miércoles, 28 de diciembre de 2011

Remembranza: Tragedia futbolistica del 64


Por: Rubén Vernal
Estadio Nacional de Lima

Empecé a leer mis periódicos vía internet como es mi costumbre diaria en  el estudio de mi hogar en Sídney, y después de chequear los noticias en los periódicos de Londres y Madrid, abrí el periódico de El Comercio de Lima, y me quede como el vulgo peruano denomina, ‘de una pieza’, al leer la noticia de que en el clásico entre Alianza y Universitario, había muerto un hincha aliancista, al haber sido lanzado desde una de las tribunas al vacio. Seguí mirando  la pantalla más ya no leía nada, porque mi mente regreso como si nada 47 años para quedarse en el año 1964, tiempo en el cual ocurrió una de las peores tragedias ocurridas en un estadio de futbol, a nivel mundial.
Me impulsa el deseo de compartir con otros la experiencia personal de haber estado en el Estadio Nacional el domingo 24 de Mayo viendo jugar a nuestra selección, y ser testigo de los desmanes y tragedias que tuvieron lugar, y que jamás debieron ocurrir.
Soren Kierkregard   dice  que la vida solo puede ser comprendida mirando para atrás, mas solo puede ser vivida para adelante, y creo que de  de esa tragedia se han sacado valiosas enseñanzas, mas conociendo como es el fanatismo deportivo, nada garantiza que  no se pueda volver a sufrir  en el futuro parecidas situaciones.
Mi historia comienza con mi habitual  deseo de ir al estadio por ser un gran  aficionado del futbol, y  el “Coloso de José Díaz”, llamado así por la proximidad a una calle del mismo nombre,  en el distrito de Santa Beatriz, me esperaba ese domingo.
Tenía en ese tiempo 16 años, y no se la razón por la cual decidí llevar conmigo a mi hermano Hugo que solo tenía 10 años. Yo estaba interno en el colegio militar Leoncio Prado, ubicado en el distrito de la Perla en la llamada en ese tiempo la provincia constitucional del Callao, y debía de retornar de mi salida  en la noche.

El estadio en esos tiempos, tenía una gran extensión  de cemento para estacionar los autos, y en ella se habían delimitado en el piso  varias canchas de fulbito, de tal manera que los muchachos jugaban con frecuencia sus partidazos.
Cada vez que habían partidos de futbol, el estadio tanto en la parte que daba a la tribuna sur como a la de norte, ambas populares, estaba colmada de autos estacionados, así como la parte de occidente, y por todas las calles aledañas al estadio. La parte que daba a la tribuna de oriente, era la avenida Paseo de la Republica, también llenos de autos estacionados.
Decidí  ir temprano  a comprar las entradas, y la cola era enorme, además  luego de estar haciendo la cola, me entero de que ya casi no habían entradas, por lo que tuve que comprarlas de “reventa”, y para  colmo, eran para popular norte, al cual  yo nunca iba, y por donde comenzaron los disturbios.
El año 1964 fue un año movido por la guerra de Estados Unidos  y Viet Nam, con desastroso resultado para ambas naciones.  Y me gustaría refrescar tu memoria  con un  resumen  de algunos de acontecimientos  ocurridos en ese  año:

·         18 de enero: en EE. UU. Se anuncian los planes para construir las Torres Gemelas (el Centro Mundial de Comercio) en Nueva York.

·          20 de enero: en EE. UU. se lanza el primer álbum del grupo “Los Beatles.

·         1 de febrero: en EE. UU., el grupo británico de rock The Beatles alcanzan por primera vez el primer lugar en las listas discográficas, con la canción "I Want to Hold Your Hand".

·         14 de marzo: un jurado de Dallas (Texas, EE. UU.) declara a Jack Ruby culpable del asesinato de Lee Harvey Oswald, quien a su vez se creía que en 1963 había asesinado al presidente Kennedy.

·         7 de abril: en EE. UU., la empresa IBM presenta su primer modelo de la computadora serie 360

·         16 de abril: el gobierno británico sentencia a 307 años de prisión a 12 hombres que realizaron el «Gran Robo del Tren» (robaron 2,6 millones de libras esterlinas en billetes usados en el tren de Glasgow a Londres en agosto de 1963).

