jueves, 30 de enero de 2020

Otra pista para entender lo que pasó en Uchuraccay 1


Relatos históricos
“La historia debe ser sobretodo la pintura de un tiempo, el retrato de una época.
 Cuando esta se limita a ser el retrato de una persona o la pintura de una época, de una vida, solo a medias es historia”. Joseph Joubert.
Otra pista para entender lo que pasó en Uchuraccay 1

Fuente: América en Movimiento

Antropología y Crisis políticas

(Capitulo 13Parte IV)


1984

Texto publicado en el Diario La República en el especial “Después de un año Uchuraccay es una herida abierta” …publicado el 21 de enero. Lima.  


El 23 de enero de 1983, el general Noel, entonces jefe político militar de la zona de Ayacucho, anunció a la prensa que los comuneros de Huaychao habían matado a siete senderistas. El presidente de la republica saludó ese “gallardo” gesto del pueblo ayacuchano que, de ese modo, habría mostrado su adhesión política al régimen que gobierna el Perú desde 1980. Esta noticia era muy importante. De ser cierta; habría significado una gran novedad en el combate ayacuchano. Para saber si lo que el general Noel anunció con alegría era cierto o no, un grupo de ocho periodistas y un guía local trataron de ir hasta Huaychao. Nunca pudieron llegar, porque unos kilómetros antes, en Uchuraccay, encontraron una muerte atroz. Jorge Sedano, de La República, Eduardo de la Piniela, y Pedro Sánchez de El Diario de Marka. Willy Retto y Jorge Mendivil de El Observador, Amador García de Oiga, Félix Gavilán y Octavio infante, periodistas ayacuchanos, perecieron buscando la verdad de un asunto políticamente muy grave en el Perú. El guía Juan Argumedo también fue asesinado, pero su cadáver no aparece hasta hoy.

La noticia de esta masacre rodó por el mundo entero. Con gran habilidad política, el presidente Belaunde nombró una comisión especial dejando de lado el aparato judicial normal del Estado. El escritor Mario vargas Llosa, el periodista Mario Castro y el abogado Abraham Guzmán, aceptaron el encargo. Para cumplirlo con más eficiencia, comprometieron como asesores a los antropólogos Juan Ossio, Fernando Fuenzalida, Luis Millones y Ricardo Valderrama, al Jurista Fernando de Trazegnies, al psicoanalista Max Fernández, a los lingüistas Rodolfo Cerrón y Clodoaldo Soto. En el plazo previsto un mes la comisión presentó su informe, publicado algunos meses más tarde.

Un año después de la masacre, el aparato judicial oficial avanza con pies de plomo. Hasta hoy, la investigación no ha terminado, sus plazos se alargan, parece no haber ningún detenido, las autoridades y testigos principales no son habidos, porque manos invisibles los mataron, porque fugaron o tal vez –simplemente- porque no los quieren encontrar, Silvio Chávez, el dirigente que a juicio de la comisión era el más importante, está muerto, lo mismo que Celestino Ccente y su esposa. Fortunato Gavilán ha desaparecido:  Dicen unos que murió también y otros afirman que está en algún lugar de la selva.

En el primer aniversario de la muerte de los ocho periodistas y su guía bien vale la pena volver a ver este asunto, hacer un balance de la situación y, sobre todo, analizar y criticar el informe de la comisión oficial. Es posible también adelantar algunas ideas sobre los que puede ser una pista alternativa a la seguida por la comisión para explicar lo ocurrido. En el curso de 1983 otras masacres terribles como las de Uchuraccay han seguido ocurriendo: Huancasancos, Soccos, y en Chalcos ( provincia de Lucanas), donde parece evidente que los sinchis asesinaron a ocho maestros y nueve campesinos. El horror se vuelve cotidiano en el Perú con la aparición de cadáveres arrojados en los cerros como el más salvaje modo de asustar a los que de un modo u otro colaboren con Sendero. Nunca como hoy tuvieron más trabajo en el Perú las comisiones de Derechos Humanos y, también, nunca como hoy la impunidad y la inmunidad de los responsables han sido mayores. Con el formidable pretexto de “defender la democracia” se cometen crímenes horribles, todos los días. Los sinchis, y también los senderistas, matan campesinos. Ojalá no nos acostumbremos nunca a este horror.

