Poemas de Juan Gonzalo Rose
Marisel
Yo recuerdo que tú eras como la primavera trizada de
las rosas
y como las palabras que los niños musitan
sonriendo en sus sueños.
Yo recuerdo que tus eras
como el agua que beben silenciosos los ciegos,
o como la saliva de las aves
cuando el amor la tumba de gozo en los aleros.
En la última arena de la tarde tendías
agobiado de gracia tu cuerpo de gacela
y la noche arribaba a tu pecho desnudo
como aborda la lluvia los navíos de vela.
Y ahora, Marisel, la vida pasa
sin que ningún instante nos traiga la alegría.
Ha debido morirse con nosotros el tiempo,
o has debido quererme como yo te quería.
Escapar hacia el mar
Enciérrame. Protégeme. Y detenme. Detenme. Aquí,
ahora, todo es oscuro y silencioso. La sombra ha borrado toda página. Apenas,
doblegando los pétalos de vidrio, penetran los rumores apagados de una luz
callejera y la halagadora sospecha del otoño. Aquí, solo nosotros. Nosotros
dos, en nuestra alcoba, mientras Lima tirita bajo la neblina y un niño como yo,
igual que yo, tal vez yo mismo, se echa al hombro sus versos y se escapa hacia
el mar.
Exacta dimensión
Me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas…
y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas
cuando llega el verano…
y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas en las tardes de enero
cuando llega el verano…
y más precisamente:
me gustas porque te amo
Machu Picchu
Machu Picchu, dos veces
Me senté en tu ladera
para mirar mi vida.
Para mirar mi vida
Y no por contemplarte,
Porque necesitamos
Menos belleza, Padre,
Y más sabiduría.
(Informe al rey y otros
libros secretos, Lima, 1967)
Discurso de la claridad
Fuego en el fuego.
Luz en el agua,
Amor en el corazón:
Jamáis me abandonéis.
Cisterna que la luna rebalsara,
Poderío extasiado de la nieve:
Resplandeced en mí.
Tonada de los bosques
Acompasad, por siempre, mi alegría.
Y que sea mi muerte el espejo trizado
Donde sigan ardiendo las arenas del día.
(Informe al rey y otros libros secretos, Lima 1967)
Ya estoy purificado, poesía.
Ya podemos mirarnos a los ojos
Como en la tarde de la luz aquella:
Yo jugaba la ronda entre chiquillos,
Y tus manos, temblando, me eligieron.
(Hallazgos y extravíos, Lima, 1968)
Cuarta canción
Yo me ahogo de cielo.
Mi corazón se inclina
Y las islas no llegan.
Dame tu mano entonces,
Quiero morir tocando
El extremo más dulce de la tierra
(Simple canción, Lima
1960)
Luciérnagas
y versos
Pues caso estimable es el del bicho
Que más alumbra
Cuanto más se muere.
Y no el del hombre
Que se opaca a pocos
Y es mucho más oscuro
Cuando dura.
(Cuarentena, 1968 Recogido en
1974 en O.P.)
Juan Gonzalo Rose
(Tacna, 1928 Lima, 1983)
Nota Del Editor:
Desafortunadamente la barrera del idioma no permite
muchas veces, que la traducción sea en este caso la expresión correcta del
pensamiento del poeta.
Con afecto,
Ruben
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