·         17 de abril: en Nueva York, la empresa estadounidense Ford Motor Company estrena el primer Ford Mustang en el Expo Car.

·         24 a 25 de mayo: en Lima (Perú), tras un partido de fútbol contra Argentina, la hinchada pelea debido a la decisión del árbitro: 319 muertos y 500 heridos.

·         12 de junio: en Sudáfrica, el gobierno racista condena a cadena perpetua a Nelson Mandela —líder del Congreso Nacional Africano— y a otros siete, en la cárcel de la isla Robben.

·         8 de julio: el ejército de EE. UU. anuncia que las bajas en Vietnam ascienden a 1387, incluyendo 399 muertos y 17 desaparecidos en combate.

·         31 de julio: el Ranger 7 envía las primeras fotografías cercanas de la Luna (las imágenes son mil veces más claras que cualquiera sacada con un telescopio terrestre).

·         7 de agosto: el congreso de EE. UU. aprueba una ley (la Resolución del golfo de Tonkín), dándole al presidente Lyndon B. Johnson amplios poderes para decidir acerca de los ataques contra las fuerzas estadounidenses en Vietnam.

·         16 de agosto: ayudado por EE. UU., el general Nguyen Khanh derrota al jefe de estado vietnamita Duong Van Minh y establece una nueva constitución y un gobierno títere pro-EE. UU.

·         28 de agosto: en EE. UU., el cantante  estadounidense Bob Dylan les hace probar por primera vez marihuana a los miembros del grupo británico  de The Beatles.

·         29 de septiembre: la tira cómica Mafalda, creada por Quino, ve la luz por primera vez en Argentina.

·         1 de octubre: en Japón se inaugura el Shinkansen, un sistema de tren de alta velocidad entre Tokio y Ósaka.

·         5 de octubre: 23 hombres y 31 mujeres escapan a Berlín Occidental a través de un estrecho túnel bajo el Muro de Berlín.

·         12 de octubre: la Unión Soviética pone en órbita el Voskhod 1. Es la primera nave con una tripulación de varias personas (3 astronautas de la Unión Soviética) y sin trajes espaciales.

·         14 de octubre: el líder del movimiento estadounidense de derechos civiles, Dr. Martin Luther King, Jr. es la persona más joven en recibir el premio Nobel de la Paz.

·         14 a 15 de octubre: Nikita Kruschov es derrocado como líder de la Unión Soviética. Lo reemplazan Leonid Brézhnev y Alekséi Kosiguin

Después  de recordar algo de lo sucedido en ese año regresemos al espectáculo del futbol que se vivía en esa época, ayudado por la  Crónica periodística de Jaime Pulgar-Vidal Otálora:
El 7 de mayo de 1964 las selecciones amateurs de Perú y Ecuador inauguraron en Lima los partidos por la eliminatoria sudamericana a los Juegos Olímpicos de Tokio de aquel año. Ese encuentro terminó 1-1. Víctor “Kilo” Lobatón  anotó para los peruanos. Algo más de dos semanas después, un nuevo gol de Kilo desataría no la alegría sino la tragedia.
Siete selecciones de Sudamérica disputaban dos cupos a las Olimpiadas de Tokio. Además de Perú y Ecuador, estaban los equipos amateurs de Argentina, Colombia, Uruguay, Chile y Brasil.
Durante sus siguientes partidos, Perú goleó 3-0 a Colombia el 10 de mayo y venció 2-0 a Uruguay el 17 del mismo mes. Hasta que llegó la tarde del 24 de mayo de 1964. Era domingo. Por eso fue que 47 ,157 aficionados llenaron las cuatro tribunas del estadio Nacional de Lima.
Ese día se iban a enfrentar las selecciones de Perú y Argentina. Los albicelestes ya habían jugado cuatro partidos, derrotando consecutivamente a Colombia, Ecuador, Chile y Uruguay. Eran los favoritos para hacerse del primer lugar del torneo, así que se pensaba que peruanos y brasileños disputarían el segundo cupo.
El partido entre Perú y Argentina no terminaría y más bien se convertiría en la cuarta tragedia ocurrida en un estadio de fútbol a nivel mundial.

