Jorge Luis Borges
Fuente: Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). En Biografías y Vidas 26 de junio de 2020.
(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986)
Escritor argentino considerado una de las grandes figuras de la literatura en
lengua española del siglo XX. Cultivador de variados géneros, que a menudo
fusionó deliberadamente, Jorge Luis Borges ocupa un puesto excepcional en la
historia de la literatura por sus relatos breves.
Jorge Luis Borges
Aunque las ficciones de Borges recorren el
conocimiento humano, en ellas está casi ausente la condición humana de carne y
hueso; su mundo narrativo proviene de su biblioteca personal, de su lectura de
los libros, y a ese mundo libresco e intelectual lo equilibran los argumentos
bellamente construidos, simétricos y especulares, así como una prosa de
aparente desnudez, pero cargada de sentido y de enorme capacidad de sugerencia.
Recurriendo a inversiones y tergiversaciones,
Borges llevó la ficción al rango de fantasía filosófica y degradó la metafísica
y la teología a mera ficción. Los temas y motivos de sus textos son recurrentes
y obsesivos: el tiempo (circular, ilusorio o inconcebible), los espejos, los
libros imaginarios, los laberintos o la búsqueda del nombre de los nombres. Lo
fantástico en sus ficciones siempre se vincula con una alegoría mental,
mediante una imaginación razonada muy cercana a lo metafísico.
Ficciones (1944), El
Aleph (1949) y El Hacedor (1960) constituyen sus tres colecciones de
relatos de mayor proyección. A pesar de que su obra va dirigida a un público
comprometido con la aventura literaria, su fama es universal y es definido como
el maestro de la ficción contemporánea. Sólo su ideario político pudo impedir
que le fuera concedido el Nobel de Literatura.
Biografía
Jorge Borges 21 años |
Jorge Luis Borges procedía de una familia de
próceres que contribuyeron a la independencia del país. Un antepasado suyo, el
coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica
batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango
de coronel. Pero fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompiendo con la
tradición familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba
casado con la delicada Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su
familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se
trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció el aprendiz
de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana Norah.
En aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer
inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los
recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida. Con
apenas seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e inspirándose
en un pasaje de Don Quijote de la Mancha redactó su
primera fábula cuando corría el año 1907: la tituló La visera fatal. A
los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición propia,
sino una brillante traducción al castellano de El príncipe feliz de Oscar Wilde.
En el mismo año en que se inició la Primera Guerra Mundial, la familia
Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta vez no
por un admirable coronel, sino por un ex profesor de psicología e inglés, ciego
y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su trabajo y que arrastró a
los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la
neutral Ginebra cuando estalló el conflicto.
Borges era entonces un adolescente que devoraba
incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé), y que descubría maravillado
el expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma descifrando
por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink El golem.
Borges a los 21 años
Hacia 1918 lee asimismo a autores en lengua
española como José Hernández, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego, y al año siguiente
la familia pasa a residir en España, primero en Barcelona y luego en Mallorca,
donde al parecer compuso unos versos, nunca publicados, en los que se exaltaba
la revolución soviética y que tituló Salmos rojos.
En Madrid trabará amistad con un notable políglota
y traductor español, Rafael Cansinos Assens, a quien extrañamente, a pesar de
la enorme diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a Valle-Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y
gracias a sus traducciones, fueron descubiertos en España los poetas
expresionistas alemanes, aunque había llegado ya el momento de regresar a la
patria convertido, irreversiblemente, en un escritor.
La juventud
ultraísta
De regreso en Buenos Aires, en 1921 fundó con otros
jóvenes la revista Prismas y, más tarde, la revista Proa; firmó
el primer manifiesto ultraísta argentino, y, tras un segundo viaje a Europa,
entregó a la imprenta su primer libro de versos: Fervor de Buenos Aires
(1923). Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de
poemas, como Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín
(1929), y otros de ensayos, como Inquisiciones, El tamaño de mi
esperanza y El idioma de los argentinos, que desde entonces se
negaría a reeditar.
