Relatos históricos
“La historia debe ser sobretodo la pintura de un tiempo, el retrato de
una época.
Cuando esta se limita a ser el retrato de una
persona o la pintura de una época, de una vida, solo a medias es historia”.
Joseph Joubert.
Fuente: América en Movimiento
Antropología y Crisis políticas
(Capitulo
13Parte IV)
1984
Tesis 4. La muerte de los ocho periodistas es el
resultado de un malentendido porque fueron confundidos como terroristas
senderistas.
La tesis de la confusión es la tesis principal de la Comisión. Está
presente en todas partes, no sólo en el informe de la comisión sino también en
los anexos. Los textos siguientes fundan esta proposición:
a. “La
comisión ha llegado a la convicción absoluta de que los comuneros que se
encontraban en ese momento en Uchuraccay y que eran tanto miembros de esa
comunidad como, posiblemente de otras comunidades iquichanas – confundieron a
los nueve forasteros que se aproximaban con un destacamento de ‘senderistas’
que venía, sin duda, a escarmentarlos por el linchamiento de varios de los
suyos perpetrados en esa misma comunidad en los días anteriores. Esta
operación de represalias era temida y esperada en las comunidades iquichanas
que habían matado senderistas y mantenía a los comuneros en un estado de ánimo
sobresaltado, medroso y furibundo a la vez..... En este estado de ánimo
excepcional, exacerbado por una suma de circunstancias sobre las que la segunda
parte de este informe se explaya considerablemente es, a juicio de la comisión,
un factor que debe ser considerado como primordial para entender lo que
ocurrió.
La comisión tiene la convicción relativa de
que los periodista debieron ser atacados de improviso, masivamente, sin que
mediara un diálogo previo y por una multitud a la que el miedo y la cólera,
mezclados, enardecían y dotaban de una ferocidad infrecuente en su vida diaria
y en circunstancias normales. La comisión llega a esta conclusión considerando
el hecho de que tres de los periodistas hablaban quechua –Octavio Infante,
Félix Gavilán y Amador García- y quienes, de haber tenido un diálogo con
los comuneros, hubieran podido revelar su identidad, explicar su objetivo e
intenciones y desarmar la desconfianza y la hostilidad de sus atacantes. Pero
la comisión no puede descartar, tampoco, que ese intento de diálogo se
produjera y fuese inútil debido al exceso de suspicacia, pánico y furor de los
comuneros o a alguna imprudencia o error en el curso de la conversación por
parte de los periodistas que agravase el malentendido en vez de disiparlo”.
(Informe, p. 15)
b. “La
comisión ha llegado a la convicción relativa de que el cargo de que los
periodistas llevaban una bandera roja fue producto de una decisión adoptada por
la comunidad, en el curso de ese día jueves o del día siguiente, como una
justificación o coartada de la terrible confusión que les hizo tomar a los
periodistas por ‘senderistas’”. (Informe, p. 17).
c. “No
se puede juzgar el crimen de Uchuraccay (ni el mal entendido que lo provoca)…
(Comisión, Informe, p. 33)”.
d.
“En tanto que ritual los terrorista-ladrones-abigeos pecadores y los
periodistas confundidos con ellos merecen castigo” (De Trazegnies, Informe, p.
122).
e.
“Esta gente fue víctima de un error cultural terrible” (Entrevista a Fernando
de Trazegnies, La República, Suplemento Uchuraccay: crimen sin castigo, Lima 19
de marzo de 1983. P. 12).
Tesis 5. Sólo los campesinos mataron a los
periodistas. Las fuerzas del orden no participaron.
La comisión está convencida que el crimen fue
ejecutado únicamente por los campesinos. Sostiene claramente que las Fuerzas
Armadas no participaron en la acción y que los sinchis instigaron sólo
parcialmente a los comuneros a matar terroristas. He aquí algunos textos
significativos:
a.
“¿Quiénes ejecutaron la matanza? La comisión investigadora ha llegado a la
‘conviccion absoluta’ de que el asesinato de los periodistas fue obra de los
comuneros de Uchuraccay, posiblemente con la colaboración de comuneros de otras
comunidades iquichanas, sin que, en el momento de la matanza, participaran en
ella fuerzas del orden… La comisión ha llegado también a la ‘conviccion
absoluta’ de que los periodistas fueron asesinados porque los comuneros los
creyeron terroristas y sin sospechar su verdadera condición”. (Informe, p. 19).
b.