El primero de enero del año 1902, 25 aficionados murieron en el estadio Ibrox Park, en Glasgow Escocia.

El 3 de julio de 1944 fueron 7 los muertos en la puerta 12 del estadio River Plate en Buenos Aires.
Otros 33 fallecidos dejó una pelea entre hinchas, ocurrida el 6 de marzo de 1946 en el estadio Burnden Park, de Boldon Inglaterra.

Bien, ahora regresamos a nuestra historia.  Los espectadores que llegaron aquel día al estadio esperaban una buena actuación del cuadro peruano, con la que se podrían acrecentar las posibilidades de llegar a Tokio. Hay que recordar que cuatro años antes, la selección peruana había podido clasificar a los Juegos Olímpicos de Roma, así que todos los aficionados locales esperaban una nueva clasificación.


En aquel año 1964 el presidente de la Federación Peruana de Fútbol Dr. Teófilo Salinas  nombró al brasilero Marinho de Olivera como director técnico de la selección juvenil y del equipo que lucharía la clasificación a los juegos olimpicos de Tokio. El equipo que se conforma para el preolímpico era fundamentalmente amateur provenientes de equipos de Lima y provincias. Se entiende como amateur  a jugadores que no contaban con un contrato profesional. Tres jugadores de esa nómina eran rentados en sus equipos: Luis Zavala y Oscar Ríos que provenían de Universitario y Enrique Casaretto del Atlético Grau de Piura. Chumpitaz jugaba en ese entonces en la segunda división defendiendo la camiseta  de la Unidad Vecinal Nro. 3. Ramón Mifflin jugaba en la reserva del Centro Iqueño.
Perú formó con Barrantes, Ángel Guerrero, Javier Castillo, Héctor Chumpitaz, Armando Lara, Sánchez, Enrique Rodríguez, Luis Zavala, Enrique Casaretto, Inocencio La Rosa y Víctor “Kilo” Lobaton.
Ernesto Duchini, el DT argentino, ese día mandó a la cancha a Cejas, Morales, Bertolotti, Perfumo y Pazos; Malleo, Mori y Cabrera; Domínguez, Manfredi y Ochoa.
Yo vivía en Joaquín Bernal 240 a la altura de la 22 de la avenida Arenales, y ese domingo  salí  con mi hermano  en dirección del estadio cerca de las  10 de la mañana, y nos fuimos  usando la línea 9 de ómnibus que transitaban por la avenida Petit Thouars.
Esta importante avenida de Lima lleva el nombre de un marino francés y héroe de nuestra ciudad. Abel-Nicolás Bergasse du Petit Thouars era  Comandante  en jefe de la escuadra francesa observadora  de la guerra  en el Pacífico Sur en enero de 1881. Y siendo  inminente la entrada del ejército chileno en Lima se enfrento a los oficiales marinos  chilenos. Para la historiografía peruana, Petit Thouars se dirigió al Comandante en Jefe de las Fuerzas de Ocupación chilenas, General Manuel Baquedano González y de la escuadra chilena comodoro Galvarino Riveros Cárdenas, advirtiéndoles que deberían controlar a sus tropas y evitar nuevos desmanes como en Chorrillos, Barranco y Miraflores de los días 13, 14 y 15 de enero de 1881; caso contrario, se vería obligado a usar la potencia de fuego de la escuadra neutral  ubicada en el Callao y echar a pique a las naves de la escuadra chilena.