Durante los años treinta su fama creció en
Argentina y su actividad intelectual se vinculó a Victoria Ocampo y Silvina Ocampo; las hermanas Ocampo le
presentaron a su vez a Adolfo Bioy Casares, pero su
consagración internacional no llegaría hasta muchos años después. De momento
ejerce asiduamente la crítica literaria, traduce con minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a William Faulkner y publica antologías
con sus amigos; frecuenta a su maestro Macedonio Fernández y colabora con
Victoria Ocampo en la fundación de la emblemática revista Sur (1931), en
torno a la cual se moverá lo mejor de las letras argentinas de entonces (Oliverio Girondo, Enrique Anderson Imbert y el mismo Bioy
Casares, entre otros).
En 1938 fallece su padre y comienza a trabajar como
bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; durante las navidades de ese
mismo año sufre un grave accidente, provocado por su progresiva falta de
visión, que a punto está de costarle la vida. Al agudizarse su ceguera, Borges
deberá resignarse a dictar sus cuentos fantásticos, y desde entonces requerirá
permanentemente de la solicitud de su madre y de su amigos para poder escribir,
colaboración que resultará muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año en que
asiste como testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos
una espléndida Antología de la literatura fantástica, y al año siguiente
una Antología poética argentina.
En 1942, Borges y Bioy se esconden bajo el
seudónimo de H. Bustos Domecq y entregan a la imprenta unos graciosos cuentos
policiales que titulan Seis problemas para don Isidro Parodi. Sin
embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el éxito deseado, e
incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional de Literatura con sus cuentos
recogidos en el volumen El jardín de senderos que se bifurcan (1941),
los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres libros, Ficciones
(1944), obra con que se inicia su madurez literaria y el pleno reconocimiento
en su país.
Del
peronismo a Videla
En 1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su
madre Leonor y su hermana Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el
nuevo régimen: habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges,
una "prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos", pero lo
cierto es que, a causa de haber firmado manifiestos antiperonistas, el gobierno
de Juan Domingo Perón lo apartó al año
siguiente de su puesto de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos
en los mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta ciego hubo
de renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como
conferenciante.
La policía se mostró asimismo suspicaz cuando la
Sociedad Argentina de Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta
de que este organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo régimen.
Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de tribulaciones cuando
publique su libro más difundido y original, El Aleph (1949), ni para que
siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de cuentos y nuevos
volúmenes de ensayos antes de la caída del peronismo en 1955.
En esta diversa tesitura política, el recién
constituido gobierno lo designará, a tenor del gran prestigio literario que ha
venido alcanzando, director de la Biblioteca Nacional, e ingresará asimismo en
la Academia Argentina de las Letras. Enseguida los reconocimientos públicos se
suceden: Doctor honoris causa por la Universidad de Cuyo, Premio
Nacional de Literatura, Premio Internacional de Literatura Formentor (que
comparte con Samuel Beckett), Comendador de las Artes y de las Letras en
Francia, Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio
Interamericano Ciudad de Sèo Paulo...
Inesperadamente, en 1967 contrae matrimonio con una
antigua amiga de su juventud, Elsa Astete Millán, boda de todos modos menos
tardía y sorprendente que la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya
octogenario, con María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo: una mujer
mucho más joven que él, de origen japonés, a la que nombraría su heredera
universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve, sino desdichada, y en
1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo la abnegada
protección de su madre.
Jorge Luis Borges y María Kodama
Los últimos reveses políticos le sobrevinieron con
el renovado triunfo electoral del peronismo en Argentina en 1974, dado que sus
inveterados enemigos no tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la
Biblioteca Nacional ni en excluirlo de la vida cultural porteña.
Dos años después, ya fuera como consecuencia de su
resentimiento o por culpa de una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada
voz resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del
partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se
arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Jorge Videla comenzó a cobrarse
numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos" entre
los escritores. El propio Borges, en compañía de Ernesto Sábato y otros literatos, se
entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador para interesarse por el
paradero de sus colegas "desaparecidos".
De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su
actitud inicial le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta
el punto de que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que
jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones
políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron
recalcitrantemente tercos durante la última década de vida del escritor, se
alzaron voces, cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud desvirtuaba
el espíritu del más preciado premio literario.
Para todos estaba claro que nadie con más justicia
que Borges lo merecía y que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su
postura. La concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este
agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo
siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e insólito
como un "maestro".
La obra de
Jorge Luis Borges
Jorge Borges 1975 |
Borges es sin duda el escritor argentino con mayor
proyección universal. Se hace prácticamente imposible pensar la literatura del
siglo XX sin su presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica
especializada, sino también las sucesivas generaciones de escritores, que
vuelven con insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras
inextinguibles del arte de escribir.