Antes de iniciar la crítica del informe de la comisión oficial, es indispensable señalar los gravísimos problemas de información que existen en los departamentos declarados en emergencia. Lo que conocemos sobre lo que ocurre en los departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurimac, proviene de los boletines de prensa del comando militar. Ningún periodista tiene derecho a ir a buscar la noticia en sus propias fuentes. ¡Extraño modo dictatorial de proteger la democracia! La reproducción y multiplicación de los rumores están, de ese modo, oficialmente impulsadas. El periódico francés Le Monde, de reconocida seriedad, afirma: “… los periodistas han abandonado el teatro de operaciones por falta de garantías para su seguridad. A menudo… los ‘subversivos muertos en enfrentamientos’ son campesinos asesinados en sus parcelas o en sus camas y los ‘pacíficos ciudadanos ejecutados por los terroristas’ son sospechosos, abatidos en las celdas de la policía” (Edición semanal 7-13 de abril de 1983, p.6).

Por su parte, Sendero Luminoso tiene su propia cuota de responsabilidad en este silencio sobre sus acciones. A diferencia de muchos otros movimientos políticos armados en el mundo, los responsables de Sendero han optado por no informar. Parece que no les interesa informar a nadie sobre sus acciones. ¿Qué información veraz y seria podríamos esperar de las versiones oficiales del comando militar –de formadas o simplemente inventadas para favorecer sus intereses- del silencio de Sendero y de la impotencia de los periodistas que no pueden cumplir con su deber?

Frente a esta situación nos queda: 1. El deber moral, profesional y político de exigir y combatir por el derecho de todos los ciudadanos a una información amplia y plural. 2. Razonar con extremo cuidado sobre lo que está pasando, apelando a la forma condicional de hablar y escribir.

I.                    LAS TESIS CENTRALES DEL INFORME DE LA COMISION OFICIAL SOBRE LOS SUCESOS DE  UCHURACCAY

El informe de la comisión investigadora de los sucesos de Uchuraccay, consta de tres partes y cinco anexos. Las preguntas “¿Cómo fue?” y “¿por qué fue?” son respondidas en las dos primeras. La tercera presenta las causas mediatas (violencia estructural y tradición iquichana). Los antropólogos Ossio y Fuenzalida son responsables del primer anexo (“La comunidad de Uchuraccay y la región iquichana”) y, por su parte, el antropólogo Luis Millones es el autor de “La tragedia de Uchuraccay: informe sobre Sendero”, anexo No. 2. El tercero, corresponde a los lingüistas y está firmado sólo por el Dr. Cerrón. El cuarto es la contribución de Max Hernández y, finalmente, el quinto, es el texto entregado por el abogado Trazegnies. “La comisión cree haber esclarecido de ese modo lo esencial del suceso, aunque algunos detalles y aspectos de la tragedia permanezcan en la sombra” (p. 39). Trazegnies sostiene lo mismo: “Considero que los hechos directamente vinculados con la matanza de los periodistas han sido aclarados prácticamente en su totalidad; salvo algunos aspectos anecdóticos que no alteran el cuadro en su conjunto y que todavía permanece en duda”. (p. 139). Los miembros de la comisión, están pues, por lo tanto, convencidos de haber explicado cómo y por qué ocurrió la tragedia de Uchuraccay.

Es importante señalar aquí que la comisión oficial distingue tres tipos de convicciones: “convicción absoluta, para asuntos que a juicio de la comisión resultan incontrovertibles y fehacientes; convicción relativa, para hechos que, aunque a juicio de la comisión parecen muy probables y posibles, adolecen sin embargo, de una cierta oscuridad o inseguridad; y, convicción dudosa, para asuntos que admiten interpretaciones distintas e igualmente persuasivas o que a pesar de sus esfuerzos, a la comisión no le ha sido posible comprobar, rectificar o descartar”. p. 5

Voy a centrar mi atención principal en el informe de la comisión y me referiré a los anexos de los asesores sólo ocasionalmente. Por razones de espacio no es posible criticarlos en detalle.

