domingo, 16 de agosto de 2020

Sebastián Salazar Bondy

 

Sebastián Salazar Bondy

Fuente: Biografías y Vidas

(Lima, 1924 - id., 1965) Escritor peruano, uno de los miembros más destacados de la llamada generación del 50. Al igual que otros autores de su generación (Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains, Luis Loayza o Carlos Eduardo Zavaleta), se ocupó de las problemáticas del medio urbano y retrató sus personajes y ambientes.




 

Sus contribuciones más importantes se encuentran en la poesía y el teatro, pero no hay que olvidar su intensa labor periodística, en diarios y revistas, sobre temas literarios, culturales, artísticos y sociales, que lo convirtieron en una de las figuras más influyentes y populares en su país.

Sus versos, de inspirada ascendencia neorrealista, proyectan una mirada melancólica y crítica sobre el entorno urbano. La ciudad constituye el escenario elegido para ofrecer, casi en paralelo, imágenes de nostalgia familiar y de acerada crítica social. La contención y la serenidad, pese al profundo desasosiego y al abatimiento que parecen asfixiar al autor, son dos constantes en su poesía. Sin llegar nunca a la exaltación, despliega en el escenario citadino sus amores, sus desdichas y sus desencuentros con la realidad, apelando a un lenguaje austero, pero poderosamente conmovedor, como se advierte en su poemario Cuaderno de la persona oscura (1946).

Lo mejor de su poesía está en Confidencia en alta voz (1960) y El tacto de la araña (1965). Entre sus otros poemarios se cuentan Voz desde la vigilia (1944), Máscara del que duerme (1949), Tres confesiones (1950), Los ojos del pródigo (1951), Vida de Ximena (1960), Conducta sentimental (1963) y Cuadernillo de Oriente (1963).

Sus mayores éxitos los alcanzó como dramaturgo. Entre sus piezas escénicas hay que destacar Rodil (1951), No hay isla feliz (1954), Flora Tristán (1956), Como vienen, se van (1959) y El fabricante de deudas (1962), publicadas con el resto de su obra teatral en Piezas dramáticas y Comedias y juguetes (1967). Como ensayista se le recuerda por Lima la horrible (1960), una apasionada crítica de los hábitos y gustos de la capital. Cultivó también la narrativa; merecen destacarse, entre otros títulos, Náufragos y sobrevivientes (1954) Pobre gente de París (1958) y Dios en el cafetín (1963).

Al margen de los méritos de su obra escrita, hay que mencionar la importante función de impulsor cultural que el autor cumplió con un notable espíritu de comprensión humana, generosidad y sentido del humor. Fue también coautor, con Alejandro Romualdo, de la importante Antología general de la poesía peruana (1957).


 

Con afecto,

Ruben

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