“¿Hubo instigación o aprobación de esta decisión por parte de las fuerzas del
orden? La comisión investigadora ha llegado a la ‘conviccion absoluta’ de que
en la decisión colectiva de los iquichanos en general y de los
uchuraccainos en particular, de matar a los terroristas que se acercaron a su
territorio jugó un papel importante y acaso decisivo, la seguridad de los
comuneros de que tenían autorización para actuar así por parte de la autoridad
representada por los ‘sinchis’” (Informe, p. 20).
c.
“¿Es o ha sido una política generalizada de los ‘sinchis’ como algunos órganos
de prensa han asegurado, la de instigar a las comunidades amenazadas por
‘Sendero Luminoso’ a matar forasteros? La comisión investigadora tiene la
convicción absoluta de que los ‘sinchis’ no han instigado sistemáticamente el
asesinato como medida de represalia o de defensa; pero sí tiene la ‘conviccion
relativa’ de que apoyaron tales acciones de manera aislada, de acuerdo a las
circunstancias de la campaña que venían librando. En el caso concreto de
Uchuraccay interpreta así la versión de los comuneros: que los sinchis aquella
vez que llegaron en helicóptero a Uchuraccay en vez de materializar una
política previamente planeada y sistemáticamente aplicada, respondieron a
quienes les pedían protección contra los ‘senderistas: ‘defiéndanse y
mátenlos’…” (Informe, p. 21).
d.
Los sinchis han cometido excesos: “Estos excesos se han producido,
efectivamente, y la comisión cree su obligación señalarlo porque este otro tipo
de violencia, derivado de la acción represiva, ha contribuido también a crear
ese contexto de anormalidad, recelo, pánico y odio que dio lugar a la matanza de
los periodistas.
¿Pueden las fuerzas del orden de un sistema
democrático combatir la subversión y el terror con métodos que no son
democráticos?... La comisión cree su deber hacer un llamado para que esa
política de disciplina y estricto cumplimiento de la ley por parte de las
fuerzas que se enfrentan al terror se prosiga sin concesiones, pues el respeto
de la legalidad y de los derechos de la persona humana es el fundamento mismo
del sistema por el cual se ha pronunciado la inmensa mayoría de los peruanos”
(Informe, pp. 33, 34).
e.
“Es probable que a la llegada de la primera patrulla que buscaba a los
periodistas, los comuneros hayan acordado presentar una versión única de los
hechos, que se apoya básicamente en los siguientes elementos: a) No saben lo
que es un periodista y creyeron que eran terroristas; b). llegaron con una
bandera roja y gritando ‘¡Perro Belaúnde!, ¡Perro señor gobierno!’, c). los
sinchis les habían indicado que mataran a los que venían por tierra porque
serían probablemente senderistas; d). todos sin excepción participaron en la
matanza” (Anexo de De Trazegnies, Informe, p. 142).
f.
”Tengo la impresión de que aun en el caso de que los sinchis les hubieran dicho
que mataran a todos los que vinieran por tierra, no es tal indicación lo que
constituye el factor detonante sino la convicción de las comunidades de que es
preciso optar por uno de los poderes en lucha. Si las comunidades no hubieran
querido pelear, ninguna insinuación o instrucción de los sinchis hubiera sido
suficiente para llevarlas a combatir; y viceversa, si las comunidades habían
decidido a tomar partido en esa guerra que no era suya habrían matado en la
forma como lo vienen haciendo sin necesidad de que nadie les dijera nada”. (De
Trazegnies, Informe, p. 146).
Tesis 6. Culpables somos todos. Convendría no
acusar no acusar a nadie en particular. Teniendo en cuenta que los indios de
Uchuraccay son profundamente diferentes a nosotros, una amnistía sería
necesaria.
La dualidad, punto de partida del razonamiento de
la comisión y sus asesores, reaparece con gran vigor en la tesis final: la
muerte de los periodistas es un crimen que no puede tener castigo por el drama
de la incomunicación entre el “Perú oficial” y el “Perú real”. Con la
culpabilidad de todos está asegurada la irresponsabilidad de cada uno.