El razonamiento seguido por la comisión oficial puede ser resumido en seis tesis principales: 1. El Perú es un país dual; 2. la zona iquichana tiene una tradición de violencia; 3. antes de la muerte de los periodistas hubo 24 muertos en la región que estaba muy perturbada y esperaba un ataque inminente de Sendero; 4. los periodistas fueron confundidos como senderistas; 5. sólo los comuneros de Uchuraccay cometieron el crimen; 6. todos somos culpables de lo que pasó y no tiene sentido acusar a nadie en particular. Veamos, a continuación, cada una de estas seis tesis o proposiciones centrales:

Tesis 1. El Perú es un país dual

La dualidad del Perú es el supuesto principal del razonamiento seguido por la comisión. En el informe y los nexos, ésta aparece claramente en tres niveles:

  1. Global
De modo general el Perú es considerado como una sociedad dividida en dos partes: de un lado, el “Perú oficial” y, de otro, el “Perú real”. Fue el historiador Jorge Basadre quien en los años treinta acuñó estas frases. Con la misma lógica, se habla también de la dualidad entre la “sociedad andina”. He aquí dos textos del informe:

-“¿Tiene el Perú oficial el derecho de reclamar de esos hombres a los que con su olvido e incuria mantuvo en el marasmo y en el atraso, un comportamiento idéntico al de los peruanos que, pobres o ricos, andinos o costeños, rurales o citadinos, participan realmente de la modernidad y se rigen por leyes, ritos, usos y costumbres que desconocen (o difícilmente podrán entender) los iquichanos? (p. 36).

“Los hombres que los mataron no son una comunidad anómala en la sierra peruana. Son parte de esa ‘nación cercada’ como la llamó José María Arguedas; compuesta por cientos de miles –acaso millones- de compatriotas, que hablan otra lengua, tienen otras costumbres, y que, en condiciones a veces tan hostiles y solitarias como las de los iquichanos, han conseguido preservar una cultura –acaso arcaica pero rica y profunda y que entronca con todo nuestro pasado prehispánico- que el Perú oficial ha desdeñado”. (p. 36)

Hay un viejo modo dualista de ver y tratar de entender el Perú que establece una oposición clara entre “modernidad” y “tradicionalidad” , “indio” y “blanco”, “desarrollo” y “subdesarrollo”, “progreso” y “atraso”, “costa” y “sierra”, “campo” y ciudad”. Para la comisión, los comuneros de Uchuraccay pertenecen a ese sector “tradicional”, “arcaico” del “Perú real”, opuesto al sector “moderno-avanzado” del “Perú oficial”. Se trataría de dos mundos, de dos realidades muy diferentes, de dos riberas de un río incomunicadas por falta de puentes.

  1. Nivel particular geográfico económico
La dualidad aparece regionalmente a través de la oposición valle-jalca (valle-puna) a las que se asocian la agricultura (valle) y la ganadería (puna), lo nativo originario (Huari-valle) y lo foráneo (puna-llacua). A lo largo de todo el informe y particularmente del anexo de los antropólogos Ossio y Fuenzalida, aparece la oposición entre el valle y la puna como un conflicto decisivo. Los iquichanos de las alturas estarían en grave oposición con los habitantes de las partes bajas de la provincia de Huanta.

  1. Nivel cultural:
Dicen Ossio y Fuenzalida: “En nuestra descripción sobre la oposición entre jalca y valle ya hemos tenido oportunidad de acercarnos a una de las expresiones más extendidas e integradoras de la ideología andina. Esta expresión es la que en los medios académicos se conoce como dualismo y que predominantemente se ha manifestado bajo los términos Hanan (alto) y Hurin (bajo).

Decimos que se trata de una expresión integrada y podremos añadir sintética, pues se proyecta a una multiplicidad de aspectos de la realidad dotándoles de significado. Bajo estas categorías binarias (2,2) es posible notar que se conceptualizan el tiempo, el espacio, las relaciones sociales y las divinidades, otorgando al cosmos una imagen unitaria y un ritmo pautado”. (Informe… p. 58)

A la bipolaridad geográfica habría que agregar la visión dual en otras esferas de la cultura. De ese modo, el valle sería sinónimo de agricultura, de Huari; es decir originarios, nativos, mujer y el bien; mientras que la puna sería sede de la ganadería, de los foráneos (llacuas), del hombre y el mal.