Bueno, mi hermano  y yo  ya estábamos en camino al estadio, y desde varias cuadras se podía apreciar la cantidad de gente que venían de los cuatro lados del estadio, y muchos venían atravesando por el Parque de la Reserva, y era obvio que muchos  de ellos no podrían entrar, ya que hasta los revendedores de entradas no tenían más entradas por vender. Agarre  fuertemente de la mano a Hugo, y le dimos las entradas al encargado, y empezamos a subir las amplias escaleras de cemento, para tratar de lograr una buena ubicación. Mientras se subía, se podían ver a los costados  los baños y los túneles que te sacaban a los diferentes niveles que tenían el estadio, y en este caso que estábamos en la popular norte. También había lugares donde podías  comer un plato de frejoles con seco de carne y otros en el entretiempo de los partidos.
Como entramos temprano  al estadio  logramos conseguir un buen sitio casi un poco más arriba  de la mitad y al costado  izquierdo de la tribuna, la cual no era muy familiar para mí.
Mi hermano hacia tiempo comiendo todo lo que los vendedores ofrecían, pese a que yo había llevado algo de fruta. En ese tiempo se vendía cerveza en botellas, y cuando escuchabas  que el vendedor gritaba, ¡caldo de pollo!, en verdad era pisco puro y otros licores más; el pan con pavo era en verdad pan con camote frito.
La gente, incluyéndonos a nosotros no paraban de hacer barra a la selección, cantando, saltando   y gritando.
Así que llego la hora en que los jugadores  de la rojiblanca aparecieron por los túnenles. La algarabía fue total, reventando cohetones que levanto una humorada y vestía de fiesta el estadio. Por el otro túnel aparecieron los argentinos
 Los dos cuadros jugaron con relativa modestia, ya que al fin de cuentas muchos de ellos aun no completaban la experiencia necesaria, aunque la mayoría de ellos destacaría en un futuro cercano. También no se puede negar que entre equipos peruanos y argentinos siempre hubo mucha rivalidad. Ya habían pasado esos días en que los equipos de clubes, como River, Boca y la selección albiceleste se “paseaban” cuando jugaban aquí y nos goleaban en sus estadios. No se puede negar de todas maneras que tienen un futbol de mayor jerarquía que el de nosotros, ya que los títulos que ostentan hablan por sí solos.
Pero regresando  a lo del estadio, La asistencia oficial a  ese partido arrojó la cifra de 47,197 aficionados y una taquilla de un millón 22, 273 soles.
La expectativa de la afición  era muy grande y se necesitaba solo un empate para convertirse en realidad clasificarse para las olimpiadas, pero fue la Argentina quien consiguió la primera conquista.
Faltaba media hora de juego y Argentina  seguía  adelante en el marcador. En sus tres partidos anteriores, los argentinos sólo habían recibido un gol y jamás les había empatado un encuentro. La situación estaba complicada para los dueños de casa quienes, sin embargo, se fueron con todo en busca de la igualdad.
Los muchachos prácticamente  empezaron a presionarlos y atacarlos, a veces sin orden, pero con una gran vehemencia. Los delanteros buscaban el gol y por momentos todo el equipo se iba para adelante. Claro que era otra época y otro  estilo de juego, parando más la pelota, con menos sorpresas por las puntas, más teníamos una gran delantera enfrentando a una gran defensa y un mejor equipo,  por haber tenido una mejor preparación para este certamen.


La gente en el estadio comenzó a ponerse nerviosa. Faltaban muy pocos minutos para que concluya el partido y Argentina continuaba adelante en el marcador.
De repente, en segundos, un hecho desató la alegría, luego la indignación y al final, la tragedia.
Se jugaban los cuarenta minutos del segundo tiempo y El árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos anuló un gol a Víctor “Kilo”  Lobatón. Aparentemente lo hizo porque el peruano había planchado la pelota ante el zaguero Andrés Bertolotti. Fue un gravísimo error, considerando que no lesiono al defensa en el acto de empujar la pelota dentro del arco argentino.

