Cuentos
Peruanos
“Un buen libro no es aquel que piensa por
ti, sino aquel que te hace pensar." James McCosh.
Minicuentos
de Julio Ramón Ribeyro
Letrado de ayer
Caminando con un amigo Luder se ve
reflejado en la vitrina de una tienda.—Ya me fregué —dice, sobrepasándose—. Acabo de darme cuenta que no soy un hombre de hoy sino un letrado de ayer. Hasta en mi manera de caminar arrastro los escombros de mi educación literaria.
Luder pasa rápidamente
Luder pasa rápidamente delante de un mendigo que le extiende plañideramente la diestra.–¡Puerco! –grita el pordiosero.
Luder se detiene y regresa sonriente con una moneda en la mano:
–Solo esperaba que me llamaras por mi nombre.
La relatividad de nuestras concepciones estéticas
Luder regresa de su habitual paseo por el malecón.—Estoy confundido —dice—. Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepúsculo. Eso demuestra la relatividad de nuestras concepciones estéticas.
En el fondo
—Es
curioso —dice Luder—. En el fondo de los ojos de las personas extremadamente
bellas hay siempre un remanente de imbecilidad.
Estructura
—Dile que no estoy —susurra Luder a su criada que
le muestra una tarjeta de visita—. Es un semiólogo que anda en busca de una
estructura.
Naturalidad
—¡Cómo
puedes aguantarlo! —critican a Luder porque visita a
menudo en su buhardilla a un pintor viejo y paupérrimo.
—Es que me encanta su manera tan natural de invitarme a compartir su
fracaso.
Nube de polillas
[—Es un escritor tan anticuado —dice Luder— que cuando abres uno de sus
libros todas sus letras salen volando, como una nube de polillas.
Perfección
Encuentran
a Luder abatido ante una revista abierta.
—¡Dicen aquí que mi estilo se acerca a la
perfección!
—¿Y eso te molesta?
—¡Naturalmente! El gran arte consiste no el
perfeccionamiento de un estilo, sino en la irrupción de un nuevo estilo.
Plagio
—Lo mismo o algo parecido dice Montaigne en sus
“Ensayos” —le reprocha alguien al escucharlo lanzar una sentencia moralizante.
—¿Y qué? —protesta Luder. Eso solo demuestra que
los clásicos siguen plagiándonos desde la tumba.
Por el corredor
—Cuando a Balzac le entra la manía de la descripción —observa un amigo—
puede pasarse cuarenta páginas detallando cada sofá, cada cuadro, cada cortina,
cada lámpara de un salón.
—Ya lo sé —dice Luder—. Por eso no entro al salón.
Me voy por el corredor.
Que lo cante
—¿Has leído su última novela? —le preguntan,
refiriéndose a un autor famoso—. ¡Qué musicalidad,
qué ritmo, qué riqueza de voces! ¡Es un verdadero oratorio!
qué ritmo, qué riqueza de voces! ¡Es un verdadero oratorio!
Solo lloran los valientes
—Nada me impresiona más que los hombres que lloran
—dice Luder—. Nuestra cobardía nos ha hecho considerar el llanto como cosa de
mujercitas.
Cuando solo
lloran los valientes: por ejemplo, los héroes de Homero.
Un ligero retraso
Se tropiezan con Luder que camina velozmente por
los malecones del Sena.
—¿Adónde vas?
—A la Plaza de la Concordia. A mediodía le cortan
la cabeza de Luis XVI.
—¡Pero eso ocurrió hace dos siglos!
—¡Ah, caramba! —dice Luder mirando su reloj—. Veo
que llevaba un ligero retraso.
Un miserable
Nunca he sido insultado, ni perseguido, ni
agredido, ni encarcelado, ni desterrado —dice Luder—. Debo, en consecuencia, ser un miserable.
Universidades
—Hay tantas universidades ahora —dice Luder— que en
ellas se distribuye más la ignorancia que el conocimiento. Los educadores
olvidan que el saber es como la riqueza: mientras más se reparte, menos le toca
a cada uno.
Vueltas y vueltas
Lo encuentran paseándose abstraído en torno a la
mesa de su biblioteca.
—Me he dado cuenta —dice Luder— que nuestra vida
solo consiste en dar vueltas y vueltas alrededor de unos cuantos objetos.
Dichos de Luder 1989
Con afecto,
Ruben
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