Borges fue el creador de una cosmovisión muy
singular, sostenida sobre un original modo de entender conceptos como los de
tiempo, espacio, destino o realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de
complejas simbologías y de una poderosa erudición, producto de su frecuentación
de las diversas literaturas europeas, en especial la anglosajona (William Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad son referencias
permanentes en su obra), además de su conocimiento de la Biblia, la Cábala
judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la
filosofía. Su riguroso formalismo, que se constata en la ordenada y precisa
construcción de sus ficciones, le permitió combinar esa gran variedad de
elementos sin que ninguno de ellos desentonara.
Los inicios
poéticos
Borges había conocido en Madrid a los jóvenes
escritores del grupo ultraísta, que se nucleaban en torno al poeta andaluz Rafael Cansinos Assens. A su retorno a
la Argentina, a comienzos de la década de 1920, difundió entre sus pares esa
nueva concepción de la poesía y las imágenes poéticas, principalmente dentro
del grupo de los escritores vanguardistas. El primer libro de poemas de Borges
fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal
de su ciudad, de evidente cuño vanguardista.
En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y,
tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que aparece
con insistencia su mirada sobre las "orillas" urbanas, esos bordes
geográficos de Buenos Aires en los que años más tarde ubicará la acción de
muchos de sus relatos. Puede decirse que en estos primeros libros Borges funda
con su escritura una Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a calles y
barrios, portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad como un cazador en
busca de imágenes prototípicas, que luego volcará con maestría en sus versos y
prosas.
En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título
esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo que traza una
biografía del poeta popular que da título al libro, se detiene en la invención
y narración de diferentes mitologías porteñas, como en la poética descripción
del barrio de Palermo. Evaristo Carriego no responde a la estructura
tradicional de las presentaciones biográficas, sino que se sirve de la figura
del poeta elegido para presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como
se manifiesta en capítulos tales como "Las inscripciones de los
carros" o "Historia del tango".
Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro que
reúne una serie de ensayos en los que se pone de manifiesto no sólo la agudeza
crítica de Borges, sino también su capacidad en el arte de conmover los
conceptos tradicionales de la filosofía y la literatura. Además de las páginas
dedicadas al análisis de la poesía gauchesca, este volumen integra capítulos
que han servido como venero de asuntos de reflexión para los escritores
argentinos, tales como "El escritor argentino y la tradición",
"El arte narrativo y la magia" o "La supersticiosa ética del
lector".
En 1935 aparece Historia universal de la infamia,
con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa narrativa y en
los que es evidente la influencia de Robert Louis Stevenson y G. K. Chesterton. Este volumen incluye
uno de sus cuentos más famosos, "El hombre de la esquina rosada"; le
siguieron los ensayos de Historia de la eternidad (1936).
La madurez
de un narrador
El accidente casi mortal que sufrió a fines de 1938
marcó el antes y el después de su destino: de él saldría con la secuela del
avance irreversible de su ceguera y con la decisión de enfrentarse a la
creación de ficciones, cuyo primer fruto será el memorable relato El sur,
y el libro que iniciará la ininterrumpida sucesión de sus obras maestras: El
jardín de senderos que se bifurcan (1941). A partir de ese momento, la vida
y la obra de Borges entran en una madurez y en una creciente divulgación en
círculos concéntricos, que sólo se interrumpirán con su muerte, casi medio
siglo más tarde.
Con ser todo ello significativo para la vida del
autor, lo más destacable del proceso es el reconocimiento que Borges hace de sí
mismo y de su obra a partir del comienzo de los años cuarenta, y que le impulsa
a la creación de ese género a mitad de camino entre la narrativa, el ensayo, la
glosa, la sinopsis de libros que nunca serán escritos y la investigación
erudita, que definirá mejor que nada su título acaso más representativo, Ficciones,
que en 1944 marca el ecuador de la obra de Borges, no sólo por el nivel
insuperable que alcanza, sino por la condensación genérica que la caracterizará
de allí en adelante.