Con esta visión dualista (en general y en particular) a lo largo de todo el informe, explícita e implícitamente, se afirma la incomunicación, la falta de diálogo entre el “Perú oficial” y el “Perú real”. Este sería uno de los desencuentros lamentables en el Perú. Un texto de Ossio y Fuenzalida funda esta proposición:

“Uchuraccay no es pues una comunidad de salvajes. Se trata de un grupo humano como cualquier otro, pero que se organiza sobre pautas distintas de aquellas que imperan en los medios urbanos y que han sido erigidas como únicamente válidas por los grupos dominantes de la sociedad nacional. Estas pautas se entroncan claramente en un mundo que cada vez va apareciendo como más unitario y coherente pero que desgraciadamente sigue siendo cada vez más ignorado por los grupos que se pretenden representantes del Perú oficial. La muerte de los ocho periodistas en los territorios iquichanos que ahora lamenta todo el país, es la evidencia más contundente de que luego de 400 años de contacto entre la cultura europea y la cultura andina todavía no ha sido posible el desarrollo de un verdadero diálogo” (Informe, p. 77).

Tesis 2. La tradición de violencia iquichana de ayer, es latente y presente hoy.

A lo largo de todo el informe y los anexos se habla de los iquichanos como antiguos y clásicos guerreros, herederos de una larga tradición de combate armado: “… la comisión quiere mencionar otro aspecto, desarrollado con más amplitud en los informes de los asesores doctores Ossio y Fuenzalida, que incide también en lo sucedido: la historia de las comunidades del grupo étnico de Iquicha. Esta historia se caracteriza por largos periodos de aislamiento casi total y por intempestivas interrupciones bélicas de esas comunidades en los acontecimientos de la región o de la nación… es indudable que esta actitud atávica explica también en parte, la decisión iquichana de combatir a Sendero Luminoso y de hacerlo con los métodos rudos y feroces que son los únicos a su alcance desde tiempos inmemoriales. Esta decisión y el convencimiento de que aplicándolos procedían de acuerdo con la única autoridad llegada hasta ellos, sería terriblemente puesta en tela de juicio – y exhibidos todos sus riesgos y peligros con el malentendido del que resultó la muerte de los ocho periodistas”. Pp. 38-39.

Sostienen Ossio y Fuenzalida que los iquichanos, desde el siglo XVI –1540- tenían “ya entonces fama de temibles soldados” y eran “herederos de las tradiciones guerreras chanka pokras” (Informe, p. 47). Los iquichanos habrían combatido con Gonzalo Pizarro contra los almagristas, luego por el Rey contra Hernández Girón. “En 1744, conspiraron contra el Rey en unión con Juan Santos Atahualpa… en 1780 contra Túpac Amaru. A comienzos del siglo XIX contra Zela y Pumacahua… en 1824 contra Simón Bolívar… en 1827 perdidas ya las esperanzas de una república según sus propias aspiraciones, los iquichanos y otros sublevados se unieron a grupos peninsulares reorientando el levantamiento hacia una restauración monárquica. En 1833 seguían combatiendo ahora contra Gamarra” (Informe, p. 48). “En 1839, contra la Confederación Perú Boliviana. Montoneros en 1857, se unieron en 1883 a Cáceres. Desde entonces hasta 1983 el registro de la violencia iquichana no tiene ninguna acción, salvo la muerte de ocho periodistas y su guía. Un siglo en blanco (1). Conviene retener las conclusiones que los antropólogos Ossio y Fuenzalida derivan del panorama histórico expuesto por ellos. La primera dice textualmente: “Los campesinos de las alturas de Iquichana tuvieron hasta 1896 una intensa y consciente participación en la vida política regional y nacional. Su estancamiento, retraimiento y aislamiento no proceden del siglo XVI sino que comienzan en el siglo XIX y parecen asociados a la decadencia general de la vida económica y social andinas que acompañó a la centralización republicana” (Informe, p. 49-50). La segunda conclusión indica que la participación iquichana se hizo desde sus bases regionales y con sus propios dirigentes y, la tercera, que la participación iquichana fue armada, “valorizando armas primitivas como la lanza, el garrote, la huaraca y el cocobolo… Las tradiciones militares conservadas no los han convertido en campesinos agresivos o rebeldes pero – aunque su primera reacción en situaciones de crisis es hacia el retraimiento- la experiencia militar acumulada durante tantos años termina siempre por salir como respuesta a presiones excesivas”. (Informe, p. 50).

En dos palabras, la comisión sostiene que la violencia iquichana (su ferocidad histórica), latente durante la historia, afloró luego del penoso “malentendido” de Uchuraccay.

Tesis 3. Antes del 26 de enero, hubo en la región iquichana 24 muertos, los comuneros vivían un estado de perturbación aguda y esperaban un contraataque senderista.