Dice la comisión: “Más que distribuir
responsabilidades –que en este caso, a juicio de la comisión, comparte todo lo
que Jorge Basadre llamaba el Perú oficial, o por lo menos, el sector
democrático de éste que recibió con alivio la noticia de las ‘ejecuciones de
senderistas’-, la comisión cree necesario y urgente llamar la atención sobre el
conflicto –desarrollado por el estudio del jurista doctor Fernando
de Trazegnies- que plantea en nuestro país, la existencia junto al sistema
jurídico accidentalizado y oficial, que en teoría regula la vida de la nación,
de otro sistema jurídico, tradicional, arcaico, soterrado y a menudo en
conflicto con aquel al cual ajustan su vida y costumbres los peruanos de las alturas
andinas como Huaychao y Uchuraccay” (Informe, p. 32).
Por otro lado, la comisión afirma:
“Corresponde, claro está, al Poder Judicial hacer
el deslinde de responsabilidades en términos jurídicos y decidir si a las
autoridades –el teniente gobernador, los varayocs- les cabe una culpa mayor en
los sucesos y si es indispensable y pertinente extremar la investigación hasta
identificar personalmente a cada uno de los que lanzaron las piedras y se
encarnizaron contra las víctimas…”. (La comisión, Informe, p. 26).
Para el jurista Fernando de Trazegnies, la dualidad
de dos sistemas jurídicos en el país como fondo estructural y el estado de
guerra vivido por los comuneros de Uchuraccay dieron lugar a una situación
extraordinaria: “para circunstancias extraordinarias, hay remedios
extraordinarios… la amnistía constituiría así una forma de restablecer la
justicia, cuando la aplicación estricta del derecho positivo podría conducir a
situaciones de injusticia o de inconveniencia social en razón de que no están
presentes las condiciones de realidad para las que fue concebido. Sin embargo,
la amnistía no deja de reconocer que el hecho en sí era punible si hubiera
sucedido en condiciones normales; lo que constituyen una importante afirmación
de la primacía del derecho nacional sobre cualquier particularismo localista
que lo contradiga en materia grave”. (Informe, p. 151).
II. CRITICA A LAS TESIS DE LA COMISION OFICIAL
La necesidad de otra hipótesis para explicar la
muerte de los periodistas en Uchuraccay, alternativa a la versión sostenida por
la comisión oficial, resulta de una crítica a las tesis sostenidas por ésta y
de una manera diferente de plantear el problema. Resumo a continuación mis
críticas al razonamiento y a las tesis de la comisión oficial y a sus asesores.
Critica 1. El dualismo como una visión superficial
e incompleta del Perú.
La imagen del “Perú oficial” y del “Perú real” fue
usada por el historiador Jorge Basadre, hace más de cincuenta años. Corresponde
a lo que podría ser una fotografía, una visión del Perú por fuera. A simple
vista, poco o nada hay de común entre Miraflores y Uchuraccay. Manuel Scorza
dijo alguna vez: “Miraflores es una isla rodeada por el Perú”. Las categorías
simples y sencillas para traducir esta visión superficial son las de “modernidad”
y “tradicionalidad”, “adelanto-atraso”, Otras más sofisticadas
fueron usadas después: “desarrollo”-“subdesarrollo”. La oposición
“oficial-real” apunta a la división del país entre los privilegiados de Lima y
las ciudades frente a los desvalidos de los Andes. Si bien es cierto que a
simple vista nada parece haber de común entre los miraflorinos y los
uchuracaínos, cuando se deja el terreno de las apariencias que engañan uno
descubre algunos elementos que definen la esencia del país. Ocurre simplemente
que Miraflores y Uchuraccay están dentro del Perú y tienen una misma unidad
invisible a los ojos porque ambos son polos que provienen de la misma historia.
Existe lo andino en el Perú, con su propia cultura,
su lógica particular. Existe el capitalismo en el Perú, igualmente con lo suyo.
Pero este reconocimiento sería dualista y por eso inútil si no nos
interesáramos en saber cómo se articulan entre sí. Hay, por eso, tres espacios
en uno: el capitalista, el andino, y el de su articulación. Una visión global
del país debe dar cuenta de estos tres espacios. La vieja antropología tradicional
dualista que funda el razonamiento de la comisión oficial, centra toda su
atención sólo en lo andino, considerando lo andino como un universo cerrado.
Una visón marxista ortodoxa-dogmática y de repetición, centra su atención sólo
en el fenómeno del capitalismo y las clases. Un diálogo de sordos entre ambas
corrientes dura ya muchos años en el Perú y contribuye a que el dualismo siga
vigente aun a pesar de sus graves limitaciones. Recogiendo lo mejor del
marxismo y la antropología es posible asumir la difícil tarea de ir
construyendo una visión global a partir del espacio de articulación. Esta
manera de ver la realidad permitirá igualmente mostrar las relaciones profundas
entre los grupos étnicos de la selva y el capitalismo; Mi libro, Capitalismo
y no capitalismo en el Perú (Mosca azul editores; Lima, 1980) presenta
precisamente un primer acercamiento a esta visión global.