El gol anulado enardeció a los más de 47 mil aficionados que llegaron esa tarde al estadio. Desde todas las tribunas llegaron los reclamos que cada vez más se hacían más airados.
Los hinchas que habían llenado la tribuna norte samaqueaban la alambrada. En la tribuna de oriente, los aficionados empezaron a jalar los asientos de madera hasta que consiguieron zafar los pernos que los anclaban al piso. Luego, empezaron a arrojarlos al gramado, donde aún permanecían los jugadores de uno y otro equipo.
En la popular sur, las fogatas calentaban aún más el ambiente, que estaba enardecido por lo que consideraba un injusto fallo arbitral.
En medio del caos que se producía en las tribunas, el árbitro decidió dar por concluido el encuentro debido a la falta de garantías. En ese instante, Víctor Melasio Campos, más conocido como Negro Bomba, saltó al terreno de juego y corrió en busca del juez para agredirlo. En 1964 pesaba 95 kilos por lo que fue necesario lanzarle a los perros policías para detenerlo.
La policía alcanzó al agresor y lo redujo propinándole una feroz como desigual paliza. Esto enardeció aún más a los aficionados que quisieron cobrar venganza no sólo contra el árbitro Pazos, sino también contra las fuerzas del orden que en ese momento s más bien  estaban propiciando el desorden.


Edilberto Cuenca fue el siguiente hincha en ingresar por el mismo sitio por donde saltó Negro Bomba a la cancha: la esquina entre las tribunas de oriente y sur.
Allí mismo hizo su aparición otro de los protagonistas de la tragedia. El jefe policial, el comandante Jorge de Azambuja dio la orden de disparar bombas lacrimógenas contra las tribunas. Se dispararon dos contra oriente, dos contra sur y muchas contra la tribuna norte.
Mientras el árbitro y los jugadores argentinos eran escoltados a los camarines por agentes de la policía en medio de una lluvia de proyectiles, algunos oficiales lanzaron las bombas lacrimógenos a las tribunas para tratar de contener la ira de los aficionados.
Se lanzaron más bombas contra norte porque allí los aficionados fueron los más enardecidos. En un intento por calmar los ánimos, Azambuja, que tenía fama de duro e inflexible entre la población, se acercó a la tribuna norte. Los hinchas  al  verlo, se violentaron mucho más.


Fue acá donde agarre a mi hermano y empezamos a caminar con determinación, empujando a la gente que estaba parada  eufórica gritando y  logramos llegar a uno de los túneles de la salida hacia la calle,  bajando a toda prisa por las escaleras de cemento, pero con la gran fortuna de que dicha puerta si estaba abierta, y no como lo que sucedió con otras puertas  del estadio que se mantuvieron cerradas, como trampas de muerte.
Muy agitados y asustados nos dirigimos caminando hacia la avenida Arequipa y luego a la avenida Arenales, y pronto estaríamos salvos e ilesos de tan apremiante  experiencia.
Recuerdo que la gente en las calles comentaba acerca de lo sucedido, y escucho que dicen que había ya un muerto. Yo exclame con  extrañeza ¿será posible que alguien muera por ver un partido de futbol?
Ya cerca de casa se hablaban de más de 50 muertos, lo cual me era imposible de comprender y menos aceptar esa realidad. Claro, yo en verdad  no sabía la gravedad de lo ocurrido, porque tuve la precaución o intuición, aun no lo sé, de haber escogido salir a tiempo, y sobre todo por la puerta abierta.

Si esa puerta hubiera estado cerrada, y la gente hubiera bajado como en una estampida, como sucedió en otras salidas,  allí hubiéramos mi hermano y yo encontrado la muerte de seguro, como sucedió en otras  tribunas.

En el estadio la humareda producida por las bombas no sólo provocó la molestia ocular sino también el pánico. Miles de hinchas trataron de ganar la calle. Otros se lanzaban desde la tribuna intermedia a la tribuna baja descolgándose por entre los avisos publicitarios.
Los que trataron de salir del estadio se encontraron con que las puertas del recinto estaban cerradas. Los que llegaban detrás de los primeros siguieron presionando en su afán de escapar de los gases lacrimógenos.
La estampida humana produjo escenas desgarradoras. Decenas y cientos de aficionados cayeron al piso y fueron pisoteados por la horda. Algunos de ellos se detuvieron a buscar a sus familiares caídos y de inmediato se sumaron a la lista de los que terminaron tumbados en el piso y pisoteados.
Héctor Chumpitaz, quien alineó por Perú, dijo que tras los hechos estuvieron dos horas en el vestuario antes de dejar el estadio.