La comisión sostiene que luego de la aparición de Sendero Luminoso y su acción armada se inició un periodo de convulsiones en la región. El conflicto valle puna, se agravó, los senderistas habrían robado animales y matado a dos comuneros de Uchuraccay. (Informe, p. 29). “Los ‘siete senderistas’ muertos en Huaychao, que el general Clemente Noel da a conocer en la conferencia de prensa del domingo 23 de enero son sólo una parte de los ejecutados por los comuneros. En Uchuraccay, el 22 de enero son linchados otros cinco. El número de senderistas ejecutados en la zona de iquicha en los días que preceden a la expedición de los periodistas se eleva aproximadamente a 24”. (Informe, p. 31. en la página 13 del mismo informe, la cifra de muertos es de 25). Del anexo preparado por el abogado De Trazegnies, puede extraerse la siguiente información:

“Un hecho que no ha sido suficientemente enfatizado es que, según parece, los comuneros de Uchuraccay ya habrían matado a cinco senderistas en los días anteriores, casi simultáneamente con la matanza de Huaychao. Por consiguiente, toda la región se encontraba en pie de guerra y temerosa de represalias por parte de los senderistas. En estas circunstancias, dentro de un estado de gran excitación y también de gran temor parece indudable que confundieron a los periodistas con terroristas” (Informe, p. 140).

Ossio y Fuenzalida escriben: “A la luz de todos estos antecedentes parece poco probable que la muerte lamentable de los ocho periodistas se haya producido como consecuencia de un acto de salvajismo colectivo. Si prácticas judiciales tan elaboradas y minuciosas no fueron seguidas en el caso, esto deberá, por lógica, atribuirse a que la situación fue percibida como de emergencia y peligro extremo… La muerte de ocho periodistas no puede comprenderse como un hecho aislado de violencia, sino. Como un episodio en la movilización general de las comunidades campesinas ayacuchanas ocurrida a partir del reciente mes de enero (de 1983)” (Informe, p. 73). “En resumidas cuentas, la opinión de los firmantes (Ossio y Fuenzalida) es que la muerte lamentable de los ocho periodistas debe ser atribuida a una reacción de pánico de los comuneros en medio de un contexto local y regional que se prestaba a graves confusiones y que los campesinos de esa zona se encontraban en absoluta imposibilidad psicológica, social y cultural de percibir en las mismas categorías legales, políticas, militares y éticas o religiosas que un hombre de la costa modernizada. En sus propias palabras –y estamos convencidos de su sinceridad- la situación era de chaqwa;  es decir, de caos o confusión extremos en los que ya no es posible saber con certidumbre quién es quién (Informe, pp. 76-77).

Un último texto, de la propia Comisión:

“Aunque posible, no deja de ser sorprendente que en chacabamba, lugar relativamente próximo a Uchuraccay y a las otras comunidades Iquichanas, se desconociera la profunda perturbación, el estado de alarma y febrilidad que reinaba entre estos comuneros desde las muertes de ‘senderistas’ ocurridas en los días anteriores”. (Informe, p.13).

Tesis 4. La muerte de los ocho periodistas es el resultado de un malentendido porque fueron confundidos como terroristas senderistas.

La tesis de la confusión es la tesis principal de la Comisión. Está presente en todas partes, no sólo en el informe de la comisión sino también en los anexos. Los textos siguientes fundan esta proposición:
a. “La comisión ha llegado a la convicción absoluta de que los comuneros que se encontraban en ese momento en Uchuraccay y que eran tanto miembros de esa comunidad como, posiblemente de otras comunidades iquichanas – confundieron a los nueve forasteros que se aproximaban con un destacamento de ‘senderistas’ que venía, sin duda, a escarmentarlos por el linchamiento de varios de los suyos perpetrados en esa misma comunidad en los días anteriores. Esta operación de represalias era temida y esperada en las comunidades iquichanas que habían matado senderistas y mantenía a los comuneros en un estado de ánimo sobresaltado, medroso y furibundo a la vez..... En este estado de ánimo excepcional, exacerbado por una suma de circunstancias sobre las que la segunda parte de este informe se explaya considerablemente es, a juicio de la comisión, un factor que debe ser considerado como primordial para entender lo que ocurrió.
           