El concepto de articulación no basta si no es
calificado: En el Perú las relaciones entre el capitalismo y lo andino son de dominación
o subordinación. En la esfera económica, las comunidades de los Andes
constituyen una reserva de fuerza de trabajo para unidades de producción
capitalistas y no capitalistas. ¿De dónde sale el “cholo barato” y a quienes
beneficia esta mano de obra barata?; a pesar de su pobreza, las cuatro mil
comunidades campesinas constituyen un mercado para los productos que van del
capitalismo y que los comuneros tienen que consumir y no producen. La industria
textil de Lima –“informal” o no– distingue bien desde hace un siglo lo que es
ropa de señores y ropa de indios: “Casimir inglés” para unos y “tela de
castilla” para otros. Por otra parte, los pobladores andinos producen alimentos
no sólo para ellos sino también para aquéllos que tienen mala conciencia
de pertenecer al “Perú oficial”.
En la esfera política, la formación del Estado en
el Perú (de carácter burgués desde el siglo XIX) ha sido posible sometiendo a
las autoridades indígenas e incorporándolas dentro del Estado. La institución
política de los Varayoqs o envarados surgió en el comienzo mismo de formación
de las comunidades campesinas y resulta de la síntesis de dos tradiciones: la
española impuesta por los conquistadores y la andina de los viejos ayllus.
Dentro de los ayllus, los Varas (jerarquía de autoridades) cumplen diversas
funciones entre las cuales es posible citar: 1. distribuir el agua, 2. dirigir
y vigilar las faenas o trabajos colectivos; 3. cuidar los campos, prevenir las
heladas y combatirlas; 4. Perseguir y apresar a los ladrones y abigeos; 5.
ocuparse de los enfermos; 6. venerar a los muertos y acompañar a los deudos; 7.
enterrar a los forasteros muertos en el territorio de la comunidad; 8. Buscar y
convencer a los miembros del ayllu que deben asumir los cargos comunales; 9.
Resolver los conflictos entre comuneros; 10. Vigilar y asegurar que las reglas
matrimoniales se respeten evitando los casos de incesto; 11. Interesarse por
los comuneros, visitarlos, preguntar por ellos para ver si necesitan ayuda (huatukuy);
12. Ofrecer el “ánimo” (coca; cigarrillos, a los que trabajan en las faenas);
13. Celebrar la fiesta de los carnavales dando gracias a la comunidad que los
eligió.
Pero los varayoqs y los ayllus no están solos. Los
mistis vecinos, principales, están al lado y encima. Además de todas las
autoridades del Estado, políticas, municipales y judiciales, está la Guardia
Civil, punta de lanza del aparato represivo del Estado en los Andes. El alcalde
Vara debe obediencia a las autoridades del Estado: Citaré aquí dos páginas de
mi libro Capitalismo y no capitalismo en el Perú:
“En 1930, se instaló en Puquio (capital de la
provincia de Lucanas del departamento de Ayacucho, hoy en estado de
emergencia), un puesto de Guardia Civil como una ramificación provincial de una
institución represiva esencialmente transformada y modernizada en 1924, gracias
al modelo español copiado por la nueva policía peruana. Un guardia civil de San
Pedro dijo: ‘antes de la instauración de los puestos de Guardia Civil aquí era
toda la colectividad la que cumplía la función de guardia civil”. Esa frase es
sumamente exacta. La expansión del Estado a través de estos puestos de guardia
civil no es otra cosa que el ejercicio de la autoridad, el monopolio de la
autoridad y la pérdida por parte de los indios de la posibilidad de resolver
ellos mismos sus problemas. Aparentemente y en el discurso formal de los
oficiales del puesto de Guardia Civil de Puquio la comisaría no tiene ‘nada que
ver’ con los varayoqs. En una entrevista acordada por el oficial jefe de la
comisaría de Puquio y su adjunto –un suboficial que hizo toda su carrera en el
puesto de Puquio- nos dijo que no hay relación directa entre los guardias
civiles y las autoridades indias, y que la coordinación se efectúa a través del
subprefecto y los gobernadores. Algunos minutos después, el subteniente
declaró: ‘Yo sé también que con esos señores (los alcaldes Varas) ha habido
bastante coordinación, bastante apoyo; ¿no? Y generalmente se coordina con
