecho y uno en el vientre.
El general Salaverry lleno de tristeza
murmuró: ¡Valiente bruto!
El Autor.
Ricardo
Palma: 91833-1919) Autor de “Tradiciones Peruanas” es el caso de un escritor de
autentica raigambre popular que ha merecido el reconocimiento universal. Aunque
Palma cultivo diversos géneros (poesía, lirica, historia, crítica literaria,
historia, investigación, lexigrafía,etc), su prestigio queda ligado a una
especie creada por el mismo a la que dio un inconfundible sabor criollo: La
Tradición. “Las Tradiciones Peruanas” recogen
sabrosos episodios de las distintas épocas de nuestra historia.
Con
afecto,
Rubén
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