Aquella tarde, fuera del estadio habían quedado miles de hinchas que no habían podido ingresar al no haber conseguido localidades.
Algunos dicen que fue por ellos que se cerraron las puertas. Otros sostienen que el responsable de las puertas se fue del estadio a ver una carrera de autos que se realizaba cerca.;  aquel día se corrió la competencia automovilística Las Seis Horas Peruanas en el Campo de Marte ubicado a menos de un kilómetro del estadio nacional.
La carrera finalizó a las 3 de la tarde por lo que muchos aficionados que asistieron a la carrera se animaron a darse un salto al coloso de José Díaz.
 Sea como fuere, los hinchas encontraron un muro a su paso. Una reja metálica donde hallaron la muerte.
En un documento oficial de la entonces Guardia Civil, se responsabilizó  de  “agitación comunista “de los hechos. Un informe del juez instructor del 6° Juzgado, Benjamín Cisneros, responsabilizó sin embargo al gobierno de turno. Este informe se extravió en el camino burocrático típico de nuestro  erróneo sistema legal.

Poco a poco fueron llegando las cifras oficiales de muertos. Al comienzo no superaban el centenar. Sin embargo, los cadáveres seguían contándose y eran apilados unos sobre otros formando columnas de hasta dos metros de alto.
Los cuerpos de los infortunados fueron llegando a los hospitales Obrero y 2 de Mayo, a la Morgue y a la Asistencia Pública de la avenida Grau. A los que eran identificados se les anotaba su nombre en un esparadrapo que era colocado en su boca.
Muchos que estaban sin identificar permanecían en los jardines de los hospitales. La situación era de una verdadera  tragedia nacional. Por los medios de comunicación se solicitaba ayuda y apoyo de médicos y enfermeras y también donantes de sangre.
Pero la tragedia aún no había terminado. Los aficionados que consiguieron escapar, salieron enardecidos y algunos agredieron y mataron a tres policías. A uno lo tiraron desde una tribuna a la calle, otro fue linchado y un tercero muerto a patadas.
Hay quienes sostienen que lo que ocurrió fuera del estadio no sólo fue producto del gol anulado por el juez Pazos sino también al clima de tensión política que se experimentaba en la Lima de aquel entonces.
Hubo saqueos, robos, incendios. Muchos perdieron sus vehículos. La fábrica Good Year fue incendiada por la turba. En la ciudad, la policía recuperó el control recién en horas de la noche. Sostienen algunos que muchos más murieron en las calles, pero esos cadáveres fueron desaparecidos.
Fue tal el grado de conmoción que el gobierno que presidía Fernando Belaúnde Terry debió suspender las garantías constitucionales por espacio de un mes.
Dos días después de la tragedia, la policía capturó al Negro Bomba.
La cifra oficial de muertos arrojó 328. Los heridos superaron los cuatro mil. Ha sido de hecho  la peor tragedia en un estadio de fútbol de Sudamérica. Tras ese lamentable episodio el Estadio Nacional cerró sus puertas cerca de seis meses y cuando regresó la afición a presenciar el fútbol en sus graderías ya se había eliminado la zona que circundaba toda la parte baja. Y su capacidad inicial de 53 mil aficionados se redujo a 45 mil.
Aunque el partido no terminó, a Argentina se le concedió la victoria y el campeonato fue cancelado. Los albicelestes se ubicaban en el primer lugar de la tabla de posiciones por lo que clasificaron a Tokio. Brasil y Perú jugaron meses después un partido para definir al segundo representante sudamericano a Tokio.
El 7 de junio, Brasil goleó 4-0 a Perú. Y lo dejo fuera. Perú le pasaría la “factura” a los argentinos unos años más adelante, eliminándolos del mundial de Mejico  70, con varios de esos novicios jugadores convertidos en experimentados jugadores.