ellos que también ejercen autoridad en determinado lugar. Pero así de una
manera directa; institucional, no. Los Varas son los comisionados del
gobernador. Es por eso que muchas veces cuando viene un señor, ¿no?, con su
bastoncito, yo le pregunto qué autoridad te impone eso. Soy el varayoq me
dice’… ‘El vara es un auxiliar de la guardia civil, es un comisionado, es un
colaborador de la guardia civil. La relación de la guardia civil pasa por
mediación de la autoridad política… los envarados al lado del teniente
gobernador constituyen pues sus subalternos’ (p. 263-264). Un último testimonio
de un guardia civil es muy importante:
“Los envarados son agentes trasmisores inmediatos,
auxiliares. Estos desempeñan su cargo exigiendo a la masa que cumplan y tienen
bien señalados a los morosos. Para cualquier trabajo, lo primero que hacen es
señalar a los morosos y si no obedecen acuden al gobernador quien con un oficio
solicita la ayuda de la guardia civil y nosotros tan prestos salimos, les
hacemos comprender a esa oveja descarriada para que vuelva al rebaño. Son los
agentes dinámicos que de día o de noche, a cualquier hora son llamados y
trabajan. Por esta razón es de suma importancia este cargo que recae sobre
ciertos comuneros… qué será de los envarados en el futuro, porque los hijos que
siguen estudios ya no quieren agarrar la vara hasta que llegue un tiempo en que
los varas se van a extinguir. Posiblemente llegue a extinguirse. Por el
momento, nosotros (los guardias civiles) insistimos para que siga el
nombramiento de esos comuneros” (Idem p. 264). Cuando se conoce la realidad por
dentro y la cultura andina con su propia lengua la aparente independencia entre
varayoqs y guardias civiles es sólo el fruto de la ilusión óptica que produce
ver sólo la apariencia de las cosas.
La dualidad geográfico-ecológica entre los valles y
las punas no es una novedad ni privilegio de Huanta y la región altina de
Iquicha. Existe en todos los Andes peruanos y sudamericanos. ¿Por qué esa
violencia en Uchuraccay? El dualismo estructural en este caso es un dato
general y nada más. No explica en absoluto lo que ocurrió. La explicación hay
que buscarla entre la estrategia antisubversiva de las FF. AA. y el
movimiento armado de Sendero Luminoso. Es recién sobre ese conflicto que tienen
sentido la presencia o ausencia de los elementos estructurales duales.
La dualidad cultural (arriba-abajo, bien-mal,
masculino-femenino, nativo-de afuera) existe indudablemente en la
representación que los andinos tienen de ellos y el espacio. Lo que es
importante subrayar aquí es que de ningún modo es posible suponer que todos los
hábitos culturales andinos sean universales en toda la sierra peruana y menos
sudamericana. Fruto del proceso de conquista y colonización ha sido la
desestructuración del Estado y la sociedad Inka. El localismo es el lógico
resultado de tradiciones parciales cortadas de todo vínculo nacional o estatal.
En algunos lugares se entierra a los”diablos” boca abajo y en otros se deja los
cadáveres al aire libre. Pero en ninguna parte de los Andes se entierra a los
muertos desnudos y menos en tumbas superficiales para dos personas. Eso deben
saberlo muy bien los antropólogos Ossio y Fuenzalida. De otro lado, existe
también la noción andina de la muerte que iguala a los hombres
independientemente de lo buenos o malos que hayan sido en vida. La polaridad
bien-mal, ángel bueno-demonio no es general de ningún modo. Finalmente, los
antropólogos asesores de la comisión olvidaron la enorme tradición de
hospitalidad que caracteriza a la sociedad andina en general, seguramente
impactados por la hostilidad atribuida a los iquichanos. La maestra de
Uchuraccay declaró que los de Uchuraccay habían dado hospitalidad a los de
Sendero antes de enero de 1983. Podría llenar muchas páginas con referencias
etnográficas sobre la hospitalidad institucionalizada andina. Quiero recordar
solamente dos de las funciones de las autoridades indias: dar posada y
hospitalidad al forastero y atender a los heridos o enterrar a los muertos
forasteros. La hospitalidad y la hostilidad son universales en todas las
sociedades del mundo y vale la pena recordarlo.