La comisión tiene la convicción relativa de que los periodista debieron ser atacados de improviso, masivamente, sin que mediara un diálogo previo y por una multitud a la que el miedo y la cólera, mezclados, enardecían y dotaban de una ferocidad infrecuente en su vida diaria y en circunstancias normales. La comisión llega a esta conclusión considerando el hecho de que tres de los periodistas hablaban quechua –Octavio Infante, Félix Gavilán y Amador García- y quienes, de haber tenido un diálogo con los comuneros, hubieran podido revelar su identidad, explicar su objetivo e intenciones y desarmar la desconfianza y la hostilidad de sus atacantes. Pero la comisión no puede descartar, tampoco, que ese intento de diálogo se produjera y fuese inútil debido al exceso de suspicacia, pánico y furor de los comuneros o a alguna imprudencia o error en el curso de la conversación por parte de los periodistas que agravase el malentendido en vez de disiparlo”. (Informe, p. 15)

b. “La comisión ha llegado a la convicción relativa de que el cargo de que los periodistas llevaban una bandera roja fue producto de una decisión adoptada por la comunidad, en el curso de ese día jueves o del día siguiente, como una justificación o coartada de la terrible confusión que les hizo tomar a los periodistas por ‘senderistas’”. (Informe, p. 17).

c.  “No se puede juzgar el crimen de Uchuraccay (ni el mal entendido que lo provoca)… (Comisión, Informe, p. 33)”.

d.       “En tanto que ritual los terrorista-ladrones-abigeos pecadores y los periodistas confundidos con ellos merecen castigo” (De Trazegnies, Informe, p. 122).

e.       “Esta gente fue víctima de un error cultural terrible” (Entrevista a Fernando de Trazegnies, La República, Suplemento Uchuraccay: crimen sin castigo, Lima 19 de marzo de 1983. P. 12).

Tesis 5. Sólo los campesinos mataron a los periodistas. Las fuerzas del orden no participaron.

La comisión está convencida que el crimen fue ejecutado únicamente por los campesinos. Sostiene claramente que las Fuerzas Armadas no participaron en la acción y que los sinchis instigaron sólo parcialmente a los comuneros a matar terroristas. He aquí algunos textos significativos:

a.       “¿Quiénes ejecutaron la matanza? La comisión investigadora ha llegado a la ‘conviccion absoluta’ de que el asesinato de los periodistas fue obra de los comuneros de Uchuraccay, posiblemente con la colaboración de comuneros de otras comunidades iquichanas, sin que, en el momento de la matanza, participaran en ella fuerzas del orden… La comisión ha llegado también a la ‘conviccion absoluta’ de que los periodistas fueron asesinados porque los comuneros los creyeron terroristas y sin sospechar su verdadera condición”. (Informe, p. 19).

b.       “¿Hubo instigación o aprobación de esta decisión por parte de las fuerzas del orden? La comisión investigadora ha llegado a la ‘conviccion absoluta’ de que en la decisión colectiva de los iquichanos en general y de los uchuraccainos en particular, de matar a los terroristas que se acercaron a su territorio jugó un papel importante y acaso decisivo, la seguridad de los comuneros de que tenían autorización para actuar así por parte de la autoridad representada por los ‘sinchis’” (Informe, p. 20).

c.       “¿Es o ha sido una política generalizada de los ‘sinchis’ como algunos órganos de prensa han asegurado, la de instigar a las comunidades amenazadas por ‘Sendero Luminoso’ a matar forasteros? La comisión investigadora tiene la convicción absoluta de que los ‘sinchis’ no han instigado sistemáticamente el asesinato como medida de represalia o de defensa; pero sí tiene la ‘conviccion relativa’ de que apoyaron tales acciones de manera aislada, de acuerdo a las circunstancias de la campaña que venían librando. En el caso concreto de Uchuraccay interpreta así la versión de los comuneros: que los sinchis aquella vez que llegaron en helicóptero a Uchuraccay en vez de materializar una política previamente planeada y sistemáticamente aplicada, respondieron a quienes les pedían protección contra los ‘senderistas: ‘defiéndanse y mátenlos’…” (Informe, p. 21).

d.       Los sinchis han cometido excesos: “Estos excesos se han producido, efectivamente, y la comisión cree su obligación señalarlo porque este otro tipo de violencia, derivado de la acción represiva, ha contribuido también a crear ese contexto de anormalidad, recelo, pánico y odio que dio lugar a la matanza de los periodistas.