Pero esa derrota   pre-olímpica no significó nada al lado de la absurda muerte que encontraron 328 hinchas al fútbol.
El Negro Bomba, proxeneta y delincuente, jamás imaginó que su acción originaría la peor tragedia en un estadio de fútbol del Perú.
Nunca más, desde aquella tarde lamentable, se cierran las puertas en un estadio de fútbol. A veces, las mejores lecciones se obtienen durante las peores desgracias. Sin embargo, el costo del aprendizaje fue demasiado elevado. 328 personas que no volverían nunca jamás a sus hogares. Una tragedia que enlutó a cada barrio limeño. Un hecho que nunca jamás se debe repetir.
Se cometieron demasiados errores de seguridad, y excesos de la autoridad policial  esa tarde en el estadio.
Un par de incidentes previos a la tragedia pasaron desapercibidos por el periodismo y las autoridades. En el partido jugado contra Uruguay se prendieron muchas fogatas en las tribunas como un primer aviso de intolerancia de la hinchada la misma que se agravó tras el empate con Ecuador resultado que generó un apedreamiento a los dos equipos. El partido entre colombianos y uruguayos culminó con una andanada de piedras lanzadas a los charrúas.

Y lo patético de todo, es que los argentinos tuvieron una desastrosa actuación en los juegos olímpicos siendo eliminados en la primera ronda del certamen, y aun  si hubiera  salido campeón en ese certamen, lo ocurrido en el Nacional fue injustificable e inaceptable.
El torneo de Tokio 1964 pasó a la historia no tanto por lo que ocurrió dentro de los Juegos sino por los trágicos hechos registrados en Lima durante  el  partido eliminatorio entre Perú y Argentina, la tarde del 24 de mayo de 1964.
Yo debía de regresar  esa noche al colegio militar ubicado en el Callao, así que cuando me aproximaba a la entrada, en la guardia de prevención, los oficiales y alumnos de turno, anotaron mi nombre, dado que existía el temor de que algún otro estudiante hubiera perdido la vida, ya que se sabía de que muchos asistirían ese día al estadio, para no perderse el espectáculo, y sin querer, la vida también.
Hoy soy una persona madura de 63 años, y me cuestiono a mí mismo, de cual pudo ser la razón de fondo de dicha tragedia.  ¿Por qué un individuo se puede  llenar  de una descontrolada pasión y fomentar el caos, el desorden y la muerte  de sus semejantes?
Y no solo me refiero al comportamiento del llamado ‘negro bomba, quien en ese momento creyó tener la razón para agredir al árbitro. Mucha gente originaron la tragedia, incluyendo la fuerza policial que manejo erróneamente sus obligaciones de salvaguardar la seguridad de quienes conformaban el espectáculo esa fatídica tarde.
El fútbol, inexplicablemente, es el deporte en el que el público resulta ser más susceptible al cambio radical de su estado de ánimo en función al desarrollo del partido y al resultado.

No nos sirve  de mucho el hecho de que sepamos a ciencia cierta que muchos aficionados van al campo para desahogar en el fútbol las tensiones provocadas por su vida diaria. Saber que hay aficionados en la grada que saltarán fuera de sí, cuando el árbitro pite en contra de su equipo, no puede condicionar los arbitrajes.
 En segundos el “aficionado”, deformado en fanático, cambia drásticamente su estado de ánimo y su carácter: alegría, tristeza, impotencia, frustración, coraje, se va tornando agresivo y el cúmulo de reacciones adversas e inclusive positivas, provocan la histeria estallando la violencia.
Vemos a menudo que vándalos, pandilleros desalmados, contaminados por el odio y el desprecio, infiltrados entre las barras y grupos de animación, están dominando los estadios a fuerza de violencia desplazando y alejando de los escenarios a los auténticos aficionados al fútbol.
Los estadios de fútbol, sobre todo los de primera división, deberían tener un departamento de seguridad con un director de seguridad
Coincido con los entendidos de la prevención de la violencia en los estadios de futbol, que  la seguridad en los estadios de fútbol depende actualmente en gran medida de la seguridad privada que coopera con la seguridad pública en la prevención de hechos delictivos, pero creemos que en un futuro no muy lejano pasará a tener esta responsabilidad en exclusiva por aplicación del criterio cada vez más difundido de que la organización debe garantizar la seguridad de los recintos en los que se desarrollan éste y cualquier otro acontecimiento de masas.
Diciembre  2011
Con afecto,
Ruben