Ossio y Fuenzalida sostienen:
“… no debe pensarse que Uchuraccay sólo consume lo
que produce ni que se trata de una comunidad totalmente cerrada al mundo
exterior… tampoco debe pensarse que su apertura hacia el mundo exterior es ilimitada”.
(Informe, p. 53). La frase es redonda, y cierta, pero sobre la articulación de
lo andino con el capitalismo no hay casi nada. Se trata de una frase de
circunstancias, de un enunciado desprovisto de contenido:
Crítica a la tesis 2. La tradición guerrera de los
iquichanos se hizo en lucha y alianza con y contra otras fuerzas.
En la tesis 2, la comisión sostiene que los
iquichanos tienen una tradición de violencia. Las citas historiográficas van
desde 1540 hasta 1883, con grandes saltos, por supuesto. En estas luchas los
iquichanos pelearon siempre contra alguien y aliados de otros. Nunca solos.
(Vale la pena guardar esta evidencia para después cuando veamos el papel jugado
por las Fuerzas armadas y su estrategia antisubversiva). Además, sin lealtades
permanentes porque están unas veces contra el rey y otras a favor. Dicen que
apoyaron a Santos Atahualpa pero que se enfrentaron a Túpac Amaru. Parece
entonces que la designación del adversario de turno dependía no de los
iquichanos sino de sus aliados de ocasión, porque todos estaremos de acuerdo en
que siempre sus aliados fueron fuerzas nacionales y más poderosas. Esta
voluntad de aliarse para pelear contra otros supone una política de alianzas,
¿a cambio de qué? ¿Gratuitamente? Sin duda, no. Nadie mata ni se deja matar
sino por razones muy importantes. Lamentablemente la ‘historia’ a vuelo de
pájaro hecha por Ossio y Fuenzalida deja sin respuestas esas preguntas no
planteadas que son sin embargo esenciales si tomamos la historia con seriedad.
Además, bien vale la pena plantear dos preguntas a Ossio y Fuenzalida y a los
responsables del informe oficial:
1º.- ¿Por qué esta tradición de violencia de los
iquichanos se detiene un siglo entre 1883 y 1983? (Las dos líneas que consagran
al asunto carecen de toda seriedad). Y 2º. ¿Cómo es posible
explicar que una tradición militar feroz, detenida durante un siglo, reaparece
entera y gallarda en un pueblo analfabeto que no pudo escribir sus propias
hazañas? La tradición oral podría ser, naturalmente, la única pista, pero ya
sabemos que ésta tiene límites muy precisos. Se puede guardar el recuerdo vivo
de los héroes durante siglos, pero las técnicas militares se conservan
cuando se usan, y si cuatro generaciones no lucharon contra nadie en el último
siglo, valdría la pena que la comisión y sus asesores expliquen este prodigio
de haberlas conservado.
Por otro lado, es muy importante volver los ojos
sobre otra tradición de violencia andina que sí existió a lo largo de este
siglo y que se ejerce contra abigeos, gamonales y autoridades abusivas, aunque
estas luchas interesan muy poco o nada a los antropólogos dualistas super
especializados en sólo la “sociedad andina”. La propia comisión nos da
información sobre los abigeos muertos en Carhuarán en 1975 (Informe, p. 146).
Pero esta violencia en nada se parece a la ejercida contra los periodistas de
Uchuraccay. A la luz de todo lo que he estudiado de los movimientos y luchas
campesinas en este siglo es posible señalar que la violencia campesina –andina
ha sido ejercida cuando se reúnen cuatro condiciones muy precisas: a. Contra
enemigos conocidos perfectamente a través de los abusos. El malentendido y el
desencuentro, carecen de todo sentido y de la más mínima seriedad. b. Como
consecuencia de una situación extrema de explotación y abusos (todos los
gamonales son abusivos pero sólo los más abusivos fueron ajusticiados en
condiciones particulares). c. Luego de haber recurrido una y muchas veces a la
justicia oficial del país y de haber constatado que ésta es la aliada mayor de
sus enemigos; y, d. Luego de un acuerdo colectivo, una especie de fuente
ovejuna, todos a una. Lo ocurrido en Uchuraccay nada tiene que ver con la
tradición actual andina de violencia en el Perú.
