lunes, 5 de diciembre de 2011

Actitud: El perdon




Cuando crezcas descubrirás que ya defendiste mentiras, e  engañaste  ti mismo  o sufriste por tonterías.
Si eres un buen guerrero, no te culparas por ello, pero tampoco dejaras que tus errores se repitan. )Paulo Coello).
El perdón es una expresión del amor.
El perdón libera ataduras que amargan el alma y enferman el cuerpo.
Muchos de nuestros intentos de perdón fracasan pues confundimos esencialmente lo que es perdonar y nos resistimos ante la posibilidad de empequeñecer los eventos ocurridos u olvidarlos.
El perdón no es olvido, no es olvidar lo que nos ocurrió.
No significa excusar o justificar un determinado comportamiento.
No es aceptar con resignación lo ocurrido.
No es negar   el  dolor.
No es minimizar  los eventos ocurridos.
No significa que estés de acuerdo con lo que paso, ni que lo apruebes.
Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimo.
Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor y enojo.
Creemos erradamente que el perdón debe conducirnos inexorablemente  a la reconciliación con el agresor.
Pensamos que perdonar es hacernos íntimos amigos de nuestro agresor, y por eso lo rechazamos.
No implica eso para nada, únicamente para ti y nadie más.
No hay que esperar que la persona que nos agredió, cambie o modifique su conducta, pues lo más probable es que esta persona no cambie,  y es  más,   a  veces se pone peor.
El perdón se basa en la aceptación de lo que paso.
La falta de perdón te ata a las personas desde el resentimiento. Te tiene encadenado.
El perdón se debe de realizar sin “expectativas”, sin esperar que nada suceda.
Si esperamos que el agresor acepte su error, estaremos esperando en vano y  gastando nuestro tiempo nuestras  emergías en una disculpa que nunca jamás  llegara.
Si estamos esperando esta reacción. Luego de haber perdonado, pues realmente no hemos perdonado de corazón, pues seguimos esperando una retribución, un resarcimiento.
Si seguimos anclados en el problema de de ayer, queriendo que nos paguen por nuestro dolor. Entonces no hemos perdonado  y quien tiene el control de nuestra vida es nuestro EGO, y este quiere a toda costa castigar o cobrar al agresor.
No existe nadie que pueda desligarse del dolor del dolor ocasionado en el pasado, porque el pasado no tiene como ser cambiado.
Ningún tipo de venganza o retribución podrá subsanar los momentos de tristeza y desolación que vivimos, lo mal que nos sentimos.
Esperar una disculpa, que se acepte el error; nada  de eso cambiaran los hechos, lo ocurrido en el pasado, solo estaremos queriendo alimentar nuestro EGO, nuestra sed de justicia mal enfocada.
La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.
El perdón es una declaración que podemos y debemos renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo, por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas o esperabas.
Perdonando desde nuestro corazón, logramos mirar los hechos tal como sucedieron y luego decidimos dejarlos en el ayer.
Aceptemos que somos aprendices, y que la lección se encuentra aprendida, por lo que hemos logrado vencer las circunstancias negativas que nos tocaron vivir.

Recuerda que la oración del Padre Nuestro que Jesús enseño a sus discípulos, nos dice  en uno de sus versos, “Y perdonamos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” por lo que se asume que  siempre perdonamos.
Pero el Señor advierte después de dicha esta oración: “Porque si no perdonáis a los hombres sus ofensas,  tampoco vuestro Padre os perdonara vuestras ofensas”.