Jorge Luis Borges
Ciertamente, Ficciones (1944) acabó de
consolidar a Borges como uno de los escritores más singulares del momento en
lengua castellana. En la primera de sus partes, titulada El jardín de
senderos que se bifurcan, reeditó la colección de ocho cuentos que había
publicado en 1941; en la segunda parte, Artificios, incluyó seis nuevos
relatos, número ampliado a nueve en la edición de 1956.
En las páginas de este libro se despliega toda su
maestría imaginativa, plasmada en cuentos como "La biblioteca de
Babel", "El jardín de los senderos que se bifurcan" o "La
lotería de Babilonia". También pertenece a este volumen "Pierre
Menard, autor del Quijote", relato o ensayo (en Borges esos géneros suelen
confundirse deliberadamente) en el que reformula con genial audacia el concepto
tradicional de influencia literaria, así como su célebre cuento "La muerte
y la brújula", en el que la trama policial se conjuga con sutiles
apreciaciones derivadas del saber cabalístico, al que Borges dedicó devota
atención.
El Aleph (1949),
volumen de diecisiete cuentos, vuelve a demostrar su maestría estilística y su
ajustada imaginación, que combina elementos de la tradición filosófica y de la
literatura fantástica. Además del cuento que da título al libro, se incluyen
otros como "Emma Zunz", "Deutsches Requiem", "El Zahir"
y "La escritura del Dios". El Hacedor (1960) incluía algunas
piezas escritas treinta años antes y sin embargo guardaba una sólida unidad
entre todas sus partes, no sólo formal sino también en cuanto a contenidos,
siempre alineados en la idea borgeana de que tanto los grandes sistemas de la
metafísica como las parábolas y las elucidaciones de la teología son elementos
que forman parte del gran mundo de la literatura fantástica.
La
consagración internacional
Con la obtención del Premio Internacional de
Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett en 1961, la crítica
descubre a Borges a nivel planetario, y las invitaciones, los doctorados honoris
causa, los ciclos de conferencias, los premios y las traducciones a las más
diversas lenguas se sucedieron en un vértigo incesante, que lo convirtieron en
uno de los escritores vivos de mayor prestigio y reconocimiento universal.
El impactante y masivo reconocimiento público de la
figura y la obra de Borges debe ser situado como un efecto derivado del llamado
Boom de la literatura hispanoamericana. La demanda por parte del
público de obras de autores latinoamericanos no se agotó con aquellos que
originalmente pertenecían a la generación del Boom (Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti), sino que se extendió
a un grupo de escritores que, por edad y por preferencias estéticas, no
formaban parte de esa órbita, como Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, José María Arguedas o el mismo Borges.
A pesar de la nutridísima bibliografía de Borges,
de pocos escritores como de él se puede afirmar que es, en lo esencial, autor
de un solo libro, desdoblado en distintas versiones o aproximaciones, que sus Obras
Completas ejemplifican como otros tantos frutos de un mismo árbol, ya que
(como él mismo afirmó de Quevedo) más que un escritor, Borges es
en verdad "una vasta literatura".
Así, sus obras en prosa posteriores a las
mencionadas (Manual de zoología fantástica, 1957; El libro de los
seres imaginarios, 1967; El informe de Brodie, 1970; El congreso,
1971; El libro de arena, 1975) incluyen con frecuencia poemas. Durante
treinta años no había publicado un solo verso, como para marcar una distancia
definitiva con la etapa que denominó "la gran equivocación
ultraísta"; y sus entregas poéticas de la madurez, como El otro, el mismo
(1964), Para las seis cuerdas (1965), Elogio de la sombra (1969),
El oro de los tigres (1972), La rosa profunda (1975) o La
moneda de hierro (1976), admiten poemas narrativos, algunos de los cuales,
como "El Golem", son auténticas ficciones que simplemente han sido
redactadas en verso.
La obra de Borges se reparte también en un buen
número de volúmenes escritos en colaboración, tanto dedicados a la ficción como
al ensayo. Engrosan el caudal de sus escritos una gran cantidad de notas de
crítica bibliográfica y comentarios de literatura, aparecidos en diferentes
publicaciones periódicas argentinas y extranjeras, además de conferencias y
entrevistas en las que desplegó con inteligencia y mordacidad sus puntos de
vista. Se trata de una parte de su obra que, casi a la misma altura que sus
libros considerados mayores, ha sido objeto recurrente de comentario y estudio
por parte de la crítica y de numerosas recopilaciones.
Con afecto,
Ruben
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