Aquí es pertinente recordar que en ninguna de las
fuentes documentales, y en ninguno de los testimonios sobre luchas campesinas y
la violencia campesina, así como en mi socialización andina he visto elemento
alguno sobre ese rasgo cultural de enterrar desnudos a los muertos por partes y
en tumbas superficiales, atribuido a los campesinos de Uchuraccay.
Crítica a la tesis 3. Las informaciones sobre los
24 o 25 muertos antes del 26 de enero y sobre el estado de grave perturbación
no han sido confirmadas.
El comando militar dio la información sobre los
supuestos 7 senderistas muertos en Huaychao, pero no dijo nada sobre las otras
18 muertes restantes. ¿Quién sabe si los 24 ó 25 muertos eran senderistas o no?
¿Cómo se llamaban, cómo murieron? ¿Qué jueces investigaron estas muertes? Los
informes provienen sólo de algunos testimonios recibidos por la comisión pero
no verificados. Si se lee atentamente el informe, la comisión oficial da
la cifra de 24 ó 25 muertos como un dato cierto, mientras el abogado Fernando
de Trazegnies dice textualmente: “Un hecho que no ha sido suficientemente
enfatizado es que, según parece, los comuneros de Uchuraccay ya habrían matado
a cinco senderistas en los días anteriores; casi simultáneamente con la matanza
de Huaychao”. (Informe; p. 140). “Según parece” significa, simplemente, no
verificación. Sobre todo esto hay hasta hoy, un silencio sepulcral. A la
monumental lentitud clásica del aparato judicial hay que agregar la nula
colaboración del comando militar con los jueces que tienen a su cargo las
investigaciones. El propio presidente de la Corte Suprema se quejó de esta no
colaboración.
Si la región estaba perturbada en un grado extremo
por todas estas 24 ó 25 muertes, ¿cómo explicar entonces que en Chacabamba, a
quince kilómetros de Uchuraccay; no se sabía nada de esta situación el 26 de
enero, cuando los periodistas pidieron la ayuda del guía Juan Argumedo? La situación
es más grave aún si se tiene en cuenta que Chacabamba es un lugar por donde los
de Uchuraccay pasan necesariamente para dirigirse a Huanta y que si se
conoce bien los Andes, podría decirse que hasta los vientos llevan noticias tan
graves cuando los hechos ocurren realmente. Los miembros de la comisión
advirtieron este hecho: “aunque posible, no deja de ser sorprendente que en
Chacabamba, lugar relativamente próximo a Uchuraccay y a las otras comunidades
iquichanas, se desconociera la profunda perturbación, el estado de alarma y
febrilidad que reinaba entre esos comuneros desde las muertes de ‘senderistas’
ocurridas en los días anteriores”. (Informe, p. 13). Es evidente que la madre
de los Argumedo no sabía nada en Chacabamba y por eso no impidió que su hijo
aceptara ayudar a los periodistas. La comisión menciona este hecho como un
detalle sin mayor importancia pues no tiene el sello de ninguna “convicción”
absoluta, relativa o dudosa. La perturbación que vivieron los miembros de la
comisión y sus asesores fue la que siguió a la muerte de los periodistas. La
anterior no está probada.
Crítica a la tesis 4. La tesis del malentendido
lamentable como explicación y de la confusión de los periodistas con
senderistas terroristas es simplemente y llanamente insostenible.
Las fotos tomadas por Willy Retto –uno de los
periodistas asesinados en Uchuraccay-, publicadas en mayo de 1983 luego de un
vulgar y lamentable tráfico, abrieron un nuevo capitulo en el caso Uchuraccay.
Las fotos prueban cuatro hechos: 1º. Los periodistas fueron recibidos por
algunos campesinos y conversaron con ellos. 2º. Los campesinos eran pocos. La
tan voceada gran asamblea de comuneros de la región no parece. 3º. La discusión
y requisa de aparatos fotográficos es visible. Nadie mata a nadie. 4º. De lo
anterior es fácil deducir que los periodistas no podían ser considerados como
‘terroristas’- ‘senderistas’. Suponer que las cámaras fotográficas podrían ser
consideradas como armas equivale a considerar a los campesinos como vulgares
“primitivos alejados de toda civilización”. Difícilmente una patrulla de
senderistas podría haber sido confundida con el grupo de periodistas cansados
que llegaban al final de la tarde a Uchuraccay. Jorge Sedano, el fotógrafo de
La República, tenía 52 años y era gordo. Su imagen era la negación perfecta del
guerrillero senderista de 18 años, seguramente extraordinario caminante. Una de
las fotos que tomó Retto, precisamente, muestra a Jorge tremendamente
extenuado.
