Por intermedio de uno de mis hijos te escribo desde mi cruz a la soledad de tu alma.
A ti, que a veces me miraste sin verme, y me oíste sin escucharme.
A ti, que muchas veces prometiste seguirme de cerca y sin saber porque te distanciaste de las huellas que deje en el mundo para que no te perdieras.
A ti, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme, y con frecuencia piensas que solo soy un recuerdo, y no logras comprender que estoy vivo. Y no te olvides que Dios es un Dios de vivos y no de muertos.
Yo soy el principio y el fin; yo soy el camino para que no te desvíes y también soy la verdad para que no te equivoques, y la vida eterna para no morir.
Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y morir.
Yo fui libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi sangre y cumplí, y fue el morir por ti en la cruz para que puedas ser salvo de la condenación.
En otras palabras morí para salvarte.
Fui Maestro y Servidor.
Soy sensible a la amistad. Y hace tiempo que espero que me regales la tuya.
Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos y tu proceder, y se bien lo que vales, si para bien o para mal.
Sé también que tu vida pueda parecer pobre ante los ojos del mundo, pero sé que tienes mucho que dar, si vienes a mí en arrepentimiento, porque sin mi nadie recoge sino desparrama.
Si supieras cuanto hace que golpeo las puertas de tu corazón, y aun no recibo respuesta para entrar en él.
No quisiera verte tan orgulloso y egoísta, rebelde, disconforme y tan incrédulo.
Deseo para ti una mejor vida, y que conozcas y obedecieras mi palabra, para que ella te haga verdaderamente libre. Que vivas una vida cristiana, de tal manera que si honras a Dios yo también te horrare a ti.
No te canses de buscarme que yo no me cansare de hallarte, y deseo que seas mi hi jo y amigo.
Tu Señor y amigo, Jesús