¿Pueden las fuerzas del orden de un sistema democrático combatir la subversión y el terror con métodos que no son democráticos?... La comisión cree su deber hacer un llamado para que esa política de disciplina y estricto cumplimiento de la ley por parte de las fuerzas que se enfrentan al terror se prosiga sin concesiones, pues el respeto de la legalidad y de los derechos de la persona humana es el fundamento mismo del sistema por el cual se ha pronunciado la inmensa mayoría de los peruanos” (Informe, pp. 33, 34).

e.       “Es probable que a la llegada de la primera patrulla que buscaba a los periodistas, los comuneros hayan acordado presentar una versión única de los hechos, que se apoya básicamente en los siguientes elementos: a) No saben lo que es un periodista y creyeron que eran terroristas; b). llegaron con una bandera roja y gritando ‘¡Perro Belaúnde!, ¡Perro señor gobierno!’, c). los sinchis les habían indicado que mataran a los que venían por tierra porque serían probablemente senderistas; d). todos sin excepción participaron en la matanza” (Anexo de De Trazegnies, Informe, p. 142).

f.         ”Tengo la impresión de que aun en el caso de que los sinchis les hubieran dicho que mataran a todos los que vinieran por tierra, no es tal indicación lo que constituye el factor detonante sino la convicción de las comunidades de que es preciso optar por uno de los poderes en lucha. Si las comunidades no hubieran querido pelear, ninguna insinuación o instrucción de los sinchis hubiera sido suficiente para llevarlas a combatir; y viceversa, si las comunidades habían decidido a tomar partido en esa guerra que no era suya habrían matado en la forma como lo vienen haciendo sin necesidad de que nadie les dijera nada”. (De Trazegnies, Informe, p. 146).

Tesis 6. Culpables somos todos. Convendría no acusar no acusar a nadie en particular. Teniendo en cuenta que los indios de Uchuraccay son profundamente diferentes a nosotros, una amnistía sería necesaria.

La dualidad, punto de partida del razonamiento de la comisión y sus asesores, reaparece con gran vigor en la tesis final: la muerte de los periodistas es un crimen que no puede tener castigo por el drama de la incomunicación entre el “Perú oficial” y el “Perú real”. Con la culpabilidad de todos está asegurada la irresponsabilidad de cada uno.

Dice la comisión: “Más que distribuir responsabilidades –que en este caso, a juicio de la comisión, comparte todo lo que Jorge Basadre llamaba el Perú oficial, o por lo menos, el sector democrático de éste que recibió con alivio la noticia de las ‘ejecuciones de senderistas’-, la comisión cree necesario y urgente llamar la atención sobre el conflicto –desarrollado por el estudio del jurista doctor Fernando de Trazegnies- que plantea en nuestro país, la existencia junto al sistema jurídico accidentalizado y oficial, que en teoría regula la vida de la nación, de otro sistema jurídico, tradicional, arcaico, soterrado y a menudo en conflicto con aquel al cual ajustan su vida y costumbres los peruanos de las alturas andinas como Huaychao y Uchuraccay” (Informe, p. 32).
Por otro lado, la comisión afirma:

“Corresponde, claro está, al Poder Judicial hacer el deslinde de responsabilidades en términos jurídicos y decidir si a las autoridades –el teniente gobernador, los varayocs- les cabe una culpa mayor en los sucesos y si es indispensable y pertinente extremar la investigación hasta identificar personalmente a cada uno de los que lanzaron las piedras y se encarnizaron contra las víctimas…”. (La comisión, Informe, p. 26).

Para el jurista Fernando de Trazegnies, la dualidad de dos sistemas jurídicos en el país como fondo estructural y el estado de guerra vivido por los comuneros de Uchuraccay dieron lugar a una situación extraordinaria: “para circunstancias extraordinarias, hay remedios extraordinarios… la amnistía constituiría así una forma de restablecer  la justicia, cuando la aplicación estricta del derecho positivo podría conducir a situaciones de injusticia o de inconveniencia social en razón de que no están presentes las condiciones de realidad para las que fue concebido. Sin embargo, la amnistía no deja de reconocer que el hecho en sí era punible si hubiera sucedido en condiciones normales; lo que constituyen una importante afirmación de la primacía del derecho nacional sobre cualquier particularismo localista que lo contradiga en materia grave


Con afecto,
Ruben


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