Producido el encuentro entre los periodistas y los campesinos
de Uchuraccay, tres de los periodistas que hablaban muy bien el quechua, habrán
explicado, seguramente la razón del viaje.
Los que conocemos de cerca y por dentro el mundo
andino, los que hablamos el quechua, sabemos muy bien que esta lengua establece
vínculos inmediatos. No desaparecen, por supuesto, la desconfianza y el temor
frente a los desconocidos, pero luego de oírse en quechua toda idea de
confusión y malentendido debió desaparecer. En conclusión; la “convicción
absoluta” de la confusión y el malentendido se derrumba. De otra parte, ¿por
qué si Juan Argumedo fue confundido como senderista y si fue muerto después no
fue enterrado junto con los otros? La razón adelantada por la comisión carece
de sentido.
La tesis central de la comisión no tiene fundamento
serio alguno. Y tenemos que buscar la explicación de los sucesos de Uchuraccay
por otra pista.
Crítica a la tesis 5. La comisión no ha
probado que los campesinos mataron solos a los periodistas y su
“convicción relativa” sobre el apoyo aislado de los sinchis a los comuneros, es
muchísimo más importante de lo que la propia comisión creyó.
La inconsistencia de la tesis principal de la
comisión (crimen por malentendido y confusión) debilita enormemente la
argumentación de la tesis 5 sobre a inocencia fundamental de los sinchis y su
posible complicidad eventual. Por el contrario, hay en el informe de la
comisión numerosos elementos que pueden ser retenidos para fundar una hipótesis
sobre la mayor responsabilidad de los sinchis. Los sinchis fueron cinco o seis
veces en vuelos de helicópteros, durante 1981, según la maestra. Los comuneros
que informaron a la comisión dijeron que fueron sólo una vez. ¿Por qué los
campesinos tienen una versión diferente a la de la maestra? Sería importantísimo
saberlo. En varios o en pocos vuelos ¿a qué fueron? También sería esencial
conocer eso.
Por otro lado, suponer que la ausencia de sinchis
uniformados y la no llegada de helicópteros antes del 26 de enero prueban la
ausencia de las Fuerzas Armadas de la región, significa ignorar los modos nada
públicos de actuar de los Servicios de Inteligencia.
¿Quiénes fueron los sinchis que dijeron
“defiéndanse y mátenlos” (Informe, p. 21). ¿Quiénes eran los jefes de las
patrullas de los sinchis que dijeron eso?
La comisión parece no haber formulado estas
preguntas. Ha tomado la participación de las Fuerzas Armadas con guantes de
seda, no yendo más allá de lo que una simple mención inteligente y ambigua
tolera. Vale la pena citar aquí unas frases muy importantes del asesor Juan
Ossio: “Con respecto a la política del Comando Militar y la estrategia
antisubversiva, no he podido percibir un mayor interés de la comisión sobre el
asunto. No creo que los militares fueran entrevistados, en todo caso yo no
estuve presente en las entrevistas”. (Suplemento de La República: Uchuraccay;
crimen sin castigo. Lima, 19 de marzo de 1983. p. 2).
Conviene agregar una pregunta muy importante: ¿El
nulo apoyo del Comando Militar del general Noel a las investigaciones
judiciales tiene o no que ver con la participación de las Fuerzas Armadas en la
muerte de los periodistas?
Crítica a la tesis 6. No es cierto que todos
tengamos la culpa de la muerte de los periodistas en Uchuraccay. La mala
conciencia de algunos intelectuales por sentirse –queriéndolo o no- parte del
Perú oficial no es razón suficiente para abogar por la impunidad.
Ya lo dije, criticando la tesis 1: la imagen del
“Perú oficial” y “Perú real” es una impresión descriptiva y dualista, inútil
para entender científicamente el Perú. Los miembros de la comisión y sus
asesores tiene todo el derecho del mundo a sentirse dolidos por esa falta de
encuentro y dialogo entre las dos mitades del Perú. A lo que no tienen
derecho es atribuir su propia mala conciencia al resto del llamado “Perú
oficial” y a abogar, en nombre de esa mala conciencia y de ese desencuentro,
por la impunidad. La investigación del asesinato terminó convirtiéndose, por
esa mala conciencia intelectual, en un asunto sentimental y religioso. Del
dolor por el desencuentro no hubo sino un paso al perdón.
Con afecto,
Ruben
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